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Para ayudar a Cristina hasta 2011

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LA MEJOR OPOSICIÓN SERÁ AQUELLA QUE SE PAREZCA MENOS AL PEOR OFICIALISMO
LA MEJOR OPOSICIÓN SERÁ AQUELLA QUE SE PAREZCA MENOS AL PEOR OFICIALISMO

El devenir histórico le ha dado a la oposición legislativa la chance de convertirse en unos días más en el tutor necesario que sustente el desgaste del kirchnerismo, en lo que le queda de mandato a Cristina Fernández.

 

Habrá que ver, como primer desafío, si los opositores son capaces de canalizar hacia un objetivo común de ideas-fuerza o de políticas de consenso que pueda convertir lo que el senador Luis Juez calificó como una Unión Transitoria de Empresas (UTE) armada para asfixiar al kirchnerismo legislativo, en una fuerza coherente y propositiva.

Para lograrlo, y más allá de la sorpresa que le propinó el oficialismo al dejar sin quórum al Senado para evitar entregar la mayoría en todas las comisiones, algo que se reencauzará total o parcialmente la semana próxima con el senador Carlos Menem o sin él, la oposición en su conjunto deberá elegir entre dos caminos casi únicos, lo que condicionará en más o en menos el salto de calidad que se debe la política.

Los opositores deberán decidir si aplastan al oficialismo para no dejarlo levantar nunca jamás o si institucionalmente le ponen la otra mejilla y olvidan todas las trapisondas, incluida esta última en el Senado, que, amparadas en el número legislativo y en la bonanza económica, usó el oficialismo durante los años de la mayoría automática.

En términos políticos, lo que ha ocurrido en el Congreso a partir del pronunciamiento de la ciudadanía el 28 de junio pasado, es que el que perdió, perdió, pero el que ganó es el que se queda ahora con toda la responsabilidad.

En Diputados habrá desde el próximo lunes algo más de holgura, pese al coqueteo a dos puntas que hará el bloque de la centro-izquierda, y en el Senado, aún con 36 presencias, la coalición opositora igual será mayoría, ya que el voto de desempate estará en manos de Julio Cobos.

Justo es decir que, en estos momentos, a los opositores los une una sola postura: la tirria que les causa todo lo que huela a kirchnerismo. A muchos, inclusive, los sustenta el afán de venganza que su proceder de años de llevarse todo por delante les provocó. "Acción y reacción", definió un connotado senador oficialista para explicar el porqué de ese avance arrollador de la oposición.

Sin embargo, más allá de la natural y lógica lucha por los espacios, hay fundamentos institucionales que deberían seguirse a pie juntillas para evitar caer desde el otro lado en los mismos excesos a los que apeló el kirchnerismo.

Y esto va más allá de las opiniones de cada bloque del Congreso y aún de las personales de diputados y senadores, posturas que seguramente irán variando entre sí, sobre todo a medida que se acerque la compulsa electoral de 2011.

Lo ideal sería que la mayoría opositora de hoy trate de parecerse lo menos posible a la mayoría oficialista de ayer, para buscar así el modo de recrear el diálogo y los consensos, vocablos que el kirchnerismo duro no conoce, pero a los que no se debería renunciar como concepto de madurez política.

Como gran responsable de lo que vendrá, la oposición tendrá a partir de este año la oportunidad de proponer y de llevar adelante una relación de madurez con el Ejecutivo.

Ante el convite a bailar este nuevo tango, la gran enemiga a vencer será la naturaleza omnímoda de los Kirchner, nada propensa a aceptar las nuevas reglas sin chicanas, ni vetos, ni DNU, sobre todo si el matrimonio interpreta que se trata de una rendición.

En ese aspecto, bien vale tomar nota del ánimo belicoso contra los opositores, la prensa y "el partido judicial", con el que el ex presidente hizo su discurso del miércoles en La Plata, marcando con sus "ellos" y "nosotros" una frontera difícil de perforar, aún para aquellos que deseen ayudar, más allá de los alineamientos en temas clave, como el Fondo el Bicentenario, que tuvo con la alocución de su esposa ante los empresarios.

Hoy, el oficialismo no quiere que se note, pero objetivamente está más débil. Ya no tiene tanta caja ni el Congreso a favor y sólo resta que algunos archiven también un poco la soberbia.

 

Hugo E. Grimaldi
DyN

 

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. La sociedad no quiere émulos del matrimonio presidencial. Eso está claro.Pero como opiné en otro blog, tampoco necesita un gobierno de carmelitas descalzas, porque eso no asegura la gobernabilidad, ni posibilidades ciertas de conducir un país. Y tenemos el ejemplo del Dr. Illia, un presidente super honesto a quien la sociedad de entonces lo arrojó por la ventana por su forma pausada y bonachona de gobernar. Con el matrimonio presidencial es imposible conversar porque han entendido la política como un combate permanente, una lucha por el poder, por imponer sus criterios a cualquier costo. De ello hemos tenido sobradas muestras. Entonces, cuando se tratan de reducir al máximo los caprichos de quien actúa como autista es necesario llevar la presión a fondo.No se trata de venganza, ni de pagar con la misma moneda, sino de hacerles entender que la forma republicana de gobierno y el respecto irrestricto a la constitución exigen que no se ignore al resto de los políticos y ciudadanos que piensan distinto. Si pretenden seguir con esa actitud, no hay otra alternativa que aislarlos, políticamente hablando. Y eso es lo que la sociedad pretende de la oposición : ni gurkas, ni heidis. Ecuánimes.

  2. No sé si entendí bien. Parece que al gobierno, este o cualquier otro, hay que sostenerlo aunque el país se hunda. Debe ser que es más importante la supervivencia de una fórmula electoral que la supervivencia de la Nación. ¿Es que no hay posibilidades institucionales de hacer desaparecer una UTE de delincuentes que nos arrastran al vacío? No sé para qué puede servirnos una estadística de presidentes que cumplieron su mandato si el costo es perder a la Nación. Que alguien me lo explique, por favor.

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