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La sociedad mira el partido y junta bronca

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(MIENTRAS NO HAY POLÍTICO QUE PONGA LA PELOTA BAJO LA SUELA)
(MIENTRAS NO HAY POLÍTICO QUE PONGA LA PELOTA BAJO LA SUELA)

Lo mostró la televisión y esa imagen fue todo un emblema de lo que parece estar necesitando la Argentina de hoy. Diego Armando Maradona vio venir el miércoles la pelota por el aire y la dejó dormida espectacularmente sobre la sensibilidad de su empeine zurdo.

 

El técnico de la Selección, junto a la línea de cal del Allianz Arena, despuntó en la tarde-noche de Munich un sano vicio que parece ser que se le ha olvidado a todos los políticos argentinos, por estas horas deseosos de devolver, ojo por ojo, cada movida del circunstancial adversario.

Ambos hechos, francamente opuestos, oscilan entre el deleite puro y la bronca colectiva de gran parte de la sociedad que aún aprecia que alguien ponga la pelota en el piso y levante la cabeza, mientras que abomina de una escalada política como la actual, ya que condiciona no sólo la institucionalidad, sino que está inhibiendo cierta recuperación económica que se avizoraba para 2010.

Ese sinuoso camino bien podría llegar a instalar una dinámica perversa de Decretos de Necesidad y Urgencia que sean rechazados por el Congreso, junto a leyes que luego sean vetadas por el Ejecutivo y resultar en conjunto la constante de un proceso de ingobernabilidad que dure hasta el final del mandato presidencial.

Si bien hay una gran parte de la sociedad que se muestra indiferente o está poco informada, también parece notarse entre quienes se interesan por las cuestiones institucionales el rechazo colectivo al fenómeno del "te hago algo, pero te lo devuelvo peor" que ha atacado como epidemia a los políticos de todo pelaje y color, en espasmos que escalan minuto a minuto y que sólo se sustentan en la demagogia, la victimización y el marketing de las palabras huecas.

Valen un par de ejemplos, que sirven para verificar esta nueva pasión por el ruido continuo, al que día a día los políticos someten a la gente. Primero, se vio la defensa enfática que hizo de Mercedes Marcó del Pont, cuando la Presidenta de la Nación usó la palabra "venganza" para caracterizar un bochornoso proceso de minutos que ejerció la oposición el miércoles cuando, sin oír siquiera los argumentos de la postulante, le bochó el pliego de nombramiento a la titularidad del BCRA.

Pero en contrapartida, en ese mismo discurso, Cristina Fernández no se privó de cargar las tintas una vez más contra la Justicia, al hablar de "jueces alquilados" y también contra el Congreso, cuando denunció ciertos "intentos de destitución", al tiempo que descalificó a los opositores por su pasado.

Además, la Presidenta les mojó la oreja con un extraño pedido y hasta juró que iba a atender sus sugerencias, sobre todo porque se refirió a la Ley de leyes, aprobada con amplia mayoría oficialista en diciembre: "Díganme cómo van a pagar la deuda externa con los recursos que hoy están en el Presupuesto", disparó.

Justamente, en esa aprobación están previstos los $ 26.700 millones que se necesitan para pagar la deuda pública (intereses y comisiones), monto que representa 9,8% del gasto que originalmente se iba a cubrir con fondos del superávit que ya no está, por lo que hay que recurrir a las Reservas. Algo falló, nadie lo explica, aunque al menos la Presidenta acaba de blanquear la situación.

Y pese a que el discurso oficial enrieda los tantos y busca demonizar a la oposición, ésta por su lado se despacha con más diatribas porque teme que los fondos vayan a destinos poco claros. Lo cierto es que el Presupuesto 2010 merece una profunda y rápida revisión.

Por lo tanto, en esta cuestión bien podría manifestarse la oportunidad para que comiencen a acercarse las posiciones por caminos de consenso, a partir de un trabajo conjunto que apunte a rearmar con realismo los números del año, sin trampas ni chicanas de uno u otro lado.

¿Cuál es la contrapartida que obliga a imaginar este tipo de soluciones casi utópicas?: sin dudas, el fastidio social creciente, que se hará más evidente cuánto más se note en los bolsillos, inflación mediante, algo que parece estar envolviendo otra vez a los políticos en general, quienes, en sus respectivas burbujas, generalmente son los últimos en enterarse.

Lo más claro de este lamentable aumento de crispación que se vive día a día es que la clase política ha dejado de lado el sano precepto de poner la pelota debajo de la suela. Nadie dice que sean Maradona, pero ésa es la mínima acción que por ahora, buena parte de la sociedad le está pidiendo a los dirigentes.

 

Hugo E. Grimaldi
DyN

 

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