Por si no había quedado claro "quién manda y quién es el mandado", los actores del negocio de ganados y carnes fueron notificados que desde ahora deberán sortear un nuevo escollo, si la intención de los operadores pasa por exportar carne argentina.
Se trata nada más ni nada menos que de otra medida surgida de la mente siempre creativa del secretario de Comercio Interior, aunque
O algo peor: a potenciar la falta de credibilidad de Argentina como proveedor de uno de los productos emblemáticos que se obtienen en el ámbito nacional, como es la carne vacuna.
Como si no alcanzaran los palos en la rueda que el Gobierno viene poniendo a la cadena comercial de la carne, más precisamente desde marzo de 2006, ahora se exige que al ROE requerido para vender al mundo se anexe un pre-ROE, como una manera de aportar nuevos elementos a la confusión general que reina en el sector cárnico.
A esta altura de las cosas, los referentes del sector tienen clarísimo que si las autoridades no logran bajar el precio de la carne, utilizando los mismos elementos de presión que sistemáticamente fracasaron desde el arranque, la cadena comercial seguirá pagando las consecuencias del fenomenal desconocimiento del tema que sufren los funcionarios que implementan regulaciones sin medir las consecuencias que acarrearán.
Todo tiene un precio y la torpeza oficial en esta materia no es la excepción. Valga como ejemplo que el feroz recorte que muestran las reservas ganaderas, con epicentro en la mayor liquidación de vientres que se registre en la historia de la ganadería bovina en el país, no podrá recomponerse en tanto no se debatan políticas sectoriales sólidas de apoyo al crecimiento y despegue de la producción pecuaria nacional, sostenidas en el tiempo y analizadas por todos los actores del circuito cárnico comercial.
Los controles de precios y el intervencionismo en el comercio, sea cual fuere el rubro, nunca dieron resultado por estos lares ni en otros países y las consecuencias, siempre nefastas, las pagaron los representantes de los dos segmentos que no forman valores: el productor y el consumidor final. Y si la intención del Gobierno pasa por "defender la mesa de los argentinos", el resultado de las medidas que se han venido adoptando desde el 8 de marzo de 2006, cuando se cerraron las exportaciones de carne, fue más que elocuente a la hora de revisar los stocks bovinos con que cuenta Argentina en la actualidad, reducido a unos escasos 50 millones de cabezas.
Todavía se están pagando las consecuencias de aquel primer cierre del flujo exportador. Las ventas de carne al mundo no volvieron a reabrirse sino parcialmente, de acuerdo con el humor oficial y mercados como Canadá y Estados Unidos (que habían otorgado a
Para una de las producciones más competitivas del país, como es la de carne vacuna, el horizonte se ensombrece a diario. No sólo porque no hay estímulos para el desarrollo sectorial, sino que, por si esto fuera poco, sistemáticamente se ataca a la actividad como si fuera una plaga a combatir.
Sin embargo, entre los referentes de la cadena comercial de la carne todavía existe cierto optimismo a pesar de las nuevas medidas restrictivas que puedan implementarse para la actividad.
Y ese buen ánimo para seguir adelante en el sector y no morir en el intento se fundamenta en que, alguna vez, desde el Gobierno se pueda entender que las existencias ganaderas no pueden incrementarse por decreto y, de una vez por todas, las autoridades se dignen a debatir políticas estructurales de largo plazo para recuperar el ganado perdido y reposicionar al país en el mundo como un proveedor confiable, como supo serlo durante décadas.
Gladys de
DyN