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Recuerdos resucitados

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MIENTRAS LA ECONOMÍA SE COMPLICA, LOS SINDICATOS RECLAMAN
MIENTRAS LA ECONOMÍA SE COMPLICA, LOS SINDICATOS RECLAMAN

Inflación, la palabra maldita que despierta funestos recuerdos, ha vuelto a instalarse, y con pruebas contundentes, en el vocabulario y la vida cotidiana de los argentinos.

 

Y adquiere especial relevancia en esta época de estadísticas de dudosa veracidad y de discusiones de aumentos salariales donde el índice del costo de vida es elemento central en la mesa de negociaciones.

Así, era inevitable que el titular de la CGT, Hugo Moyano, se inmiscuyera en la esgrima dialéctica en torno a una cuestión que meses atrás era un fantasma, pero que ahora innegablemente se está corporizando.

A la cándida definición de la inflación que efectuó el Ministro de Economía, sobrevino una dura respuesta de Moyano, efectivamente llamando a las cosas por su nombre, aunque tan sólo 24 horas después haya querido morigerar sus expresiones iniciales que dieron justo en la nuez de Adán del funcionario.

La palabra escrita, más allá de los inmensos adelantos técnicos que permiten preservar las frases que se dicen en voz alta, tiene una contundencia inigualada que impacta, sobre todo cuando aparece en letras de molde.

Indudablemente la escalada de la polémica iniciada apenas unos minutos después de la respuesta al concepto de “tensión de precios” puesto en el aire por Amado Boudou y reflejada en los medios gráficos al día siguiente, tras una profusa difusión previa por radio, TV e internet, motivó a Moyano a tratar de bajar el tono para no generar una grieta peligrosa en el oficialismo, pero ya era tarde.

Si de algo puede jactarse Moyano, quien suele actuar en más de una ocasión como si fuera un ministro -pero no uno más- del Gobierno kirchnerista, es de no ser un improvisado.

El líder de los camioneros sabe perfectamente el eco que tienen sus expresiones, y por ende también sabía la repercusión que iba a generar una nueva reivindicación de la inflación de las góndolas, pero en el especial marco de respuesta al jefe de Economía.

Como pocas veces, el mandamás de la CGT tuvo la pelota picando en el área, en el punto del penal y en un arco sin guardameta. El sueño de todo goleador, que fue aprovechado sin ningún desperdicio.

Los aliados e interlocutores permanentes de Moyano en el Gobierno son Néstor Kirchner y el ministro de Planificación, Julio De Vido. Que Boudou esté o no en el Palacio de Hacienda es un dato menor para él, más aún en momentos en que el actual ocupante del sillón de esa cartera, en el que supieron sentarse verdaderos pesos pesados, tiene posada encima suyo una lupa gigante que alimenta incógnitas sobre su futuro.

La respuesta de Moyano es funcional al propio dirigente camionero y al resto del sindicalismo al menos en dos cuestiones centrales: salarios y obras sociales.

Ratificar que hay una inflación real, superior a la que dicen las estadísticas oficiales, no es un dato menor en medio de las tratativas salariales, además de que por principio los gremialistas no tienen otro deber que pedir lo máximo.

Es cierto que en los últimos años, más por estrategia política que económica, se puso límite de antemano a las mejoras pactadas, pero también es real que el deterioro del poder adquisitivo de los salarios por efecto de los aumentos en los precios estaba más acotado que en el ciclo actual.

Como pocas veces, el mandamás de la CGT tuvo la pelota picando en el área, en el punto del penal y en un arco sin guardameta. El sueño de todo goleador, que fue aprovechado sin ningún desperdicio.

De hecho, hay sindicatos que están pidiendo mejoras de más de 30 por ciento, que hasta casi duplican a las requeridas en paritarias anteriores.

Por otro lado, las palabras de Moyano, cuando tienen tono crítico, siempre pegan en la línea de flotación, aunque no causen hendiduras que afecten la estabilidad de la nave.

Claro que otra podría ser la historia si ese tono se mantuviera constante y diario, aunque para que se dé esa situación indudablemente tendría que abandonar el barco.

Pero ese efecto es suficiente como para que los destinatarios tengan presente que hay otros reclamos que suelen quedar temporalmente postergados, pero a los que los gremialistas nunca renuncian. Ése es el caso del dinero de las obras sociales.

Hay ruidos dentro del gremialismo, incluso el oficialista, por la deuda pendiente de los fondos para los entes de salud sindicales. Y ya hay dirigentes que no tienen empacho en quejarse, por ahora en voz baja y en privado pero no se sabe hasta cuándo, de que el Gobierno está “pisando” esos fondos que consideran propios, de acuerdo con el esquema de redistribución de aportes. Y la cifra que reclaman, se sabe, no es un “vuelto”. A esta altura llega a alrededor de mil millones de dólares.

Pero en las reacciones del jefe de la CGT siempre hay lugar para un interrogante adicional: si sus apariciones tienen en ese momento la especial venia de la cúspide del poder, como parte de los escarceos políticos que van in crescendo a medida que se complica la economía y se acerca una etapa electoral fundamental.

Es indudable que el embate del camionero es absolutamente funcional a quienes quieren ver a Boudou fuera del Ministerio de Economía. Es sabido que los detractores del funcionario a esta altura ya no están sólo en la oposición, y hasta del propio oficialismo han surgido inclusive rumores sobre posibles sucesores.

Y así, finalmente, al compás de uno de los vocablos malditos del diccionario argentino, inevitablemente empiezan a resucitar y a encandilar funestos recuerdos que, por supuesto, es harto deseable que queden nada más que en eso: recuerdos.

 

Luis Tarullo
DyN

 

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