Luego de la nota publicada por Tribuna, que proporcionaba un ejemplo más de la nueva modalidad de estafa en la Argentina, (los fraudes de los complejos habitacionales), que tocan el bolsillo y el anhelo de de la clase media joven emprendedora, se levantó una polvareda que pareciera estar sedimentando.
Oportunamente y gracias a que los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires nos impulsaron a investigar este tema, quedó en evidencia cómo detrás del sueño de la casa propia se esconden sucios negociados.
Ante lo publicado (y otras cosas), Mauricio Macri, “renunció” al titular del Instituto de Vivienda de la Ciudad, Roberto Apelbaum, a pocos días de tener que presentarse en un Juzgado en lo Contencioso Administrativo a raíz del incendio de Villa Cartón en 2007. Lo remplaza el peronista Omar Andrés Abboud, ex ministro de Desarrollo Social de Telerman y actual presidente del Instituto del Diálogo Interreligioso junto con el padre Marcó y el rabino Goldman.
La designación tomó por sorpresa a muchos ya que se esperaba para la ejecución de ese cargo al hombre de confianza de Mauricio, Eduardo Petrini, que si bien sigue despeñándose en el rubro, se rumorea una inminente renuncia ante la recomendación de apartarse de los problemas que azotan al IVC en los últimos tiempos de cara a las elecciones del 2011; entre los que cuenta una serie de facturas truchas encontradas en un allanamiento al organismo, -lo que evidenciaría un posible delito por malversación de fondos públicos- y por supuesto, la estafa de las Torres San Jorge
Con el camino allanado y la limpieza de cara, pareciera que ya no hay excusas para entregar las Torres San Jorge. Hace algunos días, el Instituto de Emprendimientos Constructivos, IDECSA, informó que el IVC había vuelto a cumplir con los pagos para que se retome la obra, si bien todos saben que la obra ya está terminada en un 98%, la jugada hace responsable de la entrega únicamente a la empresa constructora y no a los intereses que se pensaban cobrar a través del Banco Ciudad.
Pagar por lo que se quiere y obtenerlo dignamente, a veces, no es tan sencillo.
Carlos Forte