Como los límites de una hoja de papel, el contexto internacional muchas veces marca el destino de las naciones. Así como consecuencia de las Guerras Napoleónicas que tenían lugar en Europa en 1810, fue posible la independencia argentina, pero desde aquellos días han sido pocas las ocasiones en que nuestro país ha aprovechado el contexto internacional para avanzar en el interés nacional.
La Argentina logró articular sus intereses domésticos al contexto internacional entre 1860 y 1910 a través del modelo agroexportador. Se insertó en el mundo como un exportador de materias primas alimenticias, al tiempo que “importaba” la población europea que daría lugar a su matriz cultural tan distintiva. Pero luego no supo leer correctamente la decadencia del poder británico ni el rápido ascenso de los EEUU.
Si bien la devastación en Europa luego de las guerras mundiales aumentó la demanda por los productos de exportación, la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra puso al país en el lado equivocado.
Tampoco se comprendió bien la dinámica de la Guerra Fría, ya que los gobiernos durante la década del ’50 buscaban una tercera posición antes que la confrontación bipolar que dominaba las relaciones internacionales. Cuando se decidió tomar partido, entre los ’70 y ’80, tampoco mejoró la situación. Sobrevalorando las alianzas del país, se tomó la decisión más desastrosa de la historia de la política exterior y se le declaró la guerra a la OTAN. Aunque heroica desde sus participantes, la decisión de ir a la guerra por las islas Malvinas desnudó la imprudencia y la impericia con que se conducía la política exterior. En los ’90 se supo leer el momento unipolar de la caída de la Unión Soviética y se buscó un alineamiento “carnal” con los Estados Unidos. Con todas sus limitaciones, tuvo el gran mérito de reinsertar a la Argentina al mundo y alinearla en la dirección en que iban las relaciones internacionales. En teoría, el rol de la política exterior es ese: entender hacia dónde va el mundo para poder aumentar la autonomía de la acción externa. En la práctica, ello implica anticipar las amenazas, minimizar las restricciones y aprovechar las oportunidades internacionales para fortalecer el desarrollo interno.
Más recientemente, luego de la crisis de 2001, el país profundizó su aislamiento. Recluidos en nuestra crisis, no supimos anticipar la creciente reconfiguración global, que ha corrido el centro de gravedad de los asuntos internacionales cada vez más hacia el Este. Luego de la crisis norteamericana de 2008, este proceso de redistribución del poder global se ha acelerado. Hoy son los países emergentes como China, Indonesia, Rusia, India y Brasil los que lideran el crecimiento global y los que ganan poder de decisión a diario.
En el país se ha confundido autonomía con aislamiento. Y es que durante estos 200 años la Argentina ha sido presa de las luchas de intereses domésticos y de corto plazo, que han conspirado contra un proyecto estratégico de largo alcance, tanto temporal como social.
Mariano Turzi (*)
(*) Doctor en relaciones internacionales
Excelente nota que comparto y suscribo. Nos caímos del mundo, o mejor dicho nuestros gobernantes nos alejaron de él. Y la matriz es la misma, en aquel gobierno populista del 45 en adelante quisimos ser diferentes (una patología que afecta al argentino desde hace muchísimo tiempo, creer que es distinto, superior) y nos vendieron la falacia de la tercera posición. Hoy, con un populismo a ultranza, creemos que podemos "vivir con lo nuestro" y que no nos alcanzan las crisis que ocurren en otros lugares, sin comprender que aún con efecto retardado los efectos del terremoto se van a sentir más temprano o más tarde. Y como no existe malla de contención los resultados serán desvastadores. No hemos aprendido que en estas asignaturas improvisar, significa que te aplacen.
Osvaldo: en mi opinión, la tercera posción no fué una falacia, sino que no llegó a reunir el suficiente grupo de naciones que conformaran un polo de gravitación con el poder suficiente para neutralizar la bipolaridad imperante, lo cual hubiera sido lo más sano para reducir la permenente tensión político-estratégica de entonces. El problema de la Argentina fué,y es, la constante pendularidad de su política exterior, oscilando entre patrioterismo declamatorio y chupamedismo a ultranza, y, paradoja incluída, la de la última dictadura, que mientras asesinaba izquierdistas hacís pingües negocios con la Unión Soviética. Todo ello aceptado como lo más conveniente y aplaudido por un pueblo que nunca supo conocer la diferencia entre una cosa y otra. Saludos.
Héctor: Es indudable que el exitismo de los argentinos nos hace proclives a creer que las soluciones mágicas de los problemas mundiales no pueden partir de otro lado que de este país. Si todo fuese así, si las ideas innovadoras tuviesen como exclusiva usina la República Argentina, seríamos lideres mundiales. Y desgraciadamente no lo somos. La tercera posición era una creación del Gral. para mantener vivo al movimiento, el cual -según decía- no era de derecha, ni de izquierda. Esa postura jamás preocupó a los poderosos del mundo, ni le interesó a nuestros vecinos. Así como pasa con el Mercosur, cada uno juega su juego.En 1945 ó en 2010, da igual. Ese populismo fue el virus que hizo que Argentina no despegara nunca. La lucha generada desde el propio poder diviéndonos entre Peronistas y Antiperonistas con un personalismo absolutista (hoy divididos entre los que apoyan el modelo y quienes lo bombardean) solamente sirvió para entretenernos en luchas recicladas una y otra vez , como si se tratara de un concierto que se queda siempre en la obertura, nos quedamos estacionados y nunca desarrollamos la obra. Una sociedad trasgresora como la nuestra necsita de estructuras sólidas que le marquen el cuadro de referencia, una moneda sana y convertible y adaptarse a instituciones internacionales donde tengamos que cumplir las normas impuestas y no podamos romper las reglas facilmente. Pero mientras el poder siga concentrado solamente en la Casa Rosada, nada cambiará. Saludos.