La creación de una Comisión Parlamentaria que investigue las coimas que existieron en la compra y venta de distintas mercancías entre la Argentina y Venezuela en los últimos años, es la única esperanza de echar un poco de luz sobre lo sucedido.

A esta altura, es una obviedad que se torna cada día más imposible poder confiar en nuestros jueces federales.

Quién lleva la causa, Julián Ercolini, designado por el kirchnerismo y con fuertes contactos con el procurador Esteban Righi, quien ya tuvo en sus manos una causa que quemaba: los desaparecidos fondos de Santa Cruz, y, en lugar de ir a fondo, decidió remitir las actuaciones a Rio Gallegos, al juzgado del doctor Santiago Losada, un magistrado que, invariablemente, desincriminó a los K en las decenas de causas contra ellos que tuvo a su cargo.

El resultado fue más que obvio, Néstor terminó absuelto en tiempo rècord, sin necesidad siquiera de declarar, aunque la única explicación que tuvo para casi tres años del extraño derrotero fue para aportar que (textual) “liquidadas las acciones de YPF, el grueso de los fondos se utilizò para la compra de títulos y acciones líderes a nivel internacional”.

Ercolini pudo haber preguntado algo tan simple como: ¿“qué títulos compraron, de qué acciones se trató, cuándo las adquirieron, cuándo las vendieron. Ganaron o perdieron dinero al haber arriesgado un capital único, ya que se trataba de regalías por pozos de petróleo que la provincia jamás volverá a tener en su subsuelo?".

¿Y el resto de los pares de Ercolini? Bien, gracias.

El ex fiscal Carlos Stornelli y el ex juez Guillermo Montenegro dejaron la causa Skanska en manos del no menos impresentable Norberto Oyarbide, para irse a ocupar puestos ejecutivos con Daniel Scioli y Mauricio Macri, respectivamente.

Stornelli solía citar a Mao Tse Tung cuando se lo consultaba sobre una investigación que podía tumbar al kirchnerismo.

“¿Cómo se come un hombre a un elefante?” se preguntaba el líder chino. “De a poco”, se contestaba a sí mismo.

De más está decir que el elefante sigue gozando de muy buena salud.

No pasará nada con la causa por la valija de Guido Antonini Wilson, ya que ningún magistrado argentino osaría ir hasta Miami a interrogarlo, como sería aconsejable y hasta de manual básico. Tampoco parece que vaya a pasar nada con la famosa bolsa de la ex ministra Felisa Miceli.

Lo mismo ocurre con el enriquecimiento ilícito de los K, archivado en forma escandalosa por un magistrado acusado ante el Consejo de la Magistratura de perpetrar algunos de los peores delitos imaginables.

Similar situación para el resto de las causas que involucran al FPV; los medicamentos truchos van hacia Juan Zanola y no hacia el poder político; el ex secretario de medios Pepe Albistur es absuelto, Ricardo Jaime sigue libre, a pesar de las amenazas con encarcelarlo, Claudio Uberti sigue en su piso de casi un millón de dólares y sigue el carnaval.

“Cuidado, pero tenemos una Corte Suprema de lujo”, podrá decir algún desprevenido.

El máximo tribunal argentino no fue capaz, siquiera, de reponer al ex fiscal santacruceño Eduardo Emilio Sosa en su puesto.

Los “reputados” juristas ordenaron que le devuelvan el trabajo que Néstor Kirchner, como gobernador patagónico, le quitó escandalosamente hace quince años y el actual ocupante del sillón de Gregores, Daniel Peralta se muere de risa y les dice a los “decrépitos” (según Hebe de Bonafini) que sigan participando.

Esta Corte Suprema tampoco pudo hacer que se limpie el Riachuelo, como ordenó varias veces. Ni que se frene el desmonte en Salta, ni que deje de llover droga sobre el Norte del país, ni que los jubilados ganen sueldos decentes.

En resumidas cuentas, como se decía en épocas de la Colonia española: “se acata, pero no se cumple”. El kirchnerismo sigue riendo a carcajadas.

Los ministros llevan años sin decidir situaciones tan acuciantes como la falta de respeto a la ley de Coparticipación Federal, permitiendo que la Casa Rosada se quede con tres de cada cuatro pesos recaudados (cuando debería haber un piso del 34 por ciento para el interior).

También permite que se siga discriminando a la prensa con la cada día más millonaria pauta publicitaria, sin resolver el caso de la Editorial Perfil.

Tampoco la Corte define la situación escandalosa del actual Consejo de la Magistratura, donde Carlos Kunkel y Diana Conti hacen de comisarios políticos K amedrentando a los magistrados de todo el país.

Se suma a la lista los centenares de juzgados sin titulares confirmados, los que los deja subrogantes e indefensos al no contar con la imprescindible estabilidad laboral.

¿La Corte no ve lo que pasa algunos pisos debajo de sus cómodas oficinas?

El Kirchnerismo es un sistema que sólo cierra con un Congreso servil, una justicia cómplice y un periodismo alcahuete.

Un sector del cuarto poder le está metiendo balas (por distintos motivos), aunque, con eso, no alcanza.

Es el Congreso el que debe olvidarse de los Ercolinis, los Bonadíos o los Oyarbides y tomar al toro por las astas.

Está, prácticamente, todo probado sobre la denuncia del valiente ex embajador Eduardo Sadous. La comisión del quince por ciento de alguien que una empresa de Miami, cuyo titular sólo atina a esconderse y evitar a la prensa.

Un arrepentido que habló hace tres años con el ex defensor del pueblo Eduardo Mondino.

El fuel oil bolivariano, que no necesitábamos, ya que el nuestro se exportaba, era más caro que el vernáculo, muy contaminante y de peor calidad.

Los dieciocho viajes de Claudio Uberti a Caracas, sin ninguna justificación, ya que ocupaba un cargo en los peajes del OCCOVI.

El impresentable Rafael Bielsa, quien por carta se desligaba de la relación con Hugo Chávez, algo tan insólito como escandaloso, ya que conocía perfectamente las denuncias de corrupción.

Las mentiras del arquitecto Julio De Vido, queriendo ensuciar a Sadous acusándolo falsamente de haber estado durante el golpe antichavista o de ser anfitrión de los sublevados, cuando era el propio Néstor Kirchner el que organizaba esos mítines.

Ya demostró el comandante bolivariano que no puede dar conferencias de prensa formales, como ofrecía en Buenos Aires, habitualmente. Ahora, atiende de pasada a los periodistas locales en el lobby del hotel, negando todo con tanto desparpajo como premura para alejarse de los cronistas.

La bicameral investigadora es, tal vez, nuestra última esperanza.

La Argentina ya es una caricatura y nos esperan tiempos aún peores.

Basta recordar que el hombre más rico de Estados Unidos es Bill Gates, creador y dueño de Microsoft, nada menos.

En México, quien más dinero tiene es Carlos Slim, dueño de Telmex y Claro.

En Brasil, los principales magnates son Joseph y Moisés Safra con 4.700 millones de dólares. Estos hermanos son dueños del Banco Safra.

En Chile, el trasandino Andrónico Luksic, controla un grupo de 3.400 millones de dólares que incluye a la minera Antofagasta, la compañía de cobre más grande del mundo.

Aquí, el hombre más rico de la Argentina ya no será Goyo Pérez Compac, ni Amalita Fortabart, los Mastellone, Paolo Rocca, Grobocopatel, Roberto Urquía, Franco Macri, Benito Roggio, Bulgheroni, Blaquier o Eduardo Constantini.

En cuestión de meses, el consorcio liderado por el chubutense Cristóbal López, que acaba de comprar buena parte de Petrobras en la Argentina, será la mayor fortuna del país, si sumamos sus gigantescos casinos, sus compañías de transporte, recolección de basura, emprendimientos agropecuarios, pozos petroleros adjudicados por su amigo Néstor y colectivos de pasajeros urbanos en varias ciudades K.

¿Hace falta agregar algo más? 

Marcelo López Masia