El anuncio del jefe de la cartera educativa Alberto Sileoni ante sus pares del Consejo Federal de Educación (CFE), de la reanudación del Operativo Nacional de Evaluación (ONE), suspendido y discontinuado en los últimos años, despertó expectativas de lo más diversas en la comunidad. A partir del 9 de agosto será el turno de las pruebas de opción múltiple (multiple choice), en lengua, matemática, ciencias naturales y ciencias sociales para los últimos años del secundario y del 12 al 22 de octubre, se censarán y examinarán a los alumnos de primaria.
El ministro de Educación, Alberto Sileoni, cuestionó las evaluaciones de la enseñanza que elaboran rankings entre países y escuelas al señalar que "calidad educativa debe ser equidad y transmisiones de valores".
"No vamos por la calidad educativa, preferimos decir que queremos más calidad educativa, que nos parece una expresión más justa, que da cuenta de lo que falta y también reconoce lo que logramos hasta ahora", sostuvo.
Algunos alumnos, padres y docentes aún conservan y recuerdan el "pánico" que producían las pruebas nacionales de evaluación en los '90, cuyos resultados eran profusamente difundidos para demostrar que la mayoría de los chicos "no entendían las consignas, no podían interpretar textos ni resolver cálculos matemáticos".
Más tarde, siempre en los '90 surgieron los ránkings y competencias entre escuelas y jurisdicciones, sin respetar que en el país coexistían diversas realidades socioeconómicas y aplicaciones de la reforma educativa, que originó más subsistemas educativos que las provincias existentes.
Las pruebas de evaluación a los chicos se discontinuaron durante el gobierno de la Alianza, por falta de recursos y tal vez de voluntad política, y más tarde, con la crisis del 2001-2002 se suspendieron. Algunos estudiosos de la educación y pedagogos sostienen que actualmente "no hay excusas" con lo sucedido en otras décadas y por ello citaron las recientes "bajas notas" y ubicaciones rezagados de alumnos argentinos en pruebas internacionales, como el Informe del Programa para la Evaluación de Estudiantes, o Informe PISA.
Esta medición se realiza cada tres años y evalúa la comprensión lectora y razonamiento matemático de jóvenes de 15 años y, a partir de 2009, el desempeño en tecnologías digitales, a encargo de gobiernos y sus instituciones educativas. PISA es una medición realizada por la Organización de la Cooperación y Desarrollo (OCDE), cuestionada por algunos pedagogos y funcionarios argentinos por su impulso de los rankings entre alumnos y países del mundo, y que según algunas ópticas "es un momento en la vida del alumno que no refleja fielmente el proceso educativo".
Ese programa examina a estudiantes de una determinada edad y no de un nivel escolar específico, no mide el conocimiento escolar sino la capacidad de los estudiantes de poder entender y resolver problemas auténticos a partir de la aplicación de conocimientos. Angel Díaz Barriga, especialista del Instituto de Investigaciones sobre Universidad y Educación de la Universidad Autónoma de México (UNAM), sostuvo sobre la prueba que " si alrededor de 60 naciones participan en dicha evaluación, el Tercer Mundo estará financiando un examen que en realidad se hace para alumnos de primer mundo".
Díaz Barriga cuestionó que "para lo único que han servido esas pruebas es para que las editoriales privadas generen un mercado millonario en torno a dicho examen", que según dijo, demanda como mínimo un costo de 200 millones de pesos para los gobiernos.
Laura Hojman
DyN