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Centenario y ovejas negras (Parte II)

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UN ANÁLISIS NECESARIO SOBRE EL SER NACIONAL
UN ANÁLISIS NECESARIO SOBRE EL SER NACIONAL

Una pieza clave para el pacto colonial y sumiso es la población. Elididos en su mayoría, los negros, los pueblos originarios y la “barbarie”, el pequeño sector dominante decide incorporar mano de obra barata a la “civilización” para el mono—proyecto agroexportador e importador de manufacturas industriales.

 

 Abren el “mercado de pases”, pero no vienen los deseados europeos blancos, rubios y de ojos azules deseados; sino que la inmigración proviene de los países del sur del Viejo Continente que carece, en general, de este genotipo. Aunque algunos alemanes e ingleses llegan, pero como gerentes de ferrocarriles y grandes empresas.

Así es que “entre 1857 y 1914 ingresan al país y se radican definitivamente (…) 3.300.000 inmigrantes (…) Hacia 1914, de acuerdo al Tercer Censo Nacional, la Argentina contaba con 7.885.0000 habitantes de los cuales 30.3 por ciento eran extranjeros”. 19

Estos extranjeros suponen que en la Argentina pueden “hacer la América”. Algunos vienen con la intención de juntar unos pesos y volverse a su tierra natal, otros desean radicarse para luego traer a sus seres queridos. Esta importación humana no molesta a la clase dominante…siempre y cuando no modifiquen el statu quo que impera, pero estos recién llegados portan ideas libertarias. Justamente por sus luchas contra los poderosos deben huir de su terruño. Se presentan así dos fracciones bien marcadas: anarquistas y socialistas. Los primeros, llegan de países con escaso desarrollo capitalista (España, Italia y el imperio de los zares). Poseen nula o poca experiencia de fábrica. Son individualistas y gustan del trabajo artesanal. Sus ideólogos son Mijaíl Bakunin, Luiggi Fabri, Pietro Gori, Piotr Kropotkin, Enrico Malatesta y Pierre Joseph Proudhom. Por el otro lado, están los socialistas que provienen de países con gran desarrollo capitalista (Francia y Alemania, entre otros). Tienen experiencia laboral en fábricas. Beben de las ideas revolucionarias del marxismo y de la socialdemocracia. Gustan de las lecturas de Karl Marx, Friedrich Engels, Jean Jaurés, Eduard Bernstein y Alexandre Millerand. 20

Jornadas de trabajo infrahumanas son determinantes para que se formen las “sociedades de resistencia”. En 1878, se funda la “Unión Tipográfica”, luego vendrán otras, como “La Fraternidad” (1887), que nuclea a los socialistas ferroviarios.

En 1878, el país “progre” observa atónito la primera huelga. La realizan los tipógrafos, quienes ya no soportan las 12—14 horas diarias de trabajo, la ausencia de descansos semanales y la ausencia de higiene en los talleres.

El diario “La Nacional”, de Sarmiento, los critica al exponer que “la huelga es un recurso vicioso, y no siempre para los que la ponen en práctica da buenos resultados”.

Dentro de estos luchadores, que quieren reivindicar sus derechos, hay divisiones internas, situación que empeora su situación social. Tan es así, que “desde sus inicios, el Partido [Socialista] se traba en permanente polémica con los anarquistas, a quienes imputa aventurerismo, inorganicidad y apoliticismo”. 21

Destaca el politólogo Nun que en Canadá, el primer ministro John Mac Donald, promulga, en 1870, una política para que crezca el país basa da en tres patas: 1, una tarifa proteccionista de la industria en desarrollo; 2. la construcción de un ferrocarril que una al país; 3. la inmigración: se le concede al inmigrante que lo solicite una parcela de tierra para que la trabaje, siempre y cuando se nacionalice.

En la Argentina, no hay un proteccionismo marcado, los ferrocarriles son construidos por los ingleses y favorecen sus intereses. Además, se explota a los inmigrantes. Tan así es, que el 50 por ciento de la inmigración se vuelve a su país. 22

Cabe destacar, que durante de las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda se da una primera etapa en la política inmigratoria. El fundador del diario “La Nación” organiza agencias de inmigración para poblar el país, pero estas, en muchos casos, mienten sobre las condiciones de trabajo y el progreso en la Argentina, pues cobran por persona embarcada. La “picardía” argentina tiene años…

Es Avellaneda, en 1876, quien con la Ley 817 de Inmigración intenta proteger al inmigrante. Establece oficinas promocionales en Europa en donde se da información sobre la Argentina y se promete pasaje gratis, tierra en propiedad y trabajo. Pero al llegar, los inmigrantes se encuentran con otra realidad: las tierras prometidas, en su mayoría, están en manos de los grandes terratenientes.

 

Los discursos dominantes del ‘80

 

La figura del extranjero se presenta de manera dispar en el corpus discursivo, que abarca unos treinta años. La encontramos tanto en el régimen legal (por ejemplo en las leyes de “Inmigración y Colonización” de Avellaneda, de 1876; de Residencia, de Miguel Cané; y la ley de “Seguridad Social”, promulgada en 1910) como en cuentos, novelas, obras de teatro, crónicas periodísticas, discursos de políticos y en pinturas costumbristas.

Se podría establecer una división entre textos xenófilos y textos xenófobos. En los primeros, observamos una cosmovisión romántica e idealista en: “Bianchetto” de Adolfo Saldías (1896), “Promisión” de Carlos María Ocantos (1897), “Libro extraño” de Francisco Sicardi (1894—1902) y “Los gauchos judíos” de Alberto Gerchunoff (1910).

En la controversia con el inmigrante encontramos: “¿Inocentes o culpables?” (1884) de Antonio Argerich, y “En la sangre” (1887) de Eugenio Cambaceres, ambos contra los italianos. Asimismo, Julián Martel (José María Miró) en “La Bolsa” (1891), obra similar a “La Francia Judía” (1889) de Eduard Drumont, ataca a los judíos.

Una judeofobia similar está en el pensamiento de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. Sostiene el creador de “La Nación” que “El Poder Ejecutivo parece que no se ha preocupado (...) de la calidad de la inmigración que en grandes proporciones se pretende introducir en el país. Todos los informes son desfavorables a la nueva población que ha de venir a incorporarse a nuestra vida; en todas partes donde los judíos se han reunido en número considerable han provocado cruzadas en su contra; se afirma sobre la base de hechos innegables que, en general, son sucios, indolentes, ineptos para las labores agrícolas”. En tanto que el maestro de maestros dice : “El pueblo judío, esparcido por toda la tierra, ejerce la usura y acumula millones, rechazando la patria en que nace y muere por una patria ideal que escasamente baña el Jordán y a la que no piensa volver jamás”.

Este periodo “goza” de una superposición de ideologías. Hay un cruce entre el positivismo, el darwinismo social y el evolucionismo cultural, mezcla explosiva que redunda en la justificación de las “razas superiores” en contra de las inferiores. Asimismo, hay sectores que quieren “espiritualizar” el cientificismo.

Este caldo de cultivo ideológico arroja un saldo negativo al inmigrante.  

No escapa a la xenofobia expuesta José Hernández, quien en “El gaucho Martín Fierro “cuestiona: “Yo no sé por qué el gobierno/ Nos manda aquí a la frontera/ Gringada que ni siquiera /Se sabe atracar un pingo/ ¡Si creerá al mandar al gringo/ Que nos manda alguna fiera!”. Otra referencia negativa al “otro” se encuentra cuando Fierro pelea con un gringo del que dice que “era pa—po—litano: ‘quedó en su puesto el nación/ y yo fui al estaquiadero’”.

Asimismo, a posteriori, Ricardo Gûiraldes, en “Don Segundo Sombra” (1926) utiliza el término “nación” en “Pol lao del lazo se desmontan las naciones”.

Tanto en Hernández como en Gûiraldes la voz “nación” –como en los romanos: natio— se usa para designar al “otro”, a los “otros”, al extranjero, y no a sí mismos. 23

De la misma manera, en 1879, Eduardo Gutiérrez pone en boca de “Juan Moreira” que “en la estancia [prefieren] el trabajo del extranjero, porque el hacendado que tiene peones del país está expuesto a quedarse sin ellos cuando se moviliza la guardia nacional o cuando son arriados como carneros en una campaña electoral”.

Justo es decir que también Hernández quiere un gobierno que promueva y divida la tierra para cederla al inmigrante en forma gratuita con la condición de que se queden allí y no se amuchen en Buenos Aires.

En el teatro, específicamente en el sainete, también se trata el tema de los inmigrantes, como en “Los disfrazados” de Carlos M. Pacheco (1906), en los se caricaturizan a los italianos que hablan mal el español, son los “cocoliche”.

En tanto que en “Los inquilinos”, de Nemesio Trejo (1907), se muestran las imágenes preconcebidas y estereotipadas, pero se incluye la huelga de los inquilinos de 1907 en protesta contra los abusos de los propietarios.

Desde 1899, el político y escritor Miguel Cané ataca a la inmigración. Su campaña llega al cenit en 1902, cuando materializa la Ley 4.144 o de Residencia, que aprobada por el Senado y la Cámara de Diputados autoriza:

 Artículo 1º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida del territorio de la Nación a todo extranjero que haya sido condenado o sea perseguido por los tribunales extranjeros por crímenes o delitos comunes.

Artículo 2º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público.

Artículo 3º: El Poder Ejecutivo podrá impedir la entrada al territorio de la república a todo extranjero cuyos antecedentes autoricen a incluirlo entre aquellos a que se refieren los artículos anteriores.

Artículo 4º: El extranjero contra quien se haya decretado la expulsión, tendrá tres días para salir del país, pudiendo el Poder Ejecutivo, como medida de seguridad pública, ordenar su detención hasta el momento del embarque.

Artículo 5º: Comuníquese al Poder Ejecutivo"

El ministro del interior Joaquín V. González menosprecia la agitación social y vocifera que “’era producto de un par de docenas de agitadores de profesión’, y que ‘bastaba eliminar a éstos para volver a la sociedad a la tranquilidad merecida’". 24

Para Feinmann “la generación de Cané ganó la guerra y organizó el país a su imagen y semejanza (…) de aquí que hayamos sido educados bajo el imperativo de deleitarnos con las travesuras de las clases dirigentes, de los jóvenes educados de la burguesía porteña, de su oligarquía o de su aristocracia (…) en suma, que la prosa ligera [de] (…) Miguel Cané (que era (…) xenófobo, racista, represor y, en grado serio, paranoico sexual (…) modeló y modela las mentes de los jóvenes argentinos (…) Según Rojas [Ricardo], Cané carecía de varias cosas: ‘Faltóle la vocación docente, aunque por breve tiempo fue director de estudios; como faltóle la del foro, aunque fue abogado, y la del parlamento, aunque fue legislador’ (…) ¡Pero escribió ‘Juvenilia’! (…) Cané es la figura esencial del dandy del ochenta. Esa generación goza de un prestigio tan tradicional como tedioso en nuestra cultura. Se dice que hizo el país. No hizo mucho. Sólo dejó seguir su curso a la economía que la abundancia fácil posibilitaba. Hizo ese ‘granero del mundo’, ese país de las vacas gordas que ruidosamente festejó en el Centenario. Bajo estado de sitio. Bajo versos torpes de Lugones [Leopoldo]: ‘Allá la vaca fértil como el campo/ su sustancia elabora/ La honda paz de los campos en su ser vegeta’ (…) O bajo himnos extravagantes de Rubén Darío: ‘¡Hay en la Tierra una Argentina!/ He aquí la región del Dorado/ He aquí el paraíso terrestre’. Pero Cané (y todos los ‘lúcidos’ del 80) están preocupados. Abrieron el país. Y se vino, incontenible, ‘la marea’. La chusma ultramarina. Ácratas, anarquistas, indeseables de todo tipo. Y Cané será ejemplar en el arte del odio. ‘¿Dónde, dónde están los criados fieles que entreví en los primeros años en la casa de mis padres? ¿Dónde aquellos esclavos emancipados que nos trataban como a pequeños príncipes?’ (…) ¿Qué ocurre con los traviesos juvenilios educados entre 1863 y 1870? ¿Qué pasa con los mozuelos del severo rector Amadeo Jacques? ¿Qué les preocupa tanto? Cané podría decir: ‘¡Cuántos aparecidos!’ Aparecieron los Otros. Y, para colmo, son Ellos quienes los trajeron. Ahora hay que dominarlos. Ya en Francia, en 1871, durante esos bullentes días de la Comuna, se vio el peligro. Lo vio Tocqueville, ¡el maestro de la democracia!, y advirtió: ‘La ola sigue marchando. El mar sube. Se siente que el viejo mundo concluye, pero ¿cuál será el nuevo?’ (…) Cané entra en pánico. Habla de ‘la marea’. Lucio V. López habla de ‘la ola invasora’. Cané, en carta a su madre, en 1882 y desde París escribe: ‘Lo que me revienta es el populacho canalla vociferando en las calles’. Por fin, la obra magna de su vida (su verdadera obra maestra) asoma en el alma de nuestro tierno autor para adolescentes y niños. La Ley de Residencia (…) un instrumento para expulsar a los ‘indeseables’. Cané la llama: ‘Deliciosa ley de expulsión de los extranjeros’. Se obstina en su esencialidad violenta, represiva. Escribe un artículo al que titula ‘La ola roja’. Y dice ‘que todas las concesiones hechas al <elemento socialista> han resultado vanas ’y recomienda, como método, el implementado por Thiers ‘en la sangrienta represión de la Comuna de París’ (…) Lucio V. López añadirá otra ejemplaridad: ‘(En la Argentina) el mal gusto que elimina la Europa encuentra, falto de crítica, amplio refugio’ (…) Cané llega al colmo en un texto (…) donde se desmadra en todo tipo de obsesiones: ‘Nuestro deber sagrado, primero, arriba de todo, es defender nuestras mujeres contra la invasión tosca que es hoy la base de nuestro país. Cada día los argentinos disminuimos. Salvemos nuestro predominio legítimo (...) colocando a nuestras mujeres, por la veneración, a una altura a que no lleguen las bajas aspiraciones de la turba. Entre ellas encontraremos nuestras compañeras. Entre ellas las encontrarán nuestros hijos. Cerremos el círculo y velemos sobre él’ (…) El hombre que escribió este texto era un desdichado y estaba enfermo. Gravemente. Tanto, como para matar desde esa patología. No lo hizo él, sino sus herederos. Los que asumieron su mandato: cerrar el círculo y velar sobre él”. 25

Una visión distinta de Cané la brinda Horacio Sanguinetti, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires: “Hombre de la generación del 80, cuando todo estaba por hacerse, fue literato, abogado, profesor, decano, periodista, legislador, canciller, ministro del Interior, intendente, diplomático ostensible o secreto. Se lo recuerda, principalmente, por su deliciosa ‘Juvenilia’. Pero de su actuación cívica se ignora casi todo. Y, para peor, esa ignorancia lleva a objetarla, a tildarlo de elitista y hasta de represor. Por eso intentaremos absolverlo de tales cargos, evocando aquí solamente su ejemplar actuación legislativa, en la que campearon, pese al lunar de la ley de residencia, su progresismo, su defensa de los derechos humanos y sociales, su conducta contra la corrupción y tanto más (…) evitó el desatino de transferir los colegios nacionales a las provincias y auspició —tan temprano— becas estudiantiles y atención educativa popular.

(…) promovió el ferrocarril, el subterráneo (…) defendió el libro y el periódico (…)

Pidió la reducción, en quince por ciento, de las dietas legislativas. Nunca se enriqueció (…) en materia de derechos humanos, hacia 1877 resultan memorables las denuncias contra la dictadura uruguaya, por haber atentado contra dos ciudadanos argentinos (...) Como jurista, se adelantó, inclusive, a Alfredo Palacios en la cruzada para impedir la explotación laboral de niños y mujeres. También estuvo a favor de los hijos ilegítimos (…) quiso reglamentar el ejercicio de la abogacía, exigiendo la atención gratuita de los pobres. Defendió el sueldo judicial y pretendió crear el Colegio de Abogados (…) toda vida pública es controvertible, y la de Cané no escapó a esa regla. Se le objeta —casi exclusivamente— la autoría de la ley de residencia, que permitió al presidente, en acuerdo de ministros, la expulsión de los extranjeros ‘indeseables’ sin posibilidad de defensa ni de debido proceso. Creyó con ingenuidad en la aplicación honorable de ese engendro suyo. Pensó que la opinión pública no toleraría desviaciones. Lo cierto es que, ab initio, se aplicó la ley contra la oposición y, aun cuando no se la aplicara, pendió siempre, durante medio siglo, como amenaza que afectaba a tanta gente de bien (…) Fue su última actuación pública relevante, que muestra cómo se orientaba en la mejor dirección. Por constituir una suerte de testamento cívico, de aliento casi socrático, lo salva para siempre. Creo, en definitiva, que somos sus deudores y que Miguel Cané merece el recuerdo y la gratitud nacional. No sólo como creador de belleza, sino como creador de bien. 26

¿Feinmann y Sanguinetti hablan del mismo Cané? Parece que sí. ¿Será cierto lo de la subjetividad? También, parece que sí.

Es el mismo Cané, producto de su época, quien subido al podio del saber de la “generación del 80”, cree que no se puede cuestionar las ideas dominantes que son las de la clase que domina. Como paradigma, en 1904, en el discurso de despedida de su gestión de la Facultad de Filosofía y Letras de Universidad de Buenos Aires, cuestiona la defensa que hace el historiador David Peña del caudillo Facundo Quiroga. Dice que este historiador no debe “chocar (…) contra opiniones y sentimientos que son la base del organismo social”.

 

Hacia la Argentina “plural” y “tolerante” del Centenario

 

En 1875, alguien incendia el “Colegio del Salvador”. Se culpa, detiene y procesa a los miembros de la “Asociación Internacional de Trabajadores”, integrada por españoles, franceses e italianos.

A partir de esa fecha, debido a los desoídos y justos reclamos, las huelgas se tornan comunes.

El 22 de noviembre de 1904, en la ciudad de Rosario, la policía reprime violentamente a varios miles de huelguistas. Hay heridos y un muerto.

Los socialistas, cinco días después, organizan un mitin para repudiar los excesos, pero es desautorizado por las autoridades. En represalia, socialistas y anarquistas declaran una huelga general en Buenos Aires y Rosario.

El 4 de febrero de 1905, a cuatro meses de asumir como presidente, al mitrista Manuel Quintana le estalla una revuelta cívico—militar radical. En el Manifiesto Revolucionario, firmado por Hipólito Yrigoyen y Pedro C. Molina, la Unión Cívica Radical proclama el “’supremo recurso de la protesta armada’ para desmontar los obstáculos que amenazaban ‘retardar indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional”. 27

El Comité Ejecutivo del Partido Socialista, Juan B. Justo a la cabeza, publica “La política criolla y el motín militar”, que expone: “en tanto que los Partidos pertenecientes a la clase dominante califican de violento nuestro derecho de huelga, reprimiéndolo ilegalmente y coartándolo con los procedimientos más arbitrarios, ellos practican, como lo prueban los reciente sucesos, para dirimir sus bajas rencillas, los más reprobables sistemas de violencia. En consecuencia, invitamos a la clase trabajadora a mantenerse alejada de estas rencillas partidistas provocadas por la desmedida sed de mando y de mezquinas ambiciones, y a negar su contingente moral y personal a la obra desmoralizadora que ellos realizan, fortificando y consolidando su organización gremial y política con el objeto de obtener su próxima eliminación”. 28

Este socialismo mete en la misma bolsa a los radicales que reclaman por algunos derechos importantísimos — como el sufragio—, con los excesos del Presidente y la clase dominante.

Quintana no sólo reprime a los radicales revolucionarios, sino que lanza su furia contra los anarquistas. Estos, el 12 de agosto de 1905, atentan contra su vida, pero sale indemne.

El corto gobierno de Quintana es seguido por el José Figueroa Alcorta, quien se enfrenta a la bancada opositora que le niega algunas leyes y controla sus gastos de gestión. Entonces, decide clausurar las sesiones del Congreso y fija de facto el presupuesto del año anterior. Mediante la policía —a cargo de Ramón Falcón— y los bomberos, prohíbe el ingreso de diputados y senadores al Congreso.

José Figueroa Alcorta sufre un atentado por parte de un anarquista y sale ileso porque la bomba no explota.

Los extranjeros viven mal. Una familia compuesta por 10 miembros suele ocupar una o dos habitaciones, que mide 4 x 4 x 6 metros. El país se muestra próspero para los poderosos, pero un obrero sólo cubre el alquiler con la mitad de su salario.

En 1907, los inquilinos del conventillo “Los cuatro diques”, del barrio de Barracas, se niegan a pagar un aumento de alquiler. Paulatinamente, el “fuego huelguista” se expande por Lomas de Zamora, Avellaneda, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Rosario, Mendoza y Córdoba: 120.000 inquilinos participan de la “movida” en Buenos Aires y 20.000 en el resto del territorio nacional.

Piden mejoras sanitarias en sus viviendas, un 30 % de descuento y la quita de los tres meses de depósito que piden los dueños para poder alquilar. Lo perverso es que solamente entregan un recibo y los otros dos figuran como impagos. Así trampean la ley y pueden echarlos en cualquier momento. Finalmente, exigen que no se maltrate a los manifestantes.
La represión policial no se hace esperar y comienzan los desalojos.

En la Capital, están a cargo del coronel y jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón, quien expulsa a las familias obreras en las madrugadas del crudo invierno de 1907 con la ayuda del cuerpo de bomberos.

El Gobierno asume una postura muy dura y “sin contemplaciones, resuelven desalojar a todo aquél que se niegue a pagar el alquiler y de poco sirve la intermediación del Intendente para alojar a los expulsados en el Hotel de Inmigrantes, ya que el Ministerio del Interior no está dispuesto a secundar la medida”. 29

Por otro lado, la policía disuelve conferencias a sablazos. Son arrestados muchos dirigentes.

Las mujeres también son reprimidas, como María Collazo del Centro Anarquista Femenino.

El gobierno entonces aplica la Ley de Residencia, deportando a los activistas más destacados.

La represión no se hace esperar: “En Buenos Aires, el conventillo ‘De las 14 Provincias’, ubicado en Piedras entre Cochabamba y Garay, alberga a más de 200 familias. La policía, bajo el mando directo de su jefe Ramón L. Falcón, procede a efectuar el desalojo pero es rechazada a escobazos y con baldes de agua hirviendo. Los huelguistas obtienen apoyo material y político de anarquistas, que les prestan sus locales para reunirse, y de socialistas, que se declaran a su favor. Los enfrentamientos entre los huelguistas y la policía recrudecen. El 23 de octubre, en el barrio de San Telmo, en uno de los tantos conventillos en rebeldía, Miguel Pepe, quien alienta a sus vecinos a resistir, cae muerto por un disparo policial. Junto a él son heridos tres inquilinos. El funeral del muchacho de 15 años se transforma en una marcha multitudinaria, encabezada por mujeres de los conventillos. 15.000 personas marchan desde Plaza Once, y continúan por Congreso y Avenida de Mayo. Al llegar a la Plaza San Martín, la policía vuelve a reprimir. Los desalojos prosiguen y es necesario un número cada vez mayor de efectivos. Los jueces de Paz deben hacerse acompañar por bomberos armados con máuseres, otros con mangueras, y cien policías, entre los de a pie y la Montada. La asociación de propietarios, si bien reduce a dos meses el adelanto para acceder a una habitación, confecciona una ‘lista negra’ en la que figuran aquellos que han participado de la huelga. Para mediados de diciembre de 1907, el movimiento se da por finalizado. A los pocos meses, casi todos los conventillos involucrados en la huelga están en peores condiciones que antes, y muchos de los huelguistas extranjeros han sido expulsados del país”. 30

(Continuará)

 

Néstor Genta

Bibliografía y reconocimiento de autores

19. Ramos Jorge Abelardo. Op.Cit. p. 32 ramos,

20. Galasso Norberto. Socialistas y anarquistas en la Argentina. Cuadernos para la Otra Historia. Nro. 17. Centro Cultural E. S. Discépolo. Buenos Aires. 2001. pp. 4—6.

21. Ibid. p.22.

22. Nun José. Op.Cit.p. 20.

23. Chiaramonte José Carlos. Nación y nacionalidad en la historia argentina del siglo XIX.

En Debates de Mayo. Nación, cultura y política. Gedisa Editorial. Buenos Aires.2005.p. 44.

24. Pigna Felipe. Las grandes huelgas.

http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/movimiento_obrero_hasta_1943/grandes_huelgas.php

25. Feinmann José Pablo. La otra Juvenilia. Página 12.17 de octubre de 2004

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1—42416—2004—10—17.html

26. Sanguinetti Horacio. Miguel Cané, el político. 5 de setiembre de 2005

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=736009

27. Botana Natalio R. El arco republicano del Primer Centenario: regeneracionistas y reformistas, 1910—1030. En Debates de Mayo. Nación, cultura y política. Gedisa Editorial. Buenos Aires.2005.p. 131.

28. Ramos Jorge Abelardo. Op.Cit. p. 63.

29. Girbal Blacha Noemí M. La huelga de inquilinos de 1907 en Buenos Aires. Historias de la Ciudad Una revista de Buenos Aires, Lulemar Ediciones, Buenos Aires. Nro. 5. 2000. p.13.

30. Paula Romero Levit, Pablo Hidalgo – Asesoramiento Histórico: “Eternautas”– Coordinador: Gabriel Di Meglio/ Gustavo Alvarez/ Juan Pablo Fasano – Asesoramiento de contenidos: Jésica Tritten – Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel/ María Flores/ Gachi González/Verónica Kodalle.Historia de un país. Argentina Siglo XX. Capítulo 5: “La gran inmigración”. sitioweb: www.encuentro.gov.ar/gallery/1076.pdf.

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Armin Vans

 

4 comentarios Dejá tu comentario

  1. Amigo Genta: Brillante. Es de lo mejor que he leído escrito por un periodista en los últimos tiempos. Hay una serie de opúsculos-cuadernos que recogen la historia del sindicalismo argentino (todavía se puede ver en alguna librería de viejo) en la que se hace una medulosa relación de la actividad anarco-sindicalista. Dicho sea de paso la FORA nunca dejó de existir a pesar de la saña con que la persiguió Perón, y todavía hoy está. Lástima grande que entre la parte I y la II no se le dió por cubrir la guerra con el Paraguay, que me hubiera dado espacio para seguirle pegando a Mitre. ¿Habrá mas partes? Serían bien recibidas. Parte III, parte IV, parte V... Un abrazo, saludos a los señores periodistas y a mis amig@s foristas. Jorge A. Rodriguez

  2. Notable, excelente... Ojalá lo lea mucha gente, que continúe la serie y que tb haya otras voces, contrastantes, diferentes, si fuera posible. La diversidad enriquese a la naturaleza en general y a nuestra especie, en particular. El inmigrante laburó mucho, peleó mucho por sus derechos y los de la clase a la que perteneció, integrándose o creándola. Pero tb excluyó, adoptó conductas de los mismos a los que resistía, combatía.. y odiaba. No nos olvidemos del aluvión zoológico, ni tampoco, que muchos años después, nos tocó (toca?) a los hijos (nietos, bisnietos de esos inmigrantes) ser el aluvión zoológico en el interior profundo de nuestro País. Sobre todo cuando llega uno a ocupar espacios y tradiciones de igual a igual. Ya en los aborígenes (ejem.. pueblos originarios) americanos, estas conductas no eran extrañas. Difícil de creer que Cortés asustó, deslumbró y sometió a todos los que estaban con 30 caballos, las corazas brillantes y los palos de fuego... mmmh... no, no creo. Alguien lo ayudó. A él y a los que bajaban de las grandes canoas, no a sí mismos, quizás... quién sabe. De la historia se pueden escribir muchas distintas versiones; lo que no hay es replay. Y así somos, hasta aquí así llegamos. Algo me resulta inapelable, indiscutible: si no hubiera sido así, no podría yo estar escribiendo estas cosas y, seguramente con una pérdida de valor mucho más significativa, no podría estar leyendo estas excelentes contribuciones que ofrecen, vaya a saber por qué arranque de gentileza y acierto, con gran bonhomía, los columnistas de este espacio y sus muy notorios (notables) comentaristas. Con honrosas excepciones... pq excepción tipo cuartil inferior, acepto ser; deshonroso, no. Salúdoos atentamente. k#

  3. "... enriqueCe..", no? Si viene de riqueza, debe ser con c. Qué Enrique, que estaba"se" algo, se me habrá cruzado por la neurona activa en ese momento? Ni idea... Capaz que VIII, de Vedia, Caruso, Enrique..ta o aquel Enrique, "el que la mete cabeceando de pique". Bué! ya me está patinando el embrage otra vez. Además no creo que esa sea la peor errata a observar. Chau, otra vez. Comprendan que la inseguridad y la pacatería, no a cualquiera se le hace fácil superarlas. Atte, k8y1/2.

  4. Coincido con el forista Jorge. Me daría sumo placer que escriba sobre Mitre y sobre la Guerra del Paraguay. ¿Qué miedo que le tiene a Mitre? Leo sus artículos y considero que se le deben plantear algunos inconvenientes con sus colegas de La Nación y Clarín. Deberían leer sus notas muchos socialistas que las van de progresistas y no son más que burócratas. Sería bueno que autorice a otras páginas web para que tomen sus notas.

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