Actualmente se discute en el Congreso la supresión de las facultades extraordinarias delegadas al Ejecutivo y un nuevo régimen que regule el sistema de Retenciones a las Exportaciones Agropecuarias.

La existencia, consolidada por el transcurso del tiempo, de impuestos distorsivos, como son las llamadas Retenciones o el denominado Impuesto al Cheque, no permiten encontrar soluciones fáciles para eliminar o sustituir estas fuentes de financiamiento de los presupuestos públicos.

Sin embargo, existen fórmulas técnicas que podrían atemperar los efectos perversos de estos impuestos y contribuir a mejorar la irracional estructura impositiva argentina.

La primera afirmación que cabe formular es que, a diferencia de lo que sostiene gran parte del establishment, en la Argentina, en términos comparativos con otros países, la presión impositiva real es baja.

Según el economista del Plan Fénix, Jorge Gaggero la presión tributaria argentina es muy inferior a la de Brasil o a la de los países más desarrollados. En la Argentina estaría en el orden de 30% del PBI, mientras que en Brasil ya se acerca a 40 %.

La percepción ciudadana de que los impuestos en la Argentina son excesivos no es, sin embargo, totalmente infundada y obedece al efecto provocado por la extendida evasión fiscal, que consigue que la presión fiscal sea elevada sobre las personas que cumplen con sus obligaciones, mientras es menor o eventualmente inexistente en las personas o sociedades que logran evadir el pago de los impuestos.

Otra cuestión estrechamente vinculada a la anterior es también la percepción de la baja calidad del gasto público financiado con los impuestos, fenómeno que contribuye a la auto justificación de la elusión fiscal.

Según estimaciones de un informe reservado realizado por la Afip, que recientemente publicó Página/12, la evasión en el Impuesto a las Ganancias en el sector agropecuario, correspondiente al último ejercicio fiscal, 2009, alcanzó los $ 6.500 millones.

El dato sugiere que una proporción importante de la actividad agropecuaria se maneja en un circuito “negro” y que la presión tributaria sobre el sector resulta, en consecuencia, notablemente más baja que la que soporta el resto de sectores económicos.

Por otra parte, y en la medida en que se aplican como una suerte de Impuesto a los Ingresos Brutos, sin tomar en cuenta las diferentes rentabilidades de las explotaciones ni su tamaño, las Retenciones a las Exportaciones Agropecuarias pueden estar gravando de modo insostenible a determinados productores.

De modo, que todo apunta a la necesidad de ir a una reforma radical de la estructura impositiva argentina, algo que inexplicablemente viene demorando un gobierno que se ufana de “progresista”, cuando justamente, la primera obligación de todo gobierno progresista (o de izquierda), consiste en diseñar un modelo fiscal que garantice una redistribución equitativa de la renta.

En materia de Retenciones, una de las iniciativas que se barajan, es la de computarlas a cuenta del Impuesto a las Ganancias y esta fórmula permitiría alcanzar varios objetivos al mismo tiempo.

El Gobierno no sufriría una desfinanciación súbita y los productores agropecuarios podrían luego deducir en el momento del pago de Ganancias, las cantidades adelantadas a cuenta. De esta forma, quienes hubieran incurrido en pérdidas podrían obtener una devolución tributaria compensatoria.

Finalmente, el sistema obligaría todo el sector agropecuario a cursar alta en el pago del Impuesto a las Ganancias, con lo que se reduciría esa elevada tasa de evasión impositiva verificada en el sector.

En los países europeos, una de las fórmulas ideadas para evitar la evasión, consiste justamente en aplicar Retenciones en el origen de todas las rentas, que son compensadas al final del ejercicio fiscal, de modo que las personas o sociedades tributen finalmente en función de sus beneficios reales.

Así, por ejemplo, están obligados a retener alrededor de 20% quienes pagan Rentas de alquiler a los propietarios de viviendas o locales de negocios; las sociedades anónimas, cuando pagan dividendos a los accionistas; los bancos o entidades financieras, cuando abonan los intereses por los tenedores de plazos fijos y, en general, en todos los pagos que se efectúan a los profesionales independientes (médicos, abogados, arquitectos, etc.).

Las rentas salariales, como ocurre en la Argentina, también son objeto de retenciones variables por los empleadores, según el nivel de ingresos y situación familiar de cada trabajador.

Las Retenciones efectuadas en el origen de las Rentas tienen la enorme ventaja que obligan luego a todos los contribuyentes a presentar su correspondiente declaración del impuesto a la Renta, blanqueando de este modo su situación fiscal.

Con este sistema, en la Argentina se lograría mejorar la recaudación de impuestos directos y acabar con una de las mayores fuentes de inequidad fiscal, dado que el peso actual de la recaudación recae sobre los impuestos indirectos como el IVA.

No existe ninguna posibilidad de modernizar un país sin contar con un sistema impositivo eficiente, racional, equitativo y dotado de herramientas que garanticen el cumplimiento efectivo de las obligaciones fiscales, a todos sin excepción.

Los procesos de modernización en las democracias avanzadas, han comenzado siempre por una profunda reforma fiscal seguida de una profesionalización estricta de los cuadros de la administración pública encargados de aplicar las leyes fiscales. El panorama que ofrece la Argentina hoy, enfocando la vista sobre la anomalía fiscal, es el de un conservadurismo atroz y vergonzante.

Aleardo F. Laría
DyN