Se ha cerrado quizás la semana más tensa para el Gobierno, los políticos y la sociedad en su conjunto, desde aquellos episodios que sepultaron en 2008 la Resolución 125. Con lo que ha ocurrido durante los últimos días, sobre todo con el caso Papel Prensa, pero también con la desembozada ofensiva gubernamental que, por horadar al Grupo Clarín, se ha extendido a Fibertel, Cablevisión y también a sus clientes, está bien claro que esta vez se han puesto en juego cosas más profundas que entonces, como son dos valores esenciales que hacen a la confianza ciudadana y a la convivencia plural en democracia: la verdad y la libertad de prensa.
En el centro de la escena ha quedado, por supuesto, el matrimonio Kirchner, administrador del país desde 2003 y responsable, para bien o para mal, de buena parte de todo lo que les sucede a los argentinos. Ellos quieren continuar en 2011 y hacen de su permanencia en el poder una situación épica que los ubica en trance de luchar contra las fuerzas "concentradas" que les ponen "palos en la rueda", latiguillos que usan frecuentemente para ponerse en víctimas. Es un juego ya conocido: necesitan un enemigo y si no lo tienen, lo crean.
Pero en este caso, la acción de instalar un linchamiento para los directivos de Clarín y La Nación con el caso de Papel Prensa y volverse luego para atrás, no les ha servido políticamente para ganar puntos, sino más bien al contrario, ya que acaban de sumar al bando de los desencantados a todos aquellos que pedían sangre a borbotones. Ha quedado para la especulación conocer cuál fue el motivo central de la eventual marcha atrás en el grado de virulencia de la presentación que se hizo sobre Papel Prensa el martes, por la cadena nacional.
¿Por qué se retrocedió, si en el manual kirchnerista este verbo no se conoce? Puede tener que ver con las diferencias que hubo y que hay entre las dos alas del Gobierno que acompañan la individualidad de cada integrante del matrimonio, aun cuando esas diferencias tengan en el fondo que ver con su manera complementaria de ver las cosas.
La presidenta de la Nación ha sido siempre una política, afecta al debate de ideas y, en general, nunca se le ha callado a nadie. Su experiencia legislativa le ha dado chapa de gran polemista. Más allá de algunas sinuosidades de su propio discurso, sobre todo en cuestiones económicas, Cristina Fernández tiene el don de la refutación y sus argumentos suelen tener peso en cualquier cruce de opiniones, aunque a veces derrape en detalles o tenga ciertos deslices que el mundo de la sicología catalogaría como actos fallidos. Haber dicho esta semana que antes se regalaban zapatillas para ganar elecciones y que "ahora estamos dándoles netbooks a nuestros chicos para que estudien" es todo un ejemplo al respecto. ¿Cuál es el fin, que estudien los chicos o ganar elecciones? En cambio, Néstor Kirchner jamás ha sido visto en una mesa de debate o en una banca exponer una sola idea propia que refute por su peso la de los demás. Como partícipe siempre de acciones ejecutivas, el ex presidente es más bien un animal de pelea, al que le gusta imponer antes que conceder. Son más que conocidas sus apelaciones a las "verdades relativas" en relación a otros puntos de vista, cuando quiere expresar un concepto que se le antoja irrefutable, que su respeto por las verdades relativas de los demás, quienes, sólo por cruzarlo, se convierten en enemigos.
Esta dualidad de caracteres, inclusive de intelectualidades, no parecería ser algo malo si de formar una sociedad se trata. Al contrario, se torna indisoluble desde lo pragmático: uno piensa, el otro ejecuta. El problema se presenta cuando, por lo que fuere, los socios no balancean sus propios dones y tratan de cruzar la línea al terreno donde el otro se mueve con mayor comodidad. Allí, empiezan a observarse nítidamente las fallas de pensamiento y de ejecución y termina crujiendo la credibilidad.
Haber permitido que quienes elaboraran el Informe sobre Papel Prensa lo hayan titulado como "La Verdad" implica, más allá de la soberbia o el acto de religiosidad que denota el artículo "la" ("Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", Juan 14:6-9) un prejuicio extremo y un manifiesto desprecio por los jueces, que son quienes deben encontrar la misma, aunque sujeta a pruebas. Es más, las contradicciones no se sostienen, desde el momento en que se eligió hacer primero una denuncia política y luego otra judicial y no a la inversa.
Las del ex presidente, porque con ese título el argumento de su pretendido relativismo cae por el peso de los hechos y las de la Presidenta porque, como conocedora de los procedimientos judiciales, no hizo otra cosa que dejar entrever su decepción cuando señaló que "cuando uno termina la lectura de todo, queda con un sabor amargo pero con una certeza que yo traía desde hacía mucho tiempo". Como abogada, la Presidenta bien sabe que "certezas" no son pruebas y eso es precisamente lo que le falta al Informe de Papel Prensa, al menos en el Resumen de 218 páginas que le acercaron para que lea.
Hugo Grimaldi
DyN
POR DIOS COMO PONEN NOTAS DE ESTE FIJEO CHUPACOLOOOOOOOOOOOO