La tensión era tan alta hace una semana que muchos creyeron que el conflicto que quedó planteado en la relación entre Néstor Kirchner y Daniel Scioli debería resolverse en los días siguientes con una definición o una toma de posición nítidas, al menos de parte de alguno de los dos.

Pero los días pasaron y hubo apenas algún gesto de distensión; gesto leve, por cierto, y mezclado con nuevas señales bélicas.

Más allá de los protagonistas directos del episodio, entonces, la tensión sigue intocada —y también, y fundamentalmente, las expectativas que abrió el episodio— en la extendida geografía de la dirigencia oficialista bonaerense.

Sonrisas

El miércoles, la Presidenta juntó en un acto en La Matanza a su marido, Scioli, Hugo Moyano y Guillermo Moreno. El arranque del encuentro —un recorrido por una fábrica— fue denso. Mucho chacoteo entre el ex Presidente, el sindicalista y el terror de los empresarios, con el gobernador afuera del juego.

Pero la segunda parte mostró a un Néstor Kirchner que llamaba repetidamente a Scioli para sacarse fotos junto a los operarios y abrazaba al Gobernador para la inmortalización del instante. Esos minutos mostraron también algunos comentarios breves y sonrisas entre los dos.

Eso fue todo. Un mensaje gestual de distensión, propiciado por el ex Presidente. Una breve ronda del juego "dígalo con mímica".

Para la Gobernación, esa señal pública de afloje vino a sumarse a comentarios reservados de ultrakirchneristas que suelen oficiar de voceros informales de Olivos y que han dejado caer cerca de Scioli alguna frase del tipo "ya pasó, lo de 'las manos atadas' Néstor lo dijo por la Justicia".

El tercero en discordia

Pero apenas 24 horas antes había habido otra ronda del juego. En el acto que significó el reencuentro entre ambos desde el reclamo público de Kirchner a Scioli para "que diga quién le ata las manos" para combatir la inseguridad, también fue la Presidenta la convocante.

Y en el estrado sentó a su lado al gobernador, y al lado de su esposo al ex intendente de Morón y ahora diputado nacional Martín Sabbatella, un dirigente del tan poco definible "progresismo" argentino que llegó al Congreso por una fuerza opositora, Nuevo Encuentro, pero que viene mostrando una altísima y finísima sintonía con la Casa Rosada, no sólo apoyando sus proyectos de ley sino también defendiendo públicamente las acciones más polémicas del Gobierno y criticando a los que las critican.

En ese primer encuentro Kirchner y Scioli apenas se saludaron y el gobernador no pudo sonreír ni para las fotos. Sin duda, pesaba en su ánimo la situación indefinida abierta por el reproche de "las manos atadas", pero también debe haber influido el contexto y el resto de los invitados.

Ese acto se hizo en Morón, el territorio donde reina, con altísimos niveles de imagen y de votos, Sabbatella. Y Sabbatella figuraría, con un rol clave, en la estrategia electoral que el ex presidente empieza a consolidar para el 2011.

En la dirigencia bonaerense se extiende la convicción de que Kirchner viene leyendo en las encuestas que, para ganar la presidencial, dada su perfomance en varias provincias clave —Córdoba, Santa Fe—, deberá obtener entre 45 y 50 puntos en esta provincia. Y que ha concluido en que para eso necesitará tres candidatos a gobernador que lo lleven a él como postulante a la Presidencia.

En ese esquema, Kirchner apostaría a que disputen entre sí por la Gobernación el propio Scioli, "algún otro peronista" –Sergio Massa sería el ideal en su proyecto, pero como no tiene seguridad sobre la estrategia que, a su vez desarrollará el dirigente de Tigre, busca que se alisten también Amado Boudou y otros funcionarios ultrakirchneristas— y Sabbatella.

Esa presunta estrategia desvela a los jefes territoriales del peronismo bonaerense. Entienden que genera un escenario de derrota segura para la Gobernación y por supuesto no comparten el criterio de Olivos de que no importaría "sacrificar la Provincia" para ganar la elección presidencial.

Pero además saben que ese esquema pondría en jaque sus propias chances para retener el poder en sus distritos, en particular si de los intendentes del Conurbano se trata, que se preparan en masa para buscar la reelección.

Por eso la señal de "obligar" a Scioli a posar para la foto con él y Sabbatella resultó para esos referentes una señal mucho más fuerte —y preocupante— que los posteriores gestos de distensión con el gobernador.

¿Están estos dirigentes bien informados de los planes de Kirchner y "leen" bien sus gestos?

Lo cierto es que muchos están convencidos de que el ex Presidente se encamina a transitar esa estrategia. Creen también que busca consolidarla en medio de una pulseada con Cristina por la candidatura presidencial, y con un Plan B guardado en un cajón: ser él el candidato a gobernador bonaerense.

Y en consecuencia, el reto a Scioli y las señales posteriores están generando un efecto llamativo. Así lo explica un dirigente que conoce al peronismo bonaerense más que a su familia.

"Scioli se insinúa como la nueva esperanza blanca del PJ, la que alguna representó Reutemann y no quiso asumirla: empieza a ser mirado como el candidato presidencial que puede llevar al partido a la victoria sin el costo de la derrota de los demás", resume.

También advierte: "En este proceso está en juego la autoridad política de Scioli, o da el salto o no será nada".

El gobernador, en tanto, no quiere por estos días hablar de otra cosa que no sea de "la gestión" ni con sus operadores políticos.

Marisa Álvarez
NA