La súbita e impactante muerte del ex presidente Néstor Kirchner provoca tanta conmoción como dudas sobre el escenario político que se abrirá una vez pasados los días de luto y reflexión.

Kirchner fue el hombre fuerte de la política durante los últimos siete años, y su objetivo era mantener el poder por varios períodos más, con el fin de completar lo que él llamaba el proceso de transformación comenzado en 2003.

Cristina, en tanto, deberá aprender a gobernar sin su compañero de siempre, el que definía los trazos del sistema político y económico del país.

De la fortaleza de la Presidenta en el manejo del timón dependerá que se puedan sortear las convulsionadas olas que se vislumbran en el horizonte inmediato.

Es que el líder natural era, indudablemente, Néstor Kirchner, y ahora su ausencia genera un vacío de poder que no será fácil de llenar.

Es más, la Argentina es un país que se encuentra signado por la desgracias, con muertes que han cambiado de plano la historia doméstica, como la de Eva Perón, en 1952, y Juan Perón, en 1974.

Kirchner no alcanzó la talla de aquellos, pero manejó con mano dura las siempre complicadas líneas internas del Justicialismo, como así también con el resto de los actores políticos y económicos del país.

Nada fue igual desde esos momentos y no hay nada que haga pensar que la cosas se podrá reacomodar con rapidez en la Argentina de hoy.

Sólo que las fuerzas políticas en su conjunto olviden por un tiempo las liviandades y se den cuenta de la importancia de la hora.

Una tarea complicada si se observa el grado de fragmentación en la actualidad, con fuerte lucha de intereses. Tal la impronta que imprimió el ex presidente en su imaginario de concentración de poder.

Prueba de la preocupación que despertó la desaparición física del ex jefe de Estado, organizaciones gremiales y sociales ya anticiparon la necesidad de ganar la calle, ante los embates que presumen vendrán del amplio arco opositor.

Seguramente, para muchos quedarán sus logros de haber luchado por los derechos humanos y la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final.

Quizás, su foto más famosa será cuando ordenó bajar el cuadro del dictador Jorge Rafael Videla de la Escuela de Mecánica de la Armada, convertida ahora en un espacio para la memoria.

También la conformación de una Corte Suprema con idoneidad e independencia y haber colocado a la política como eje central de las decisiones, a diferencia de los 90, cuando los economistas eran reyes y señores.

En el plano económico logró la independencia del FMI con un pago por la deuda total de 10.000 millones de dólares y avanzó en forma significativa en una mejora del perfil de la deuda externa, un proceso de canje que se cerró en gran parte el año pasado.

Con su sello inconfundible vinieron después, ya durante el gobierno de Cristina, medidas como la estatización de los fondos previsionales, tras el derrumbe de los fondos de las AFJP provocado por la crisis global de 2009.

En contraposición, su conducta que se basó en la premisa "al enemigo ni justicia" —según la frase acuñada por el propio Perón— tensó la cuerda al máximo en la pelea entre el Gobierno y el campo en 2008, que le provocó un desgaste enorme y prematuro al gobierno de su esposa.

La confrontación con la dirigencia agraria hizo olvidar con rapidez que sólo un año antes había dejado la Casa de Gobierno con casi un 70 por ciento de imagen positiva.

Su intransigencia lo llevó a ganar odios viscerales dentro del PJ y la división en el denominado Peronismo Federal, el gran contrincante a vencer en las internas del año.

Por esta causa, debió resignarse el año pasado a sufrir su primera gran derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, el gran distrito electoral del país, y en diversos puntos geográficos del país.

Su figura también despertó amores como odios en el propio tejido social, donde las opiniones de dividen entre lo que piensan que condujo el país hacia una transformación histórica, hasta aquellos que le otorgan casi la talla de "tirano".

La lucha "cuerpo a cuerpo" con el principal grupo mediático que incluyó el "Fútbol para todos" también llevan su autoría intelectual.

La polarización en las urnas del año próximo era su gran carta de triunfo para los comicios presidenciales, más teniendo en cuenta las dificultades de la oposición para encontrar un candidato de consenso.

Sus problemas de salud y también los resultados de las encuestas ya prácticamente lo habían persuadido de resignar su candidatura y que Cristina se presentara a la reelección.

Néstor Kirchner también jugó fuerte para profundizar la unidad en América Latina, y su carta más sonada la puso sobre la mesa en la Cumbre de las Américas, en 2005, cuando junto con Hugo Chávez y Evo Morales impusieron el "No al Alca".

Esta movida le valió el malestar de los Estados Unidos, pero el reconocimiento de sus pares de la región y el nombramiento al frente de Unasur, cargo que ahora queda vacante.

Es decir que fronteras hacia afuera también se sentirá el impacto de esta muerte temprana, de alguien que, por lo visto, dejó de lado la salud en pos de sus ideales.

El súbito fallecimiento de Néstor Kirchner abre tanta angustias como interrogantes, en el marco de una historia argentina siempre tortuosa.