Mucho se ha escrito y dicho sobre la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Ex presidente que era el marido y compañero de toda una vida de la actual presidenta de
Es tan compleja la situación, o tan simple, que mi hija de cuatro años cuando se cansó de ver imágenes en la tele sobre esta muerte, me preguntó: “¿Y ahora qué hacemos sin presidente?”
27 de octubre del 2010. Uno recuerda los días históricos que nos toca vivir por las prácticas cotidianas que realiza. El Censo posibilitó que pasara largas horas con mi familia y, en especial con mi pequeña hija. Las palabras del presidente de Uruguay, José Mujica, deberían ser escuchadas una y otra vez ante tanto ruido mediático. La finitud de la vida. Nadie es Dios aunque muchos crean serlo. Nadie vive para siempre. Nadie es inmortal ni siquiera el hombre que siempre quiso conservar el poder. Kirchner era el presidente en las sombras. Hoy
Hace dos meses, el legislador Juan Cabandié, íntimo amigo de Máximo Kirchner, le respondió a mi compañero de radio, Sebastián Turtora, que los problemas de salud del ex presidente eran “un invento de los medios”. Ayer, el publicista Fernando Braga Menéndez, respondió a una duda que me carcomía para entender la lógica del poder: “¿Quería realmente ser presidente en el
Kirchner creía que podía esquivar a la muerte. Quería ser presidente nuevamente por el poder mismo. El fin siempre justifica a los medios para hombres como Néstor Kirchner, pero por algo el refrán popular ubica a la salud como la máxima prioridad. El stress mata, dicen los médicos. “¿Cómo no estresarse en un país donde se disputan intereses, dónde Clarín te acosa todo el tiempo?”, observa un colega radiofónico. Haciendo la de Inacio Lula Da Silva, podría ser una somera respuesta. ¿Cómo hizo Lula para sobrevivir a ocho años de gestión y varias derrotas previas electorales? ¿Acaso en el país más grande de América Latina no hay intereses? ¿Acaso el poder de O´ Globo no es superior al de Clarín?
De eso no se habla, dicen. ¿Qué pasó en las últimas horas en el seno del poder presidencial? Llámese Néstor o Cristina. Da escalofríos escuchar las palabras de Hugo Moyano, durante todo el día de ayer con cara de póquer, recordando lo grandioso que fue Néstor y el apoyo que, de ahora en más, tendrá la presidenta. Dan asco las lágrimas de cocodrilo de hombres y mujeres que en los últimos años se habían alejado del ex presidente y hoy pululan por figurar. Hablan de amistad, de amigos como si fueran una cuenta en Facebook. Los amigos con mayúscula se cuentan nunca son más que los dedos de la mano.
Otro colega de la radio, en el día de ayer, le preguntó a Omar Viviani, líder desde cientos de años de los taxistas, cuánto y cómo había influido en Kirchner la muerte del joven militante Mariano Ferreyra. Viviani no aceptó la pregunta. Al periodismo argentino, excepto contadas excepciones de tipos que están más allá del bien y del mal, como Jorge Lanata y como los colegas de Tribuna de Periodistas, se lo vio increíblemente respetuoso. Temeroso dirían otros. No saben qué pasará y quién tomará el poder real en las próximas semanas. Los comisarios mediáticos existen. No son un invento. Esos comisarios hoy, solitarios y desencajados, son capaces de ser más papistas que el Papa. Rendirle homenaje de la peor manera posible: silenciando a los que piensan distinto. Cómo sea.
Fue mejor presidente que rey. Nadie debería alegrarse por la muerte de un hombre. Pero no se puede negar que no fue así. Como tampoco fue así ante la muerte de Ferreyra a quien matones, “compañeros” de la derecha sindical y hasta otros tantos jóvenes, defensores a ultranza del modelo, catalogaron como “un zurdo menos”.
El Censo se fue tras la indiferencia. Un lugar en el mundo. En el sur patagónico, una argentina llora por su compañero que ya no está. Llora por lo que viene. “¿Cómo me dejás ahora?”, la imagino destruida ante un Néstor que no responde. No responderá más, nunca más.