¿Será Cristina? ¿Será Scioli? ¿Habrá espacio para otro gobernador? ¿El peronismo seguirá dividido? ¿Se fragmentará más? O como su ADN lo indica, mantendrá su dispersión sólo hasta el momento de encumbrar a otro líder.
Todas estas preguntas comenzaron a surgir tras el cimbronazo que significó la muerte del rector de la política argentina en la última década.
Hay que ser claros: cada uno de los dirigentes con aspiraciones presidenciales se preguntó, descarnadamente, si la muerte de Néstor Kirchner le conviene o lo perjudica. Entre los primeros, sobresalen aquellos que se quedaron sin el mayor contendiente de peso para la candidatura presidencial.
A pesar de algunas conjeturas, Kirchner iba a jugarse todo para volver a la cúspide del poder en 2011. "Si ve que no llega, dejará a otro pero lo va a intentar hasta el final", había precisado a NA un hombre de su entorno hace pocos días.
Dicho esto y más allá del panorama propicio que aparentemente se les presenta a otros pretendientes, todo indica que buena parte del futuro del PJ y de la suerte del proyecto político que lideró Kirchner recae y depende de Cristina.
El primer escollo será suplir a alguien que hacía política "20 horas por día", como lo describió otro funcionario que solía frecuentarlo en Olivos.
Si supera la adversidad y lo quiere, seguramente saldrá fortalecida para buscar su reelección. Deberá estar atenta a las experiencias diametralmente opuestas de Isabel Perón y Ricardo Alfonsín tras las muertes de su esposo y de su padre.
Por lo pronto, el kirchnerismo ya se puso a su disposición, pero también abrió un período de asamblea que se extiende a su matriz: el peronismo.
"El poder real del PJ lo tendrá Cristina", dijo el apoderado del justicialismo, Jorge Landau. "Vamos a apoyar a la compañera presidenta", garantizó Hugo Moyano, interesado en su propia supervivencia política sin Kirchner.
Se sabe que estas expresiones de amor pueden durar una luna de miel. El justicialismo tiene más genes de supervivencia que cualquier otro partido, lo que indica que la acompañará hasta el final de su mandato, pero también se encolumnará detrás de quien tenga mayores posibilidades de victoria.
En ese entramado, Scioli aparece con ventaja porque incluso puede surgir como piedra de unidad con los disidentes.
Sin embargo, la mayoría de las encuestas de las últimas semanas sugieren que Cristina Fernández cuenta con la misma intención de votos que tenía su marido, que no era poco ni tampoco suficiente.
Lo que ocurre ahora es que su estatura política puede resignificarse como Fernández o como Kirchner.
Por un lado la figura de su esposo se agigantará con su desaparición como ya comienza a palparse en las impresionantes muestras de apoyo popular. La muerte es un episodio extremo que edulcora lo malo y sacraliza lo bueno.
Por el otro, Cristina tendrá la posibilidad de revertir algunos aspectos más ligados a la decoración que a los cimientos que parecían estar en la naturaleza de Néstor y que le impedían sumar los puntos que necesitaba para ganar en 2011.
Si logra transmitir fortaleza tras quedarse sin su principal sostén político y emocional -y no sólo agresividad en la flaqueza- seguramente tendrá muchas posibilidades de cincelar su nombre en la historia y prolongar el sueño de su marido.
Gabriel Profiti