En una nota anterior titulada Periodismo Panqueque hacía referencia a la compra de voluntades como una práctica común. Sucede en la política, en el sindicalismo, ¿Cómo evitar que algunos intenten cooptar al periodismo más cuando muchos confunden esta hermosa profesión con la militancia política partidaria, con el marketing, la publicidad y hasta el lobby? He aquí la cuestión, a propósito de los dichos de público conocimiento del flamante titular del COMFER, Martín García quien, lamentablemente no es una isla en el paisaje actual del periodismo argentino.

Orlando Barone me dijo que en “678” había abandonado el periodismo para convertirse en militante de una causa: la de atacar a los poderosos, a los grandes multimedios y, fundamentalmente, a Clarín. El día que el monstruo haya sido derrotado, me retiraré, decía el ex empleado del diario de Ernestina Herrera de Noble. Pero, ¿acaso es posible que el indefenso y modesto medio de comunicación que, según el susodicho era, en abril de este año “678”, acabase convirtiéndose en lo que denostaba? Barone dejaba un signo de interrogación grande como una casa.

“La vida de los Otros” es una película alemana multipremiada que transcurre en el Berlín Oriental durante los últimos años de existencia de la República Democrática Alemana y muestra el control ejercido por la policía secreta (Stasi) sobre los círculos intelectuales. Hoy nada es secreto. Toda la información —entendiendo por información la pública que es la publicada— está en Facebook, Twitter, demás redes sociales, Google y fundamentalmente en la televisión. En “Zodiac”, un reportero gráfico anticipa el resultado de la investigación policial sobre uno de los asesinos en serie más enigmáticos de la historia norteamericana. “No es verdad lo que dice”, comenta el policía. “Sí, lo es”, le responde su compañero, “está en televisión”.

El bloggero K (¿es periodista? ¿Qué es ser periodista?), Lucas Carrasco, famoso por postear que agarraría una metralleta y mataría a Alfredo Leuco por una mina, coincide en que ambas prácticas van de la mano como el flamante titular de Télam, quien prefiere un militante a un periodista. Y cita el día del periodista que se conmemora en memoria de alguien que “jamás quiso ser periodista sino revolucionario como fue Mariano Moreno” Deambula por los programas de Diego Gvirtz como una vedette y baja línea entre los fanáticos a la causa. Reproduce lo que le dicen en las redes sociales. Hagan la prueba, ingresen en Facebook a su perfil y lean los comentarios de las mujeres y “compañeros”; mueren por él. Es un fenómeno a analizar. En un almuerzo entre compañeros de trabajo (no es, digamos, un sitio neutral, sino canal 7), tras el asesinato de Mariano Ferreyra, no pude cerrar mi inmensa boca ante la frase “nos tiraron un muerto”.

Casi me linchan. Miriam Lewin, una periodista que supo estar de ambos lados de la trinchera —entendiendo que lo que se está viviendo actualmente en el periodismo es una guerra en la que todo vale como en todo enfrentamiento de estas características— afirma que “no se trata de alcahuetes sino de personas que son más papistas que el papa y hacen y van más allá de lo que se les pide”. Pero si desde arriba el todo vale, se justifica como un fin a conseguir, cueste lo que cueste, los locos se reproducen.

La violencia de arriba engendra a la de abajo. Es una verdad de Perogrullo. Otro film alemán (es apasionante comprender la realidad a través del séptimo arte), “La Ola” expresaba en gran parte estas ideas. El fanatismo, la locura militante, la propaganda política que no puede ni debe ser lo mismo del periodismo. Periodismo es otra cosa. A veces, este gobierno quiere ocupar el rol del profesor alemán del instituto Rainer Wenger a quien se le ocurre la idea de realizar con sus alumnos un experimento para explicar qué es el totalitarismo. El film y el experimento arrojan, finalmente, resultados trágicos.

El que no está con nosotros, está contra nosotros. En uno de las últimas ediciones de “678”´, el citado Barone se indignaba de los que hoy se han subido al barco K, reclamando derechos de autor o, tal vez, cobrar un plus por antigüedad en la causa. Que alguien me explica cual es. Lucas Carrasco; al frente. “El peronismo no tiene una categoría tan fuerte como el anti, el gorila es todo aquel que es “racista y xenófobo”. Contundente. 

Un periodista, ¿tiene permiso a subirse a la marea militante oficialista, la mierda oficialista como profesa las remeras del programa símbolo? Según Barone, no; tal vez teme que alguien ocupe su lugar, que le serruchen el piso. Según el bloggero, en relación con el empresario de medios, Diego Gvirtz, los cambios ideológicos repentinos pueden producirse pues “todos podemos cambiar de ideas por alguna razón, hasta yo”. “Gvirtz viene del alfonsinismo y hay muchísimos puntos de contacto entre el alfonsinismo y el kirchnerismo”. “La Noticia Rebelde” fundó un estilo como ahora “678” pues “fundó un nuevo género televisivo”. Agrega: “Gvirtz no fue kirchnerista durante el conflicto con el campo y yo tampoco lo defendía a Gvirtz pero todos podemos cambiar de ideas, yo también”.

¿Convicción ideológica o conveniencia económica? Los marginales, como diría Jorge Boimvaser, los colegas de este medio se reirán de las afirmaciones de los bloggeros K a quienes no les parece una contradicción ser periodista y militante, o viceversa. Claro, me dice, uno de estos personajes, “sangran por la herida, en vez de sumarse a la fiesta, incluirse en la manifestación popular, la miran por tele y se hacen la paja soñando formar parte de lo que nunca serán”. Prendo la tele, buscando ese acto pero antes de llegar a un canal de aire —cadena nacional otra vez— me hipnotizo con Sean Peann en “Todos los hombres del rey”.

Luis Gasulla