Abordar este tema apelando a dichos populares tales como “y como si esto fuera poco y por el mismo precio”….”tras lo llovido mojado”, o cuestiones similares resultaría de lo más apropiado, ya que el comercio ilegal de estas sustancias y su consecuente dinero lavado resulta un importante promotor de la inflación.
Como no podría ser de otro modo, el blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico, también genera inflación, y con ese “también” quiero decir dos cosas: la primera es que además de todo lo malo que tiene por donde se lo mire el narcotráfico, también genera inflación; y la segunda que si la inflación local se debe mayoritariamente a las medidas desacertadas del poder político de turno en materia económica, monetaria y fiscal, el fomento solapado de este tipo de actividades ilícitas en el país, es otra forma de seguirla alimentando.
Cuando un país importa actividades ilegales de otras naciones por negligencia, de común acuerdo con las autoridades del país emisor o permisividad vinculada con la financiación de necesidades propias de un momento, necesariamente se produce el lavado de dinero, y se está importando también inflación, la que se suma a la ya existente.
Los hechos acaecidos la semana pasada en el Parque Indoamericano, están directamente vinculados con intereses de esta naturaleza, y no hay peor ciego que el que no quiere ver, por lo que parece oportuno analizarlo en el marco de uno de los problemas locales más candentes de los últimos tiempos. Sobre todo teniendo la visita del FMI en el INDEC cuya misión hipotéticamente es la de “colaborar” en el diseño de un indicador inflacionario un poco más creíble que el ideado por el gobierno de turno. Argumento infantil si los hay, pero en fin.
Como fenómeno socioeconómico la problemática del narcotráfico es mucho más que preocupante y, de hecho parecería que existen gobiernos realmente comprometidos en combatirla.
Pero esto lamentablemente no tiene en la mayoría de los casos un sustento de protección social, sino de conveniencia o inconveniencia económica.
Cuando una nación decide en serio crecer económicamente toma diversas y a veces complejas medidas tales como combatir con toda seriedad el delito. Pero esto, por muy idealista que suene, es parte de una política seria de (entre otras cuestiones) exportar los efectos macroeconómicos indeseables desde su seno hacia otros países.
El crimen organizado combatido con éxito en un lugar, necesariamente se asentará en otro donde se le permita permanecer y desarrollarse, sobre todo, si favorece intereses políticos del país receptor.
Pero vinculando este tema con la inflación, sabemos que la economía plantea distintas causas como generadoras de la misma tales como la excesiva demanda o escasa oferta, el poder de los monopolios en la determinación de precios, las pujas salariales, exceso de dinero circulante, etc. Todo esto, deteriora el poder adquisitivo de la moneda y finalmente se traduce en efectos sociales no deseados.
El fenómeno inflacionario excede la materia económica trasladando sus efectos al ámbito social y político.
Cuando en cualquier economía proliferan las actividades ilegales como el narcotráfico, entre otras, el desarrollo de la misma se ve necesariamente afectada a causa de la gran masa dineraria que empieza a circular en sus diferentes sectores por el incremento de la demanda de toda clase de bienes y servicios.
A priori parecería bueno que tanto dinero fluya hacia la economía, pero la realidad es que no lo es en tanto la desequilibra inexorablemente, afectando obviamente de manera más perjudicial a los sectores de menores recursos.
El narcotráfico promueve las competencias desleales a partir del lavado de dinero distorsionando las actividades económicas al punto de eliminar actividades comerciales formales y reemplazarlas por actividades ilícitas, por lo que resulta una solución perversa frente a las crisis sociales y económicas en tanto que además estimula la inflación.
Se abren mucho más las brechas sociales entre ricos y pobres porque quienes se dedican a traficar droga obtienen dinero fácil y ascienden rápidamente, ahondando la desigualdad de oportunidades.
El crimen estatal organizado es el cómplice más evidente de la proliferación de este flagelo al dejarse sobornar, intimidar y hasta usufructuar de sus favores aceptando por ejemplo dinero lavado para campañas electorales.
Creer que las políticas públicas llevadas a cabo tienen algún trasfondo solidario latinoamericano, fraternal o de corte humanamente igualitario es incurrir en el paroxismo de la ingenuidad.
Suponer que existe una sola toma de decisiones a nivel gubernamental que carezca de componentes especulativos es ser un perfecto iluso.
Desconocer que la misión con la que llegó Néstor Kirchner de dividir
Esta vez, fue Kirchner quien lo hizo, el mismo personaje que aparentemente fue velado en el salón de los Próceres Latinoamericanos de
Pero ya lo dijo Albert Einstein: “Hay solo dos cosas que parecen infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro”.
Nidia G. Osimani