El entorno presidencial está trabajando duramente para instalar la certeza de que Cristina Fernández se presentará a una reelección. Esto obedece a la necesidad de ese entorno de sostenerse en el poder y continuar con los negocios tan lucrativos que el kirchnerismo generosamente posibilita a sus adláteres. Saben perfectamente todos estos muchachos que con otro gobierno instalado la mitad se irá al exilio y la otra mitad desfilará por Comodoro Py.
La reformulación que Fernández Wilhelm viene haciendo sobre su entorno inmediato la aleja cada día más del peronismo para acercarla a esa entelequia llamada kirchnerismo que no tiene ni candidatos presidenciales (a excepción de ella misma) ni funcionarios de renombre ni tan siquiera candidatos destacados para cargos electivos. Recordemos que hace un año y medio Néstor Kirchner debió violar la Constitución Nacional para poder adornar sus listas con algunos nombres atractivos (falsos candidatos) que no asumieron, y aún así perdió. Se equivocó la Presidente, porque optó por quedarse con el poder pero sin el partido.
El PJ tradicional más tarde o más temprano se estructurará en torno a alguien, pero muy difícilmente lo haga en derredor de una candidata que pretendió ser superadora del propio Perón y con un variopinto elenco de funcionarios donde conviven marxistas y ex terroristas de los setenta con sindicalistas y hasta ex UCD, todos sospechados de ser partícipes necesarios de la inédita corrupción que impera en el país. Scioli es mucho más digerible para el PJ que Cristina y su, ya sepia, juventud maravillosa.
Asimismo, al oficialismo le costará muchísimo poder despegarse de los escándalos de narcotráfico que lo salpican tanto desde Gral. Rodríguez, como desde Barcelona y hasta desde Wikileaks; de la destrucción de las fuerzas de seguridad y de las innumerables causas por corrupciones diversas que pesan sobre sus funcionarios.
La conclusión es que si Cristina Fernández continúa “desperonizando” probablemente ni siquiera reúna gente para integrar las listas, y que si Eduardo Duhalde consigue plasmar lo más rápido posible una alianza electoral con Mauricio Macri, el voto tradicionalmente peronista irá hacia ellos. Será otra instancia del péndulo nacional.
Estas son apenas algunas de las razones por las que puede sostenerse que Fernández Wilhelm no será candidata. Más aún, que el llamado kirchnerismo no presentará candidato, excepción hecha de alguna posible aventura decididamente izquierdista y condenada a un seguro fracaso electoral. A la presidente la quieren hacer entrar porque aún no encontró la manera de salir.
Y es que ella misma se encuentra ante un dilema de difícil solución. Si se va, dilapida su historia, pero si se queda la destruye.
Es un estigma el que lacera a la Argentina desde la sangrienta revolución de 1955, porque el país quedó irremediablemente atado a los humores del PJ, es decir, a proyectos individuales carecientes de ideología y ética en el ejercicio de la función pública cuando están en el gobierno, y a oposiciones feroces y golpistas cuando están en el llano.
Pasados ya tres largos lapsos peronistas desde el ´55 (el gobierno de los setenta, el menemismo y el kirchnerismo), el llamado justicialismo le sigue debiendo a la Argentina un gobierno verdaderamente nacional, auténticamente democrático y que de una vez por todas haga honor a aquello de la justicia social y deje de fabricar pobres e indigentes.
Algo que no denigre la razón de ser política de quienes aún conservan el cuadro de un sonriente Perón montando al pinto.
Fabián Ferrante