Con respecto al tema de la edad de la imputabilidad, hay que decir que esta medida debe ir atada en principio a la “compresión de acción dolosa” del individuo. Por algo los países más desarrollados —que por esa calidad no son perfectos, pero tienen más experiencia de vida que nosotros—, consideran la ecuación “crimen adulto-condena adulta”.
Recordemos que, hace unos quince años —si no me equivoco— dos menores uno de 10 y el otro no recuerdo si un año mayor o menor, mataron en las vías del tren a un niño de 5 años; en fin, los detalles del caso pueden ser inexactos pero sirva el ejemplo hoy todavía los autores están privados de su libertad por tiempo indeterminado sujeto a evaluaciones psicotécnicas y de comportamiento.
Estos es bueno, pero solo si se cuenta con institutos carcelarios que hoy no tenemos y que deben ser para reeducación y sanos y limpios y lamentablemente son escuelas de perfeccionamiento del delito. Por eso, hasta que no hagamos los deberes en forma integral en seguridad educación y justicia, vamos mal. Seguimos haciendo parches en un barco de corcho y que va a pasar cuando ya no nos alcancen los dedos de las manos para tapar los huecos.
Nos espantamos en cómo creció el delito y el narcoterrorismo en México, que antes se situaba en Ciudad Juárez y hoy hasta ha llegado a ciudades turísticas como Acapulco, lesionando la fuente principal de ingresos de esa ciudad: el turismo internacional.
Ya algunas embajadas recomiendan a sus ciudadanos no ir, como la norteamericana que al hablar de Buenos Aires recomienda a sus ciudadanos y a los ejecutivos de sus empresas transitar únicamente en zonas vigiladas como Puerto Madero y tener cuidado de desplazarse en el GBA.
Un país no solo se construye con hormigón y acero: se construye fundamentalmente con educación, equidad, salud y dignidad para todos sus habitantes. No solo para unos pocos que la disfrutan (políticos) y sus amiguitos. Sino también para el resto, que tiene miedo de salir a la calle y vive entre rejas.
Alberto Weckesser