Alaska, 62°23'36" latitud norte, 145°08' 03" longitud oeste, cerca de Garona, al oeste del Parque Nacional Wrangell en San Elías. Allí puede encontrarse una base militar norteamericana con 180 antenas emitiendo en conjunto un billón de ondas de radio de alta frecuencia las que, atravesando la atmósfera, interactúan con los electrojets aureales (partículas eléctricas que flotan sobre el planeta).
De esta manera modifican la ionosfera, esto es, generan ondas de corriente de baja frecuencia que al ser interceptadas por las vibraciones mencionadas, permiten manipular una enorme fuente energética capaz de alterar y/o modificar varias cosas.
El Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia, o Proyecto HAARP —High Frecuency Advanced Auroral Research Proyect—, se lleva a cabo precisamente en esa base militar, aunque no es el único. Muchos otros proyectos militares han estudiado la ionósfera, utilizado satélites espaciales y analizado la alta atmósfera, como por ejemplo el Argus (1958), Starfish (1962), Satélite Energía Solar (1968), Apartamento Lanzacohetes (1968), Cohete Saturno V (1975), Implicancias Sanitarias y Fitosanitarias Militares (1978), Órbita del Sistema de Maniobra (1981), Traslado Experiencias Innovadoras (1985), Poderoso Oaks (1986), Tormenta del Desierto (1991).
El resultado buscado por esos programas es por ejemplo el de interceptar la radiación solar mediante una constelación de satélites geoestacionarios y reenviarla a la tierra en un paquete concentrado de rayos para su utilización posterior, o alterar intensidades, o concentrar la radiación solar de modo tal que permita destruir misiles, alterar las comunicaciones, etc.
Lo relevante en este caso en torno a estos proyectos, es que la versión oficial siempre dio cuenta de que se trataba de estudios acerca de la atmósfera, que se compone de la siguiente manera: la tropósfera, de unos 16 km. de altura contados desde la superficie de la tierra; la estratósfera, de unos 48 km. de extensión, entre la tropósfera y la ionósfera. Esta contiene la capa de ozono; y mas allá de los 48 km., los cinturones de Van Allen que suelen captar partículas de energía diversa como protones, electrones y partículas alfa, que intentan ingresar a la tierra y fueron descubiertos en 1958 mientras realizaba sus operaciones el Explorer I, primer satélite de los Estados Unidos.
La versión oficial insiste en que se trata de experimentos cuya única finalidad es la de perfeccionar el conocimiento científico de la atmósfera en cada uno de sus estratos, hasta algunas declaraciones han hablado de la necesidad de aumentar la cantidad de ozono en la estratósfera.
Pero para empezar a abordar la descripción de la hipotética finalidad del Proyecto Haarp, es previo destacar que el interés militar norteamericano por el estudio del espacio nació luego de la segunda guerra mundial a partir del desarrollo de la tecnología nuclear, bombas, cohetes, misiles guiados, entre 1945 y 1963.
Durante esta etapa de desarrollos, se analizaron los impactos nucleares sobre la tierra y a nivel subterráneo.
Así por ejemplo, en el proyecto Argus (1958), se hicieron explotar tres bombas de tipo fisión nuclear de 480 km. sobre el Océano Atlántico en el cinturón de Van Allen más próximo a la superficie terrestre y dos bombas de hidrógeno de
Por último el Programa Haarp, está diseñado para "entender, simular y controlar los procesos ionosféricos que podrían alterar el funcionamiento de los sistemas de comunicación y vigilancia". Para esto, se manipulan vibraciones llamadas “electrojet”. La traducción literal de “electrojet” sería “chorro de electricidad” o electrochorro.
Sobre la superficie de la tierra flota una energía a la que se dio el nombre de “electrojet aureal”. Al ser manipulada generando en ella ondas de baja frecuencia, se modifica el medio porque cambia el nivel vibracional de la corriente.
La estimulación de la ionósfera mediante la emisión de pulsos inyectados de manera programada se produce por las ondas que éstos ocasionan, ingresando a la tierra para rastrear desde misiles, submarinos sumergidos, túneles subterráneos, etc.
El Proyecto Haarp entonces, remitiendo haces de radiofrecuencia a la ionosfera, tendría como finalidad aproximar ese electrojet al planeta generando de ese modo una gran fuente de energía, un enorme calentador de la ionósfera creado por el hombre.
Pero los electrojet afectan todo el sistema, desde las comunicaciones, pasando por la electricidad, el clima… ¿y por qué no la conducta humana, su anatomía y fisiología?...
Lo descripto precedentemente es solo el aspecto oficial de los programas, sin embargo, esta sola sucinta mención necesariamente ya abre numerosos interrogantes, empezando por los tres más elementales ¿Cuál es verdadero alcance del daño irreversible que todos estos experimentos han causado en el planeta? ¿Cuál es el verdadero objetivo que tienen los mismos? ¿Quiénes son los verdaderos autores intelectuales, más allá de los materiales?
Posiblemente, algunas de estas preguntas no excedan el plano meramente racional de la inquietud científica, otras quizás, se orienten hacia el lado de las teorías conspirativas, y podrían enmarcarse dentro de lo político o filosófico. Pero también habrá muchas que deriven en la elaboración de respuestas de tinte “conspiranoico”.
Sin embargo, una direccionalidad tentativa de tales respuestas posiblemente pueda surgir de una segunda y tercera parte de la presente descripción.
Nidia G. Osimani