ODA
A WALT WHITMAN
Yo no
recuerdo
a qué edad,
ni dónde,
si en el gran Sur mojado
o en la costa
temible, bajo el breve
grito de las gaviotas,
toqué una mano y era
la mano de Walt Whitman:
pisé la tierra
con los pies desnudos,
anduve sobre el pasto,
sobre el firme rocío
de Walt Whitman...
Pablo
Neruda
Walt Whitman es un poeta para nuestro tiempo. Un poeta del cambio. Un poeta de
la nación, pero sobre todo, un humanista de la época. Poeta esencial, de la
trasformación. Poeta de un nuevo espíritu en América. Poeta fundacional.
Poeta revolucionario.
Walt Whitman dinamitó el establecimiento del anciano régimen
y sus cortes, el pasado imperial, colonizador, el statu quo de un tiempo
acabado.
Poeta
de la anunciación, del futuro, pero también de un presente para ser nombrad,
interpretado, exaltado y descubierto. Fue un descubridor de su tiempo, uso el
conocimiento religioso, filosófico y científico para interpretar poéticamente
el mundo que le rodeaba. Poeta profundamente moral, no se encasilló ni puso
anteojeras, ni beatificó su palabra ni actos. Hombre libre Walt Whitman, de
pies a cabeza, por todo lo ancho y largo de cuerpo y pensamiento.
Fue enfermero en la guerra de Secesión entre el Norte y el
Sur, escogió el Norte, donde era originario, hijo de carpintero, fue maestro,
editor, chofer ocasional por solidaridad con un amigo. Era un curandero del
alma de Norteamérica.
Poeta del cuerpo, visceral, de la naturaleza, de las cosas,
del origen de lo nuevo, del misterio no revelado, indagador. Su palabra busca
revelar el cambio en el curso del río sin abandonarlo.
Su poesía es un canto asimismo, a la vida, la esperanza y
Whitman contempla con todos los sentidos, suma al porvenir lo que constata
paso y lo ofrece a la gente común y corriente, descubre, documenta su
experiencia, la comparte y eleva a la categoría pública.
Más allá de sus vivencias, impresiones, filosofía,
religión, fe, principios, de la biografía de sus actos, Whitman irrumpe con
una nueva poesía, con un verso libre, largo, iniciaba su nueva retórica, y
se desprendía del lenguaje tradicional que le precedía. América trae
sus constructores, trae sus propios estilos, dice en uno de sus versos,
como si fuera un principio para su poesía.
Son los pasos, las zancadas de un profeta, que anuncia que
es un deber en América hacer una obra que sobrepase todas cuantas se han
hecho. Su poesía influyó poetas
importantes como Pablo Neruda, Apollinaire, Maiakovski, Allen Ginsberg,
Willian Carlos William.
Neruda siempre reconoció su deuda con Whitman, sobre todo
en su canto General y algunos trazos de Residencia en La tierra. Pero está
claro que más que un imitador, Neruda podría ser un continuador de la obra
de Whitman, con su propia perspectiva y retórica.
Existe una originalidad personal también
en el Vate de Isla Negra. Comparten el amor por América. Su visión y épocas
son muy diferentes.
Construye un mundo poético desde la esencia de su realidad
y conciencia, Whitman es el poeta nacional de Estados Unidos y respira la nación
por los cuatro costados. Vive, ama intensamente el país, está en todas
partes alabando la naturaleza, el nuevo orden, lo que viene y lo que sucedió,
el presente que corre. Sueña y se organiza como un constructor.
Hojas de Hierba, el volumen madre de la poesía de este
norteamericano, que no sólo alabó los nuevos tiempos, sino puso en evidencia
sus vicios, peligros, y para ello usó el ensayo. La palabra directa y
denuncia en su tiempo que una legión de iglesias, sectas, los más siniestros
fantasmas que conozco, usurpan el nombre de la religión. Pone al descubierto
la deshonestidad, corrupción, el soborno, fraude y llega
a involucrar a todos los servicios del Estado, excepto el judicial. ”En
vano, advirtió con ojo de visionario, marchamos con una rapidez inaudita y
sin precedentes hacia la formación de un imperio tan colosal que dejará atrás
a todos los antiguos, más grande que el de Alejandro, más grande que el de
Roma en el pináculo de su poderío. En vano nos hemos anexionado Texas,
California, Alaska y nos alargamos hacia el Norte en busca del Canadá y hacia
el sur en busca de Cuba. Como si estuviéramos, en cierta manera, dotados de
un inmenso cuerpo que se perfecciona más y más, mientras permanecemos con un
poco de alma y sin ella.”
El poeta de la América rotunda este Walt Whitman,
visionario, profético, soñador y realista, hombre de ideas claras, decía lo
que pensaba y no se dejó atrapar por el medio, los intermediarios entre la
vida y la muerte, porque siempre su opción fue por avanzar en el largo y
contradictorio río de Heráclito. Consumió su tiempo en el hombre, la pasión
de América.
Jorge Luis Borges, en su ciega lucidez, tradujo Hojas de
Hierba, y advierte en su prólogo la defensa de un ideal nuevo que se
enmarañaría en el azar de una
democracia electoral, además
indirecta. Borges descubre en él al innovador que fue, experimentador de una
nueva poesía, y lo asocia a Byron en una escuela de búsqueda de un héroe.
La gracia de Whitman, reconoce el autor de Ficciones, es que el héroe
whitmaniano es un ser innumerable y ubicuo, disperso Dios de los panteístas.
Para el narrador y poeta porteño, Whitman elaboró una extraña criatura de sí
mismo” que no hemos acabado de entender”, de naturaleza biforme. El
modesto periodista de Long Island, subraya el autor de El Aleph, y el
hombre de aventura y de amor, indolente, despreocupado, animoso, recorredor de
América. No debemos creo, separar a
Whitman de Whitman, ni de su mito, que es la mayor de las aventuras de un
poeta. Whitman supo hacer crecer la palabra como su sueño en América,
dialogó y se unificó con el lector y le pasó la palabra finalmente.
Para Borges, solo James Joyce pudo acometer con éxito la
creación de un personaje múltiple, como lo hizo Whitman.
Sorprende la vigencia de su mensaje,
quizás por su compromiso permanente. Whitman murió en 1892. Sorprende
también que la primera edición haya pasado desapercibida y
más bien ignorada. Sólo Emerson, su mentor, comprendió la fuerza, el
valor, trascendencia del mensaje de su poesía para América. En poesía nada
debiera sorprendernos, porque el éxito de un libro sólo lo da el tiempo. Ni
los premios ni las vitrinas o los críticos de ocasión, salvan la poesía, ni
ninguna obra de arte, porque el tiempo se encarga de equilibrar las cargas, más
allá de la tinta circunstancial. Es el más extraordinario
fragmento de espíritu y sabiduría que América ha producido, le dijo
Emerson, cuando leyó Hojas de Hierba.
Whitman abrazó la palabra y la vida, quiso ser piedra
fundacional y lo fue. Recorre la nueva Nación y se instala en todos los
oficios, asume su yo colectivo y personal, un íntimo nosotros. Está al lado
de su hermano y el que comete faltas.
No discrimina. Socorre al necesitado, se pone en su lugar,
y los invita por igual participar
en su epopeya.
Sus biógrafos describen a Walt Whitman como un fornido y
frugal atleta, hombre sano de cuerpo y mente, el hijo de un carpintero que se
hizo amigo del leñador Abraham Lincoln. Hace sentir su honda respiración,
sus atléticos pasos, la firmeza de sus principios, la verdad de su palabra,
reitera que todo lo que le interesa a los demás, le interesa a él. Y
enumera, como si fuera hoy su tiempo,” la política, las guerras, los
mercados, los diarios, las escuelas... los bancos, las tarifas, las fábricas,
los títulos, los bienes muebles e inmuebles”. Es y siente como todos los
ciudadanos.”
Fue un poeta y pensador de grandes ideas, verdaderas
sentencias: "Los Estados Unidos están destinados a superar la grandiosa
historia medieval o a evidenciar el más tremendo fracaso”. Un poeta para
leer hoy en estados Unidos, para apropiarse de la fuerza de sus sentimientos,
del coraje de sus verdades, del
instinto certero de la búsqueda y de la justicia. Whitman es el padre de la
solidaridad norteamericana, el hermano mayor barbudo que camina por las
esquinas de Manhattan, desprevenido del viento, liberto y libertario, como un
frondoso árbol plantado en las
riveras del Mississippi, o el río Colorado con sus rápidos. Permanece su
grito ahogado, solitario, cantando en el Oeste, anunciando un Mundo Nuevo. Se
celebra y se canta, nos canta, nos hace cantar con él un camino inédito.
Privilegia una nueva manera de ver el mundo, no sólo un nuevo mundo, a la
espera de ser inaugurado. Lo habita con todos sus poros, con un entusiasmo
visceral y racional recorre los espacios física y mentalmente.Expande su
bandera poética por todo el territorio norteamericano. Sólo va sumando y sumándose,
a la gente, a los eventos, a la geografía y moviliza la nación hacia grandes
responsabilidades y hazañas, busca un destino. Es mensajero de un mensaje
moral En Estados Unidos. Profundamente ético, democrático, social,
humanista, libre, sólo comprometido con el hombre, la especie que ama en
todos sus sexos y etnias, sin discriminación alguna.
W.W.,
poeta fundador que se funda en una mística, es río, mar, sudor, respiración,
la materialidad espiritual de la vida y del amor. Es testigo, todo lo ve y está
presente. Y mi sombrero y mis
zapatos no son mis límites. Pide que nos desnudemos, transparencia nada más,
ni nada menos, autenticidad, naturalidad, somos iguales, ante la luz y la
oscuridad, y nadie es culpable... Y en todos y en cada uno voy tejiendo el
canto a mí mismo. Soy de todas las razas y de todas las castas, de todos los
linajes y de todas las religiones.
Walt Whitman es también el poeta de los 35 millones de
latinos que viven en Estados Unidos y de los 500 en América Latina. Su
visión poética, filosófica, religiosa, política, nunca tuvo fronteras. Sorprende
que no esté instalado en el Instituto Cervantes de Manhattan, un hijo
verdadero de Mahatta... Habitante de Manhatta, mi ciudad, o de la sábana
del sur, se identifica en el tercer verso introductorio a
Canto de mí mismo. En todos los hombres me veo, ninguno es más ni
menos que yo... Sé que no me perderé como la espiral que en la oscuridad
traza un niño con un palo encendido. Y se declara poeta del cuerpo y
del alma; los goces del cielo están conmigo y los tormentos del infierno están
conmigo. Walt Whitman, un cosmos, de Manhattan el hijo, Turbulento, carnal,
sensual, comiendo, bebiendo, engendrando, se va enunciando a sí mismo,
caracterizándose, presentándose al lector. Va más allá, El que degrada a
otro me degrada, Y todo lo que se dice o se hace vuelve a mí al fin.
Responde al cuerpo y a los
sentidos: La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte. Creo
en la carne y en los apetitos. Ver, oír, tocar, son milagros, y cada parte de
mí es un milagro. Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que
toco y me toca. Ela roma de estas axilas es más fino que las plegarias, esta
cabeza es más que las iglesias, las biblias y todos los credos. Si algo hay
que yo venero más que las otras cosas ese algo es la extensión de mi cuerpo
y cada una de sus partes.
Walt Whitman es el personaje épico de su epopeya, se
reinventa a cada paso, es él, el otro y el de más allá. Se fusiona en carne
y espíritu, se materializa en la inmortal materia inmaterial de las cosas, en
al conciencia humana. Creo que una hoja de hierba no es menos que el/
camino recorrido por las estrellas, Y que la hormiga es perfecta, y que también
lo son/ el grano y la arena y el huevo del zorzal... Y que la menor articulación
de mi mano puede/ humillar a todas las máquinas.
Tomo lo material y lo inmaterial... La madreselva en la
ventana me satisface más que la
metafísica de los libros...
Whitman de tanto testimoniar lo hizo con el futuro, él, un
hijo raizal de Manhattan, veamos:
Soy
el bombero hecho pedazos, roto el esternón,
Los muros me sepultan en su caída,
Aspiré el calor y humo, oí la gritería de mis compañeros,
Oí el sonido lejano de sus picos y de sus palas,
Han retirado ya las vigas, con ternura me alzan.
Yazgo en el aire de la noche con mi camisa roja,
El silencio que guardan es por mí
Después de tanto sufrimiento yo no siento dolor,
estoy
Exhausto, pero no tan desdichado,
Blancos y hermoso son los rostros que me rodean,
Se han quitado los cascos,
La arrodillada muchedumbre se borra entre el fulgor
de las antorchas.
Nuestro ejército cubre todos los confines de la tierra, verso
premonitorio whitmaniano, casi de campaña, futurista, certero en el tiempo,
cumplido en la historia más allá de las palabras ¿Poesía, profecía? Hoy
no se cree en el poeta oráculo,
en la existencia del Aedo, más bien en
el trabajador silencioso de la palabra, armador de versos como cualquier otro
carpintero. La poesía no tiene esa dimensión epopéyica.
Whitman es el gran
entusiasmo por vivir, un creador de futuro en el presente, y su misterio es el
poema que construye con la el trigo y la cizaña, la ventana y el cielo, con
fe en el hombre, en todo lo que ve y toca. Camina atlético sobre la pureza
inaugural. Whitman es la pasión juvenil de una nueva era: Todo cuanto es mío
es tuyo.
Quédate conmigo este día y esta noche y serás dueño
del origen de todos los poemas
y entra como un ventarrón, descubre la nueva América, que ayuda a fundar de
costa a costa. Inspirado en su poderosa intuición, su poesía ama con todos
los sentidos al prójimo y se
proclama heraldo de una nueva época. Vigía de su tiempo, irrumpe en la
cotidiana existencia de América. El poeta, hizo también la historia.
Rolando Gabrielli