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Las zonceras de Aníbal Fernández ¿son solo un resumen Lerú?

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BONSÁI DE JAURETCHE
BONSÁI DE JAURETCHE

El olivo ya le dio dieciséis aceitunas así de chiquititas y la cosecha de una manzana verde de 5 centímetros de diámetro fue su orgullo este verano, al volver de Villa Gesell. Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete de la lengua filosa para la radio y no menos los dedos para Internet, ama el bonsái. Raro pasatiempo para un ducho baqueano en las grandilocuencias del peronismo, así como en los resbalosos lodazales del conurbano sur donde mandan los cardos y tantas noches, años ha, supo negociar ásperas internas en mesas de club con algo más que un cinturón en la cintura.

 

Apelando a su propio estilo zumbón podría decirse que su última creación es un bonsái de Arturo Jauretche: Fernández acaba de editar —mejor dicho, lo hizo Planeta— su primer libro como autor: "Zonceras argentinas y otras yerbas (Manual)", que desde el título a la estética de tapa e incluyendo la estructura de capítulos un poco copia, otro evoca y otro pretende continuar aquel "Manual de las zonceras argentinas" con el que, allá por 1968, Jauretche terminaría de consagrarse como emblema indiscutido de la intelectualidad "nacional y popular" opuesta a los "cipayos" y "vendepatrias".

Primera sorpresa de "Zonceras...": el prólogo con que Cristina Fernández de Kirchner elogia más al inspirador doctrinal que al escribidor fáctico del libro, de quien ya alguien la acusará, según dice, de haberse contagiado por atreverse a cuestionar en su texto introductorio a los que necesitan poner "cara de traste" para elaborar pensamientos supuestamente profundos. Y cita a Mendieta, el perro de Inodoro Pereyra, para lanzar un "¡que lo parió!" que "sería demasiado" en boca de una Presidenta. En efecto, el correr de las páginas y las nuevas zonceras antikirchneristas de los gorilas argentinos enumeradas por Aníbal F. será también un transitar por la crítica a "tanto boludo autorizado" que anda por ahí desacreditando al Gobierno, a las "hijaputeces" y "guachadas" de la contra que anda "puteando todo el día", o a los movileros que se la pasan "forreando" funcionarios capaces de dar la vida por la causa sin distraerse una moneda, pobres. En el "Manual de zonceras argentinas" original, el Jauretche de veras jamás apeló a una palabra por el estilo, aunque, pendenciero y de armas tomar como era, tal vez no lo haya hecho solo porque nació en 1901 en un pueblo del interior bonaerense y antes eso no se hacía.

Más allá de las formas, siempre polémicas y chicaneras tratándose de nuestro jefe de Gabinete, debe apuntarse que su manual antizonzos resulta un Resumen Lerú bien ordenado, entretenido y llano de argumentos para reivindicar los logros de una gestión que, sin dudas, los ha tenido. Falla, en todo caso, en ese papismo superior al del Papa que lo lleva a la supuesta pretensión de convencer aplastando, y pasando por alto las claves sobre sí mismo que aporta el currículum de la solapa: Aníbal Fernández no nació de un huevo de pingüino ni es el hijo dilecto de Néstor y Cristina, sino que desde los 26 años se fue formando en el cafierismo, el menemismo y el duhaldismo sin dejar de tener empleo en la política ni un solo día desde 1983.

Debería reconocérsele, también, cierto ejercicio de honestidad intelectual, pese a que desde su pluma puedan sonar desopilantes las citas del comunista italiano Antonio Gramsci. Las hace, curiosamente, para reconocer lo que las neozonceras le cuestionan a los K: sus pretensiones hegemónicas. "La tarea de gobernar es la de construir hegemonía", reproduce, para remontarse a Hegel ("la hegemonía es la capacidad de dirección, de conquistar alianzas, de proporcionar una base social al Estado proletario") y llegar hasta los griegos: el verbo eghemoneno significa "guiar", "preceder", "conducir" y de él deriva "estar al frente", "comandar" y "gobernar". "¿Qué más queríamos? Justo en el momento en que el país estaba como el culo y el mundo nos cortaba la cara, el tipo vino y GO-BER-NÓ", escribe Fernández, reivindicando el hegemonismo de Néstor Kirchner y recordándonos lo mal que en serio estábamos antes de que llegara él, lo sucediera ella y entre ambos planificaran el milagro de la eternautización. "Para eso uno elige a un gobernante. Y al que no le gusta, en definitiva, lo que no le gusta es la democracia", remata al respecto.

Nadie puede negarle a Fernández —y este bonsái panfletario lo confirma— su condición de comunicador. Al igual que su archienemiga Elisa Carrió y especie de Jorge Asís que alguna flor se habrá robado en los jardines de Quilmes, es de esos políticos que más brillarían como columnistas periodísticos.

 

Edi Zunino
Jefe de Redacción revista Noticias

 
 

15 comentarios Dejá tu comentario

  1. Che, a De La Rúa también se le daba por los bonsái. Más allá de "la milenaria ciencia japonesa"... ¿hay algún estudio que vincule la psicopatía con la tortura sistemática de plantas?

  2. el prólogo con que Cristina Fernández de Kirchner elogia más al inspirador doctrinal que al escribidor fáctico del libro, Disculpen mi ignorancia pero "escribidor" es con tono irónico? para mi es "escritor" la palabra correcta, pero puede ser que, si es como dicen los otros foristas, es una especie de bonsai de las verdaderas zonceras jauretchianas, más que un escritor tranquilamente puede ser solo un simple escribidor...

  3. Es mas bien como dicen los chochamus en el rioba, delincuentes con filosofia verborragica Discepoliana, con un erticulado muy peligroso en su adelantarse con el discurso facil e intempestivo, para quedarse entre el verde y rojo del semaforo, me entendes Pocho, se deja usar o premeditadamente$$$$$$$pone la cara defendiendo intrinsecamente con sus desatinos intelectuales a la Corrupcion y los Vicios, quiste de este " Modelo " y que en ese camino disperso el mismo poeta del chamuyo facil, lo tiene como actor en la carnestolendas festicholas de marionetas y tristes mascaritas trasnochadas perdidas en las tinieblas de la droga y el alcoholismo a las que es muy facil engañar con promesas falsas de un futuro venturoso como aquel fundido en el Crisol de los años Setenta. Las zonceras del pulga. Desde el cajon de lustrar y los diarios, todos los diarios, que vendia de canllita cuando pibe, porque eramos muy pobres, el Abuelo ganaba poco y en el convento habia que pagar sino te rajaban, entendes, filosofo del raje en los baules de los autos.........

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