Aparte del hecho de la frustración de quienes proyectaron naves como el Viking, especialmente diseñadas para detectar posible vida en el espacio exterior, es necesario añadir que en ningún observatorio astronómico del mundo entero, ha sido jamás avistada una nave extraterrestre o una máquina extraña que pueda ser tomada como tal a pesar de que los astrónomos son gente que se halla continuamente, noche tras noche, escudriñando el cielo en todos los continentes con poderosos medios de observación.
Si algo extraño existiera, ellos serían precisamente los más indicados y primeros en captar cualquier artefacto extraño, porque son observadores permanentes y “están en materia”. Así mientras la mayoría de los legos que afirman haber visto por casualidad naves extrañas, se hallan la mayor parte de su tiempo en sus oficinas, talleres o campos trabajando diariamente, los astrónomos permanecen durante todas sus vidas abocados a observar el cielo, por cuanto tendrían que ser los primeros en detectar cosas extrañas en el cielo, con mucha mayor eficacia que los aficionados a la caza de OVNIS que existen en diversos países, por carecer estos últimos de un instrumental tan competente como lo posee la astronomía.
Si bien es difícil captar un satélite artificial o un simple avión con un telescopio común y corriente de aficionado, porque estos objetos salen pronto del campo visual dadas sus velocidades, no obstante cuando un avión o un satélite se aproximan de frente o se están alejando cerca del horizonte, pueden ser captados perfectamente, de modo que una supuesta nave extraterrestre que se moviera de igual modo, podría ser avistada y develado su misterio con un gran aumento.
Tampoco existe fotografía convincente alguna sin trucos, en la que se pueda apreciar a la perfección, sin lugar a dudas, una nave extraterrestre, sea esta platillo, cigarro “bicho raro”, etc. Todos los registros fotográficos sobre el tema dejan pie a la duda, ya sea por presentar algún OVNI borroso, muy alejado o simplemente manchas de caprichosas formas o discos luminosos de bordes imprecisos como si fuesen esferas luminosas.
Se podría pensar que en los ya viejos archivos de las asociaciones dedicadas a la recopilación de datos, se hallan registros más convincentes, pero desde el momento en que no han sido publicados en los libros de la especialidad, no deben existir tales fotografías, puesto que en un libro que trata de convencer al lector, deberían aparecer precisamente las exposiciones fotográficas más claras que puedan demostrar sin lugar a dudas un artefacto espacial extraterrestre con sus características. Sin embargo, todas las fotografías no trucadas sobre este tipo de literatura denominada ovnilogía, dejan entrever la duda y en última instancia, todo queda supeditado a la aceptación o rechazo por parte del lector de lo que se quiere allí insinuar según las convicciones del mismo.
No basta con leer todos los libros existentes a favor del tema para convencerse de lo que allí se afirma, porque se carece de una demostración fehaciente. Si la astronomía, por ejemplo, me habla de la Luna, de que allí se observan cráteres, cadenas montañosas y llanuras, aunque yo esté acostumbrado a ver sólo manchas grises a simple vista sobre un fondo brillante, no tengo más que concurrir a un observatorio astronómico y comprobar que es cierto lo que me dice la ciencia Lo mismo que si la Ciencia Biológica me afirma que no existe la generación espontánea de los seres vivientes. Yo mismo provisto de un microscopio puedo verificarlo esterilizando un caldo de cultivo. Igualmente puedo comprobar todas las leyes físicas y químicas en el terreno experimental y hasta debo creer en la redondez de la Tierra, en su forma achatada como la de una pera, porque existen clisés tan claros, que no dejan lugar a dudas. Los rayos cósmicos, la luz ultravioleta, los rayos infrarrojos, el magnetismo terrestre, la descomposición de la luz blanca, las distintas densidades y masas planetarias son comprobables lo mismo que los fenómenos raros como las caídas de bólidos hacia la Tierra, porque se poseen elementos fehacientes que no dejan lugar a dudas; pruebas palpables al alcance de todos, que impiden dar lugar a interpretaciones antojadizas.
En cambio, en lo que se refiera a los OVNI, se carece de tales elementos decisivos que puedan convencer con tanto peso como el que presenta la convicción de que el espacio extraterrestre es negro y que entre dos cuerpos espaciales en un punto determinado existe la ingravidez total, por ejemplo.
Pero si el lector sobre el tema ufología, posee tendencia a creer en lo que allí se afirma, puede bastar un solo libro para que se adhiera a ello y sea un convencido más, de modo que esto no puede ser considerado como una ciencia, sino tan sólo como una creencia que se fundamente en una interpretación antojadiza, preconcebida, de ciertas señales. No como un resultado de dichas señales, sino como una convicción reelaborada que se vale precisamente de los avistamientos de objetos no identificados para fortalecerse en su posición.
El objeto puede ser no identificado para cierto observador o varios, pero ese mismo objeto avistado por otro u otros observadores con conocimientos o surtidos del instrumental pertinente, puede ser perfectamente identificado como me ha ocurrido a mí con un globo sonda que pude identificar gracias a mi telescopio de aficionado.
Si no hubiese tenido el telescopio a mano en el momento del paso de un objeto a gran altura, iluminado por el Sol, que ya se hallaba bajo el horizonte, me hubiese quedado una duda para siempre.
Entre los centenares de avistamientos dignos de crédito en que realmente se trataba de algo extraño que volaba o parecía volar (digo parecía volar porque como ya he mencionado, los planetas Venus, Mercurio u otros, cuando son avistados cerca del horizonte, parecen oscilar por el efecto de distorsión de nuestra atmósfera), ¿cuántos de ellos, investigados con adecuados medios, podrían haber sido identificados? ¿Qué “ufólogo” ducho especialita en “platos voladores” podría tener la osadía de afirmar que alguno de ellos no podía tener explicación alguna?
Si alguien lo afirma, lo hará infundadamente, pues jamás observador serio alguno, pudo testimoniar haber presenciado un plato volador bien de cerca como sería necesario para comprobar con certeza absoluta de que se trataba de una nave extraterrestre ¡“con ventanillas y todo”!
Todo lo que se puede decir al respecto, carece de dato fehaciente si falta, por ejemplo, una prueba fotográfica convincente como la que puede mostrar la figura de un automóvil, un avión o un helicóptero, con toda nitidez, sin que nadie se pueda quedar en la duda, porque la simple narración de un testigo, dos… o algunos más, pueden ser sólo invenciones en común acuerdo para impresionar al prójimo y adquirir así notoriedad, o ser víctimas de un engaño o una alucinación; sobre todo durante las “oleadas” en que existe una especie de psicosis colectiva generalizada.
Durante algunas oleadas intensas de psicosis colectiva se han gastado toda clase de bromas. Bastó que alguien se disfrazara de aspecto extraño y golpeara en alguna puerta para que la noticia de que un extraterrestre deseaba hacer una visita a un vecino, saliera en los periódicos como ha ocurrido en la Argentina.
En cambio, cuando el avistamiento ha tenido muchos testigos, siempre se ha tratado de desplazamientos de esferas luminosas u objetos a gran distancia, cuya verdadera forma o naturaleza nunca nadie podía conocer a ciencia cierta, pero bastaba que fueran no identificados, por una causa u otra, para que figuraran en las largas listas de los OVNIS de los centros dedicados a recopilar avistamientos o en los relatos de estos episodios registrados en los, en su tiempo, abundantes libros sobre el tema
Para la ciencia, no es suficiente que uno, dos, o una escuadrilla de objetos luminosos surquen el cielo o se mantengan evolucionando en un determinado lugar, para desaparecer luego ante la vista de aviadores, oficiales de la aeronáutica, radaristas, oficiales de la marina o cualquier testigo que se pueda reputar de serio. No es lícito dudar de que esta gente ha visto algo; es que realmente algo estuvo ante sus ojos, ¿pero por qué debería ser única y exclusivamente una nave extraterrestre, existiendo la posibilidad de múltiples otras explicaciones?
El hecho de no ser posible identificar un objeto volador en determinado momento, no es suficiente argumento a favor de que se trata indudablemente de naves de otros mundos. Aquí sólo caben la creencia o la no creencia en tal cosa. Es imposible demostrar lo que pretende el creyente, en cambio es posible demostrar lo contrario con fundamentos científicos extraídos de la Astronomía y de la Biología que fue lo que he tratado de hacer en mis libros.
Si el creyente de “los tiempos de los OVNIS, se hubiese presentado con una fotografía no trucada, un filme de una nave extraterrestre no trucado o indicara el lugar donde se halla posada para que acudieran allí periodistas de todas partes junto con investigadores y autoridades para palpar, fotografiar, revisar “una mil veces” el artefacto y descartar así todo fraude, hasta hallarlo sin dudas como extraterrestre, entonces sí tendríamos la certeza absoluta de que nos hallamos vigilados desde el espacio cósmico, pero mientras tanto todo lo que se ha escrito sobre el tema, sólo sirve para adherirse a una creencia sin fundamento sólido alguno o a rechazarla precisamente por esa falta de fundamento y en última instancia, todo depende de la formación intelectual, de las preferencias, inclinaciones, gustos, anhelos o predisposición natural de aquel que tiene noticias sobre estas cosas.
La física, la química, la biología, la astronomía, son ciencias que todo el mundo acepta, porque lo que dicen es comprobable cuando ha sido demostrado experimentalmente. Pero las hipótesis ufológicas, si bien se constituyen en comidilla de los lectores de la gran masa, son resistidas por la mayoría de los hombres de ciencia serios, por carecer precisamente de aquello en que se fundamente la Ciencia Experimental: las pruebas contundentes; las evidencias que no dejan lugar a dudas; por ejemplo un OVNI
capturado, puesto en exposición ante científicos, revelado como nave extraterrestre sin duda alguna, transformado en noticia difundida por todo el orbe.
Se argumenta que muchos conocimientos científicos se fundamentan en teorías, en cosas que jamás han sido vistas, pero se suponen, como los átomos con su estructura, por ejemplo, deducidos sólo por señales de su presencia. Así también en el caso de las señales de los OVNIS sería lícito elaborar toda una teoría sobre viajes interplanetarios, siderales e intergalácticos de seres de otras civilizaciones que poseen algún interés en nuestra propia civilización.
Pero existe una diferencia muy marcada entre la investigación que se puede realizar en el campo nuclear y subnuclear con instrumental adecuado, como aceleradores de partículas, la cámara de burbujas, la cámara de niebla, el tubo de Crooks, el tubo de rayos catódicos, etc., donde es posible repetir hasta el cansancio las mismas experiencias y arribar a las mismas conclusiones. Lo mismo en Astronomía. Si un astrónomo desea estudiar un cometa, por ejemplo, su tamaño, su forma, su velocidad, su órbita, etc.., no tiene más que esperar que haga su aparición para enfocar su telescopio hacia el y lo tendrá allí, a su disposición durante horas… días. Lo mismo si desea estudiar los aerolitos. Estos se hallan enterrados en diversos lugares del planeta, se pueden extraer, llevar sus partículas a un laboratorio para ser analizadas emitir un dictamen sobre su composición química. Más en el caso de los UFO u OVNI, es muy diferente dada la fugacidad de los avistamientos y la falta de medios para identificarlos como naves de alienígenas. Resulta imposible salir del terreno de las simples suposiciones baratas, según las preferencias de cada ufólogo (platillista).
Finalmente, si no pudimos ni podemos hoy capturar un OVNI para estudiarlo, no podemos colegir de ello que se trata de una nave extraterrestre tripulada por enanitos, gigantes… o cualquier bicho raro del espacio exterior curioseando en nuestro sistema solar y gastando bromas a algunos terráqueos (que se han tomado un vinito de más).
Ladislao Vadas