No es la primera vez que la Presidenta debe recurrir al respaldo masivo de una convocatoria popular para mandarle mensajes a Hugo Moyano y al corporativismo sindical. Pero esta vez fue fuerte: Cristina les recordó, delante de testigos, que está haciendo “un gran esfuerzo físico” por continuar en el cargo, que “no me muero por ser Presidenta” y que no le sirven los supuestos respaldos gremiales cuando, por otro lado, la extorsionan.
Contundentemente, Cristina aclaró que no todo es triunfo para su movimiento político y que, si no se le acompaña con esfuerzo y reconociendo su propio liderazgo, todo puede derrumbarse como un castillo de naipes.
La Presidenta, con emoción, rodeada de poderosos dirigentes del conurbano bonaerense y frente a un público receptivo y militante, frente a las cadenas de televisión, sacó los trapos sucios al sol y dio a entender que:
- La están extorsionando desde sectores vinculados a la CGT.
- Que ello está vinculado con cuestiones electorales.
- Y, entonces, que es capaz de renunciar a ser candidata.
Para decirlo, es evidente que la Presidenta ha sopesado la situación que sufre y las expectativas eleccionarias. Con una oposición prácticamente rendida a sus pies, Cristina amenaza con bajarse ella también y, así, provocar una verdadera hecatombe con el “modelo” que, a todas luces, no está consolidado y contra el que atentan intereses sectarios muy fuertes.
El discurso de este mediodía en José C. Paz desnudó a Cristina. Pero contrariamente a lo que pueda analizarse con intenciones partidarias (internas o externas) el hecho no la ridiculiza ni socaba. Su confesión, delante de millones de testigos, la consolida y echa luz sobre los puntos oscuros que atentan contra su liderazgo, tras la muerte del líder de su espacio, Néstor Kirchner.
Las escasas pero fuertes palabras de Cristina deberán resonar como un rugido Alfa en la jauría que la persigue. Las definiciones, que tal vez nunca sean públicas, llegarán de inmediato hacia adentro del complejo esquema del peronismo.
Gabriel Conte
MDZ On Line