Por si todavía hubiese algún incauto en esta vapuleada argentina, viene al caso aclarar que los lloriqueos de la presidente Cristina Elisabet Fernández, vertidos en su último discurso donde parecía estar enojada con el sindicalismo oficial, son una burda patraña.
Este supuesto distanciamiento entre Cristina Wilhem y Hugo Moyano consiste en una mise-en-scène montada de consuno para intentar engañar al electorado que cándidamente podría suponer que la presidente combatirá las exigencias desmedidas de los popes sindicales, tópico muy agradable a quienes reclaman cercenar el poder del titular de la CGT.
En efecto, en este nuevo juego de roles, una hace de viuda sufriente y el otro de macho alfa que exige amor incondicional, aún por la fuerza bruta.
Pero lo cierto es que la relación entre ambos, como si se tratase de una pareja integrada por un hombre golpeador y su complementaria mujer sufriente, está más aceitada que nunca. Ambos se necesitan, y por eso se toleran y apoyan mutuamente, en aras de mantener el “modelo” de saqueo de los fondos del estado, en una voracidad sin límites que los ha llevado a ser varias veces millonarios.
Frente a la crisis energética por la viene atravesando el país desde comienzos del kirchnerato, agravada por la desidia oficial, la falta de inversiones, la no realización de tantas obras subvencionadas por el estado y que sólo beneficiaron a los concesionarios amigos del poder, el líder camionero muestra su cara más impúdica pero, aunque lo coloque en una situación más antipática, avala y fomenta el bloqueo de las plantas productoras de combustible, para que no sea más evidente el faltante de combustibles líquidos que llevaría al paroxismo a los ciudadanos demandantes de naftas y gas oil.
El varón se sacrifica por su dama y asume representar el papel más odioso para beneficiarla. Obviamente tamaña ofrenda amerita adecuada retribución.
Una de esas muestras de agradecimiento es la promesa presidencial de evitarle al sindicalista en particular y a varios de sus cómplices en general, visitas por los tribunales de la Avda. Comodoro Py, asiento de los juzgados federales en lo criminal y correccional, por molestas causas judiciales que podrían llevarlos a ser huéspedes del estado argentino en dependencias del Servicio Penitenciario Federal.
Allí, en la justicia federal, el kirchnerato cuenta con la incondicional colaboración de la mayoría de los jueces que los investigan por sus tropelías criminales vinculadas a corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito, y toda una serie de delitos catalogados en el Código Penal, lo cual les permite, a todos sus protagonistas (imputados, jueces y fiscales) mantenerse a flote en el proceloso mar de la impunidad que podría naufragar si sucumbiera en las urnas la continuidad de la actual presidente.
Como diría el poeta, no los une el amor, sino el espanto, el terror de ir a la cárcel, perder sus fueros, y lo que es peor aún, tener que devolver los dineros mal habidos, temiéndoles al precedente jurisprudencial de la ex Secretaria de Medio Ambiente, la Ingeniera María Julia Alsogaray.
En consecuencia, los ciudadanos de a pie, los que vivimos de nuestro trabajo y venimos sufriendo mansamente este triste espectáculo, observamos cómo este matrimonio de conveniencia nos intenta vender una imagen mendaz para capturar los esquivos votos de quienes no somos rehenes de la política clientelar fomentada desde el kirchnerismo.
Pocas cosas pueden creerse, nunca lágrimas de (esta) mujer…
Enrique Piragini