¿Cómo se entiende que Cristina Kirchner haya pedido que los conflictos “no se solucionen bajo presión”, en el marco de su discurso de ayer, referido a las protestas petroleras? ¿No es acaso este mismo gobierno el que incitó infinidad de veces a piqueteros y activistas de su riñón para que presionaran en diversas circunstancias con la bandera del kirchnerismo como excusa?
Por caso, ¿hace falta recordar la cantidad de veces que, con venia oficial, Luis D’elía bloqueó estaciones de servicio y hasta tomó comisarías? ¿Qué hizo entonces el Gobierno más que observar con cómplice silencio?
La hipocresía del oficialismo parece no tener límites; a los consabidos “dobles discursos” respecto a la redistribución de la riqueza, que contrastan con la fortuna de los funcionarios de primera línea del kirchnerismo, ahora deben sumarse los intentos conciliadores de Cristina.
En realidad es algo sumamente atendible: luego de muerto Néstor Kirchner,
Sin embargo, con el discurso no alcanza. Infinidad de piquetes y movilizaciones promovidas por el propio oficialismo —muchas veces para torcer la voluntad de empresarios que no querían ceder porcentajes de sus paquetes accionarios a los amigos del poder—, restan credibilidad a cualquier palabra de Cristina.
¿Entenderá la mandataria que no se trata de pedir indistintamente presión y/o calma de acuerdo al humor oficial?
Decir una cosa un día y al siguiente proclamar lo contrario, es síntoma de desorden mental; de un estado al que Cristina odia que la asocien: la bipolaridad.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1