En el año 2009, el CEO de Perfil, Jorge Fontevecchia entrevistó en exclusiva a Sergio Schoklender en los tiempos en que todavía era el encargado de manejar las finanzas de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, una "empresa constructora”, según sus propias palabras.
El ahora polémico personaje encargado de perpetrar uno de los crímenes que más conmocionó a la sociedad argentina, y señalado por irregularidades económicas, se sentó y respondió (incómodamente) antes las incisivas preguntas de Fontevecchia. Parricidio, kirchnerismo y su labor en la Fundación. Un reportaje sin desperdicio, que en un momento se ocupó de los bienes —hoy cuestionados— del propio Schoklender:
—Perfil lo encontró en el balneario CR de Pinamar ocupando una carpa que cuesta 6 mil pesos por quincena y usted dijo que lo habían invitado.
—Primero, fue un fin de semana nada más, y nunca había ido a Pinamar, no sabía que había un balneario CR, que era top. Había reservado una carpa en otro balneario, pero me encuentro con un amigo de la infancia y me invita donde estaba él. Yo le dije que era más lindo, “pero, ¿cuánto sale?”, y me dice “no te preocupes”. Lo único que pagué creo que fueron dos almuerzos y algunas gaseosas que habrá tomado mi hijo.
—Hace dos veranos alquiló una casa en el exclusivo country Highland, con vecinos como Araceli González, o Roberto Giordano. ¿Cómo hizo para pagarlo?
—En casa somos dos los que trabajamos. Mi mujer trabaja en un hospital, tiene su consultorio y además es médica legista, sanitarista, tiene mil títulos, posgrado, y enseña en por lo menos cinco o seis universidades y da clases por el país y el exterior. Trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche, no tiene tiempo para atender a un solo paciente más en su día y es una persona muy reconocida. Yo trato de no ejercer la abogacía, pero tengo el estudio con un grupo de abogados, con cuentas, con clientes, y trabaja muy bien. Tengo un sueldo pequeño en la Fundación que siempre representa una pequeña parte de lo que yo pongo para colaborar. Mis ingresos no provienen de las Madres, sino de mi estudio, y mi esposa trabaja y gana muy bien porque es una médica reconocida. Como no nos podíamos ir de vacaciones, alquilé una quinta, muy barata dentro de esos parámetros. Convencí a mi esposa de que en vez de irnos de vacaciones por lo menos alquiláramos durante un mes una quinta y poder irnos los fines de semana.
—Hace dos semanas dijo de Kirchner: “Ni siquiera Perón invirtió tanto. Se han construido escuelas como nunca, puestos de trabajo, obras públicas, hospitales. Nunca se hizo tanto”. ¿Desde 2003 votó siempre por el candidato kirchnerista?
—No voté porque no estaba empadronado. La hubiese votado a Cristina. Cuando salí (de la cárcel) no estaba empadronado y nunca me tomé el laburo de empadronarme porque las Madres no votaban. Creo que la mayoría de las Madres fue a votar por primera vez en su vida en la última elección.
—¿Y a Néstor en 2003?
—No creía en lo más mínimo en él. Recuerdo que Hebe antes decía que eran todos la misma mierda.
—¿Por quién cree que habría votado?
—No habría votado. No creía que existiese algún candidato o alguna línea que pudiera representar ningún proyecto nacional, popular, progresista, y las alternativas de izquierda me parecieron siempre una payasada.
—¿Alfonsín no le despertó alguna ilusión cuando usted estaba en la cárcel?
—Lo de Alfonsín fue paradójico. Debe haber habido pocos tipos que necesitaran tan desesperadamente que ganara Alfonsín como yo. Durante las elecciones estaba en una celda de castigo, en el pabellón de aislamiento de la cárcel de Devoto escuchando por una radio muy chiquita. Si ganaba Luder, la promesa de los penitenciarios era que entraban a sangre y fuego a reprimir. Yo era número puesto, encabezaba protestas, motines, denuncias. En que ganara Alfonsín yo sentía que se jugaba mi vida. Ganó y fue una enorme esperanza y al poco tiempo una terrible desilusión.
—A sus padres los encuentran muertos en el baúl de un auto en 1981. Eran épocas en las que la aparición de cadáveres podía remitir a la violencia política más que a la policial. ¿En qué influyó ese clima de época con la muerte de sus padres?
—Se mezclaron infinidad de temas. Yo paso los primeros meses en el piso 18 de lo que era en ese momento la cárcel nueva de Caseros. Todavía tengo las marcas de torturas e interrogatorios, estuve los primeros tres meses casi de interrogatorio permanente. A los seis meses, bajo a los pabellones, después de vivir una pesadilla continua en manos del Servicio de Inteligencia Penitenciario, que dependía en aquella época del Batallón de Inteligencia 601…
—Y de Suárez Mason.
—Exactamente. En la cárcel de Caseros no me interrogaban por la causa penal. Lo que les importaba eran las actividades de mi padre, del Grupo Pittsburgh, del Grupo Thyssen. Hoy estamos pagando a los alemanes los submarinos de esa época comprados por Massera y compañía (a mi padre).
—Como hermano mayor trató de cubrir a su hermano menor asumiendo usted toda la culpa durante su primera confesión. Luego dijo que esa confesión se produjo bajo torturas.
—Eso fue al principio, la Policía Federal.
—¿Cómo es ahora su relación con su hermano? (N. de la R.: En 1985, la jueza Martha Lopardo condenó a Sergio a prisión perpetua y absolvió a Pablo, que quedó libre. Un año después, la Cámara de Apelaciones cambió la absolución por perpetua y pidió su captura. Ocho años después, en 1994, Pablo fue detenido por Interpol en Bolivia, donde vivía con el nombre de Jorge Velásquez. Sergio, tras pasar 14 años preso, salió en libertad condicional en 1995, beneficiado por la ley que computa como dobles los años en los que estuvo detenido sin condena.)
—Excelente. Además de ser mi hermano, es mi amigo. Está en libertad condicional desde hace tres años y estuvo con régimen de salida transitoria. Dirige la imprenta de la Fundación Madres de Plaza de Mayo y la logística del proyecto de las viviendas.
—¿El qué formación tiene?
—Estudió Ciencias Económicas y Sociología.
—Su hermano escribió el libro “Yo, Pablo Schocklender” junto a Emilio Petcoff, sobre el que se basó la película “Pasajeros de una pesadilla”, estrenada en 1984 por Fernando Ayala. ¿Qué sintió al ver la película?
—Me llevan el libreto para que lo revise. Creo que lo tuve una semana y nunca me atreví a dar vuelta una hoja. Lo devolví sin haberlo leído y nunca me atreví a ver la película. Son esas cosas que duelen.
—No lo quiso leer porque creía que tenía inexactitudes.
—No, porque rememorar cosas relacionadas con la infancia o con la vida pasada siempre fueron dolorosas.
—En la cárcel se recibió de abogado y de psicólogo.
—Hice cuatro carreras, dos terminé pero además me faltaban dos materias para Sociología, pero nunca tuve tiempo de terminarlas, además estudié Informática, que hice más de la mitad de la carrera.
—¿Estando preso, adquirir conocimientos es terapéutico? ¿Qué inquietudes académicas tenía usted antes de ir preso y dónde había estudiado previamente? (N. de la R.: tenía 23 años cuando se produjo el asesinato de sus padres.)
—Antes había empezado Abogacía en la Universidad de Belgrano. Hice primer año y dejé. La cárcel no promueve el estudio, todo lo contrario. Es un ámbito de violencia, en donde se vive pensando en la supervivencia mañana, tarde y noche.
—¿Qué promovió esa curiosidad académica que no había demostrado antes?
—Aferrarme desesperadamente a algo que fuera mío, que no me lo podían quitar. La sensación de que era una pequeña ventana a la libertad permitía pensar en otras cosas. Las primeras materias las doy de rebelde. Ni los guardias ni las autoridades de educación de la cárcel querían que yo estudiara. Me envían castigado y me paso casi todo el verano en una celda de castigo y armo un despelote bárbaro hasta que logro que me lleven los libros. Estudiaba a través de una hendija de luz que pasaba por la puerta de la celda, porque ni luz teníamos en la celda de castigo, ni ventanas. Creo que me sabía los tratados de Llambías de memoria. En esa época, era delegado de un sector de la cárcel y había un preso viejo muy endurecido, delegado de otro sector, que me decía: “Esto no es para vos, ponete a estudiar, hacé algo”. Yo estaba siempre en motines, en huelgas de hambre, en denuncias, en reclamos. Un día mando una nota al director de la seccional de educación diciendo que yo también quería estudiar y anotarme en ese nuevo experimento que había en la cárcel. Me contestan que no, y me dan un motivo para insistir. Al poco tiempo, no me acuerdo por qué, me mandan sancionado. Estaba en la celda de castigo casi en pelotas, tenía un saquito, una chaqueta y un pantaloncito como única vestimenta, muy finito. Me tiraban agua todos los días, me abrían para ir al baño quince minutos por día, me pasaban la comida por un agujero, y yo me aferraba a esos libros. Una monjita muy amiga me trae los tres tomos del Tratado de Derecho Civil de Llambías. A partir de ahí, empieza toda una lucha para construir un centro universitario dentro de las cárceles.
—Ejerció como abogado, pero no como psicólogo.
—Como psicólogo no quise ejercer nunca.
—¿Estudió Psicología para comprenderse a sí mismo?
—No quería ser abogado. Mi sueño era hacer Filosofía con orientación en metafísica. El entonces rector de Filosofía y Letras dijo que no iba a permitir que los delincuentes y criminales estuvieran en su facultad. Lo único que había era Derecho, entonces me anoté. Al poco tiempo, aparece Sociología, y unos compañeros me dicen que hacía falta alguien más para el cupo mínimo. Les dije que me anotaran. Lo mismo pasó con Psicología: había dos que querían. Jamás en mi vida pensé que iba a estudiar Psicología. Con el tiempo, los que habían empezado conmigo o desertaron o se fueron en libertad, y yo seguía, seguía, seguía. Me recibí de abogado, después de psicólogo.
—¿La psicología lo ayudó a entenderse más a usted mismo?
—Al principio era un ejercicio reflexivo muy importante. Era la época lacaniana, así que vi a Freud desde Lacan, a Melanie Klein desde Lacan, Lacan desde Lacan. Hasta que me di cuenta de que era sanata discursiva y que no daba elementos serios para la clínica, si era lo que querías hacer.
—Lacan fue médico legista.
—Legista reaccionario, fue un animal. Incluso, el discurso lacaniano esconde un discurso individualista muy reaccionario. Pero no es más que un juego de palabras. Es literatura. Hay facultades de Psicología en el mundo donde el psicoanálisis es una bolilla dentro de una materia dentro de una carrera.
—¿Qué es de la vida de su hermana Valeria?
—Está muy bien, embarazada, tiene dos hijos ya grandes. Nos queremos mucho, pero tengo una relación distante.
—Nunca confesó haber asesinado a sus padres y dijo que del tema sólo hablaría cuando su hermano Pablo quedase en libertad. Después de más de un cuarto de siglo, ahora que su hermano está libre y dadas las responsabilidades públicas que tiene por su actuación junto a las Madres de Plaza de Mayo, ¿no es una buena oportunidad para contar lo que prometió contar?
—Cuando Pablo termine su régimen de libertad condicional, lo vamos a evaluar, porque no es sólo lo que me interesa a mí o lo que le pueda interesar a la sociedad: hay mucha gente involucrada a la cual uno puede lastimar. Para la Justicia soy culpable, me condenaron, cumplí la condena y ya nadie me puede reclamar nada más. Frente a mí mismo, creo que lo importante es lo que hago cada día. Usted puede haber sido el mejor hombre en su vida, pero si lo que hoy hace es una cagada, es un hijo de puta. Puede haber sido el peor del mundo, y si lo que hoy hace vale, no reivindica ni limpia cualquier cosa que haya hecho, pero creo que tiene que ser juzgado por lo que hace cada día.
—Usted lo prometió. ¿Retira esa promesa?
—No, cuando Pablo termine su libertad condicional, lo vamos a evaluar.
—¿Cuándo termina?
—Faltan unos dos años, más o menos.
—En 1983, con el periodista especializado en policiales Enrique Sdrech, quien defendía la tesis de que la muerte de sus padres fue un ajuste de cuentas dentro del negocio de las armas, usted escribió un libro titulado “Esta es mi verdad”. ¿Esa es?
—Lo escribió Enrique, y tenía mucho más que ver con la situación de la causa en ese momento y con señalar cuestiones que eran muy dolorosas y muy ciertas. El país vivió en manos de personajes siniestros que nos vendían una realidad que a veces no tenía nada que ver con lo que se resolvía detrás de bambalinas.
Aquí la entrevista completa.
Redacción de Tribuna de Periodistas
No hay ni siquiera una mencion al caso Schocklender en el diario Pagina 12
El gobierno va a tratar de OCULTAR AL PARRICIDA. Que un tipo haya asesinado y partido en pedazos a su madre, luego a su padre, y meterlos en el baúl de un auto, etc. etc. NO LE IMPIDIÓ AL GOBIERNO DARLE SUBSIDIOS Y PERMITIRLE MANEJAR MILLONES Y MILLONES DE PESOS OBTENIDOS DE NUESTROS APORTES COMO CIUDADANOS TRABAJADORES Y HONESTOS A TRAVÉS DE IMPUESTOS. Retiro la palabra gobierno, fácilmente reemplazable por delincuentes.
Señor Sanz seria bueno si es posible avriguara cuanto paga el gobierno en las propagandas de invasion que hace en este sitio. Hablo de la foto del muchacho ese del bigote complicado con un par de causas de narcotrafico y de la Sra viuda.