Hoy se cumple un nuevo aniversario del atentado a las Torres Gemelas del fatídico 11 de septiembre de 2001. Mucho se escribirá y recordará a ese respecto, pero pocos se animarán a hablar de los negocios detrás de lo sucedido entre Osama Bin Laden y George Bush.
Existe una oculta similitud entre este atentado y lo sucedido en AMIA en julio de 1994: tanto un caso como en el otro encierran en su verdadera dimensión sendos mensajes a los entonces presidentes de sus respectivos países.
En el atentado a la AMIA, el mensaje fue para Carlos Menem por acuerdos no cumplidos respecto a lavado de dinero del narcotráfico sirio y cuestiones de tecnología nuclear nunca resueltas.
En el atentado a las Torres Gemelas, se sospecha que existe un mensaje a George Bush por parte de su viejo socio Bin Laden. También por negocios inconclusos.
Osama... ese nombre me suena
Se sabe que Bin Laden era un distinguido multimillonario emparentado con la familia real de Arabia Saudita, que llevaba una vida casi ascética, y que su fortuna deriva de productos como el petróleo y la construcción. Lo que no se dice es que la familia Bin Laden y la familia Bush tuvieron hace tiempo estrechas relaciones de amistad: George W. Bush —padre del actual Presidente— y Osama Bin Laden se apoyaron y protegieron mutuamente durante muchos años y este último ha acrecentado su fortuna no sólo a través de especulaciones bursátiles, construcciones y fuentes de energía como el petróleo y el gas, sino también gracias al narcotráfico y lavado de dinero.
Pocos saben que que las familias Bush y Bin Laden se conocen desde hace casi cincuenta años. Recordemos que dos de los Bin Laden, Muhammad y Salem —padre e hijo—, murieron al estrellarse sus aviones; uno en 1968, en los campos petroleros de Bush padre, en Texas, y el otro, veinte años después, en México.
Osama tenía 20 años cuando abandonó la vida de potentado que llevaba en Arabia Saudita y se unió a los guerrilleros afganos que resistieron la invasión de las tropas soviéticas. Al principio cooperó con dinero y luego se convirtió en jefe militar. Poco después, el director de la CIA, William Casey, consiguió que el Congreso, durante el gobierno de Ronald Reagan, lo proveyera permanentemente de fondos para sostener a sus mujaidines y armas.
El periodista paquistaní Ahmed Rashid, en su obra Talibán: Islam militante, petróleo y fundamentalismo en Asia Central, revela que en 1986 el mismo Casey viajó hasta los refugios de los mujaidines en Afganistán y Paquistán para dar su respaldo a los que consideraba combatientes por la libertad. "Casey convenció al Congreso norteamericano que se les proveyera de misiles antiaéreos para derribar las aeronaves soviéticas y de asesores militares para las guerrillas. La ayuda incluyó el reclutamiento de musulmanes radicales de todo el mundo para que se unieran a los mujaidines".
Según los cálculos del periodista paquistaní, durante diez años, de 1982 a 1992, alrededor de 35 mil radicales musulmanes de 43 naciones islámicas del Medio Oriente y del norte y este de África así como de Asia central, tuvieron su "bautismo de fuego" peleando con los mujaidines afganos que recibían financiamiento de la CIA. Todos eran (y son) miembros de Al-Qaeda de Bin Laden. Vencer al ejército de una superpotencia, como el de la URSS, demostró la enorme capacidad de los guerreros musulmanes para derribar colosos.
A medida que se redujo el financiamiento norteamericano, la región fue convirtiéndose en productora y distribuidora de drogas como la heroína y el opio. Lo que antes se conoció como "ruta de la seda", ahora es la "ruta de los estupefacientes". Sólo en 1999, Afganistán produjo 4.600 toneladas de opio. Según cálculos de Naciones Unidas, 70% de la heroína consumida en Europa llega desde ahí, aparentemente a través de las repúblicas ex soviéticas, en especial de Tadzikistán.
Respecto al costado financiero de Osama Bin Laden, nunca ha sido del todo esclarecido, ni antes ni después del 11 de septiembre, pero es evidente que la organización Al-Qaeda es realmente onerosa.
Amigos son los amigos
En el libro Ojos Vendados, de Andrés Oppenheimer, se cuenta que George Bush defendió a Bin Laden antes de los atentados, diciendo que querer investigarlo era una "intervención ilegal" en los mercados del dinero y en las redes bancarias. Nadie puede explicar cabalmente el porqué de esa defensa, pero se torna evidente que el atentado del 11 de septiembre se debió a viejos rencores entre ambos "ex socios" y por eso no debía investigarse a Osama.
Según documentos clasificados de la CIA, las diferencias entre los dos amigos habrían surgido por cuestiones de petróleo. No olvidemos que el Departamento de Energía de Estados Unidos, en un documento informativo difundido después de los ataques contra EEUU, señaló que "Desde el punto de vista energético, el significado de Afganistán emana de su posición geográfica como una ruta de tránsito potencial para exportaciones de petróleo y gas natural de Asia central al mar Arábigo".
Por otra parte, según Hamid Mir, biógrafo oficial de Bin Laden, el gobierno de EEUU, irritado porque los Talibán no otorgaron a la empresa Unocal la concesión para construir un gasoducto, que comienza en Turmekistán y termina en Pakistán, y el cual tiene que pasar necesariamente por Afganistán, pensó en intervenir militarmente en este país para obtenerla, de grado o por fuerza.
Esto hace sospechar que pudo ser el conflicto entre las empresas petroleras lo que produjo la tensión entre EEUU y el régimen Talibán y donde los grandes amigos Bush y Bin Laden se volvieron grandes enemigos. Es en este contexto, ni más ni menos, donde ocurrieron los atentados.
Por eso, si a nivel político los dos amigos —Bush y Bin Laden— se distanciaron, tal parece que, a nivel de negocios, chocaron. Sus intereses antagónicos despiden un fuerte olor a gas y a petróleo. Esto es probablemente lo que causó el derrumbe de las torres gemelas.
Aún hoy se ignora a ciencia cierta quién es el autor intelectual del 11/9, aunque el más sospechado es Bin Laden. La verdad será muy difícil de alcanzar, sobre todo porque Bush no permite que se investigue independientemente lo sucedido. A poco de ocurrir el atentado dio ordenes directas de que no se investigara a Al Qaeda y no permitió la creación de un Comité de seguimiento Independiente para esclarecer el hecho.
Se sabe hoy que la CIA advirtió con bastante anticipación que esto sucedería, que existía la posibilidad de que aviones fueran secuestrados y estrellados contra edificios emblemáticos de Estados Unidos. Pero nadie le dio importancia.
Bush sabía que esto sucedería y, en lugar de evitarlo, lo utilizó en su propio beneficio, para poder atacar Irak y acrecentar exorbitantemente el presupuesto de defensa norteamericano.
El resto ya lo conocemos: muerte y destrucción por doquier. Sólo parte de las estadísticas por daños colaterales que Bush y sus secuaces utilizan para victimizarse.
Una gran hijaputez...