Se verá esta semana, cuando Mauricio Macri regrese de sus vacaciones europeas y se siente nuevamente en su sillón de alcalde porteño, cuánto margen tiene para no quedar preso de sus palabras.
Muchas miradas opositoras, ávidas de encontrar algún elemento para mejorar la realidad que dejó la primaria abierta del domingo último, se posarán en él con la esperanza de encontrar allí un guiño, un gesto.
Es improbable que, al menos en lo inmediato, Macri les de ese gusto, reconocen en su entorno.
El jefe de Gobierno de la Ciudad, como el resto del abanico opositor a nivel nacional, nunca pensó que la presidenta Cristina Kirchner haría una elección tan contundente como la que hizo, consagrándose como la precandidata más votada de las primarias.
El macrismo se veía venir un obvio primer puesto de Cristina pero, confían ahora las fuentes de ese sector, el escenario probable que analizaban cerca de Mauricio era que la jefa de Estado estuviera en un 40 o 45 por ciento de los sufragios. Y que el segundo rondaría unos 20 puntos, con preferencias no blanqueadas por Eduardo Duhalde.
Seguramente fue por eso, y porque el propio Macri venía de anotarse una contundente victoria frente al kirchnerismo capitalino en el ballotage que le dio la reelección por cuatro años, que el jefe de Gobierno prometió que a su regreso se sentaría a dialogar con todos los precandidatos presidenciales y luego de hacer una evaluación respecto a cuál tenía entre sus planes una mejor defensa de los derechos de la Capital Federal emitiría una suerte de posición política de respaldo.
Al freezer
La fenomenal elección de Cristina y la pobreza notable de los guarismos de la oposición parecen haber puesto esa movida en el freezer, adelantaban voceros oficiosos del macrismo.
Fue hábil Macri al sacar las vacaciones justo en la fecha de la primaria porque así evitó que el domingo pasado los ojos del mundillo político se posaran sobre él.
No lo debe agradecer su candidato a diputado nacional, Federico Pinedo, que compitió con una boleta corta —esto es, sin candidato a Presidente— y no pudo contar con su jefe político en el envión final de la campaña. Igual hizo una elección aceptable.
Macri encuentra a su regreso un panorama en el que Cristina desmitificó una de las verdades malditas del kirchnerismo: que no se podía ganar en la Capital.
Allí, como en el resto del país —salvo en San Luis— también fue la precandidata más votada, con algo más del 30 por ciento de los votos emitidos.
La Presidenta sacó en el bastión macrista alrededor de 3 puntos porcentuales más de los que obtuvo en la primera vuelta del 10 de julio pasado Daniel Filmus, el postulante kirchnerista que luchó en vano por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad. Si las generales fueran hoy, se impondría.
Consejo ecuatoriano
Desde el domingo, en la interna macrista cobra más y más fuerza el consejo que en su momento obsequió el asesor ecuatoriano estrella del PRO, Jaime Durán Barba: aguantar los dos meses que restan hasta octubre sin pronunciarse por ninguno de los referentes opositores.
Que conste: el consultor lo dijo antes de las primarias. Según esa lógica, Macri debe aguantar hasta 2015 para pelear la Presidencia y está claro que el perfil que encontró es polarizar con el kirchnerismo y construirse como una verdadera alternativa de poder.
O sea: lo que no supieron hacer el último domingo, fundamentalmente, ni Duhalde, ni Ricardo Alfonsín. ¿Para qué quemarse ahora respaldando enfáticamente a un seguro perdedor de octubre?, se preguntan en la sede de Gobierno porteño.
Subterráneamente, Duhalde ya le mandó a decir que lo quiere contactar. Disfruta mucho el macrismo esa necesidad duhaldista. Es que, cuando Macri aún no se definía por dar la pelea nacional o la porteña, fue desde ese sector que le hicieron saber que el peronismo no kirchnerista no iba a digerir que él encabezara sin condicionamientos un eventual proyecto opositor para destronar a Cristina.
Ese peronismo, en verdad, siempre despreció a Macri y a éste lo espantaban los niveles de rechazo que mostraban muchos de sus dirigentes en las encuestas que enfocan las preferencias de los porteños.
Macri pensó que, de transitar un camino juntos hacia octubre, tal vez pudiera "desperonizarlos" un poco, investirlos del amarillo PRO. Pero se encontró con un universo de dirigentes rústicos que no querían imposiciones. No se pusieron de acuerdo pero aún hoy parecen necesitarse un poquito.
Los justicialistas anti K para ver si logran impregnarse del reciente éxito de Mauricio; y el macrismo, que por ahora es apenas algo más que una fuerza política distrital, para tener un primer ladrillo desde el cual construir una estructura nacional y competir por la Presidencia dentro de cuatro años.
"Para que exista una alternativa, no hay que pensarla desde las cúpulas y los líderes, sino desde los corazones, sueños y ambiciones de los ciudadanos comunes", explicó en un artículo de publicación reciente el citado Durán Barba, quien se encamina a manejar la campaña de Macri para 2015.
"Hoy, esos corazones demostraron estar con Cristina", decían en el macrismo como para explicar porqué, al menos por ahora, es improbable una foto de Mauricio con alguno de los postulantes presidenciales que quedaron a casi 40 puntos de la Presidenta en la primaria abierta del domingo.
Mariano Pérez de Eulate
NA