Ocurrió el 25 de marzo del año 2008. Tras dos semanas de una medida de protesta iniciada por la cúpula de la dirigencia de productores agropecuarios (que incluyeron cese de distribución de granos y piquetes en rutas de todo el país) y tras un enérgico discurso de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, quien definió a las protestas como los "piquetes de la abundancia", estalló en el país otra gran manifestación popular en donde las cacerolas volvieron a musicalizar el descontento de sectores importantes que vivían en sectores urbanos.
La realidad era muy distinta a la del 2001 porque no reinaba en el país una desconfianza de la ciudadanía hacia la dirigencia política en general, ni mucho menos había indicios de grave crisis económica. Pero la importancia de citar esa fecha reside en subrayar que fue la primera muestra de desaprobación a la gestión kirchnerista tras casi cinco años de gobierno y después de conseguir sostenerse en el poder gracias al abrumador triunfo electoral de la esposa del presidente saliente.
El conflicto que despertó la puesta en funcionamiento de la recordada resolución 125, llevó a una gran división entre muchos sectores de la sociedad. El grupo Clarín dejó de favorecer al gobierno y mutó hacia una posición crítica. El eslogan "Clarín miente" era repetido sin cesar por toda la militancia kirchnerista. La aparición de los principales dirigentes de las mayores entidades rurales del país desfilaban constantemente por los medios de comunicación, en especial la figura de Alfredo De Angeli, quien a tono de discursos fuertemente opositores al Gobierno, solía hacer explotar de aplausos y ovaciones a los espectadores que frecuentaban los actos sobre las rutas.
Las instituciones estaban paralizadas y los humores de la población divididos. El desgaste de la pelea entre el Gobierno y el sector agropecuario llevó a una serie de hechos —entre ellos, la detención de De Angeli en un enfrentamiento de manifestantes rurales con Gendarmería, que fue coloreada por los medios con un tono cinematográfico— que culminaron con la decisión de la presidente de girar la polémica medida al poder legislativo para que fuera discutido en dicho ámbito. Las protestas llegaron a su fin, pero el clima continuaba enardecido. Tras el paso del proyecto por la Cámara de Diputados (donde fue sancionado sin inconvenientes para el oficialismo), la discusión en el Senado generó un alto nivel de tensión. El inesperado desempate "no positivo" del vicepresidente Julio Cobos llevó a un "abrazo de gol" entre las bases rurales y los simpatizantes que vivían en las grandes ciudades. Las consecuencias de aquellos 120 días de tensión política eran insólitas. El sector rural alejado del Gobierno y un integrante de la fórmula presidencial devenido en "líder" de la oposición.
Mientras la opinión pública alimentaba el mito de "Cobos presidente”, el gobierno nacional no demoraba en ejecutar su "vendetta": logró hacer valer su amplia mayoría en la Cámara de Diputados, logrando obtener los fondos de las jubilaciones privadas (AFJP), que pasaron a manos del Estado. También pudo concretar la estatización de Aerolíneas Argentinas mediante el pago de un millonario rescate tras la herencia de una pésima administración de la compañía prestadora hasta ese momento.
El kircherismo demostraba que el conflicto por “la 125" había sido solamente una batalla perdida, pero que en la guerra del poder aún se mantenía invencible.
La oposición al kirchnerismo hasta ese momento se encontraba completamente dividida. La cercanía de las elecciones parlamentarias llevó a un diálogo casi obligado entre varios sectores. El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y el diputado Francisco De Narváez —que había realizado una buena elección para gobernador en el año 2007— llegaron a un acuerdo con el peronista disidente Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires (Unión-PRO). La Coalición Cívica de Elisa Carrió dialogó con la Unión Cívica Radical y conformaron el Acuerdo Cívico y Social. En provincia de Buenos Aires, ambas alianzas ponían lo mejor al frente de las listas: de Narváez, por el lado de Unión-Pro, y Margarita Stolbizer, por el de ACyS, prometían un gran desafío al kirchnerismo en ese importante bastión que dos años atrás había decidido el ascenso de Cristina Fernández de Kirchner al poder.
El kirchnerismo también apostó a todo, tanto que el cabeza de lista del oficialismo fue el mismo Néstor Kirchner y quienes lo acompañaban eran nada menos que el gobernador Daniel Scioli y el jefe de Gabinete, Sergio Massa. La mayoría de los intendentes kirchneristas encabezaban las listas de concejales. La polémica de las "candidaturas testimoniales" estaba instalada. Muchos se presentaban como candidatos, pero sabiendo que no asumirían su banca. El precio fue muy alto. La unidad opositora los relegó al segundo puesto en el distrito bonaerense y a una pésima elección en otros cordones electorales importantes (Capital Federal, Santa Fé y Córdoba). El kirchnerismo mantenía la primera minoría pero perdía mucho poder en el manejo de la Cámara de Diputados. Las urnas lo golpeaban por primera vez en seis años. El llamado "diálogo" por parte de la presidente a los grandes vencedores de la elección, parecía un intento desesperado por recomponer una imagen muy deteriorada.
La muy lograda unidad opositora vaticinaba una gran derrota kirchnerista en las presidenciales 2011. Faltaba mucho tiempo, es cierto, pero era cuestión de esperar si ese lapso ayudaría a construir o a destruir...
El "diálogo" cargó la primera víctima opositora. Las diferencias entre Carrió (que no quería dialogar) con Stolbizer —que no tenía inconvenientes a sentarse en una mesa con la presidente— llevó a que el GEN (movimiento de Stolbizer) dejara de formar parte del Acuerdo Cívico y Social. Y todavía no se habían llevado a cabo las juras de los diputados.
El futuro no parecía muy alentador. Al año siguiente, las diferencias entre Macri y De Narváez se acentuaron y llevaron al distanciamiento entre ambos. Y para colmo de males, Carrió decidió alejarse del acuerdo con el radicalismo. En ese lapso, el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner parecía no brindar mayores dificultades a la continuidad del gobierno. Mientras la presidente hacía silencio absoluto sobre su decisión de seguir al frente del Poder Ejecutivo, la oposición se enredaba en duras contradicciones.
A la resistencia "unipersonal" de Carrió se agregaban la feroz disputa interna dentro de las esferas del radicalismo (Ricardo Alfonsín desafiado por Ernesto Sanz y hasta por el vicepresidente Cobos) y al peronismo federal "reciclado" (el ex presidente Eduardo Duhalde y el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá acordaron desarrollar elecciones internas previas a las primarias, pero fueron suspendidas en tercer turno), que terminó dividido en dos. Alfonsín logró ser reconocido por el comité nacional de la UCR como el único precandidato oficial del radicalismo, pero no pudo acordar con el gobernador santafesino Hermes Binner el armado de un gran espacio progresista a nivel nacional. A cambio, decidió entablar un extraño acuerdo electoral con De Narváez, a fin de sumar importantes apoyos en la provincia de Buenos Aires. Binner entonces buscó acordar con la otra gran alternativa, el Proyecto Sur de pino Solanas. Los conflictos por el armado de las listas llevaron a que también el espacio progresista culminara dividiéndose, y Solanas decidió por su parte apoyar la precandidatura presidencial de Alcira Argumedo.
Este extraño panorama llevó a que la competencia contra la presidente estuviera dividida en nueve listas opositoras. Los escándalos de Sergio Schoklender, el juez Zaffaroni, el avión de los hermanos Juliá, y las tremendas derrotas electorales sufridas por los candidatos kirchneristas en Capital Federal y Santa Fe (más la crisis con el peronismo vencedor de la provincia de Córdoba), hacía pensar, dentro de un gran sector de la sociedad, en un escenario donde el kirchnerismo no llegaría al 40% a nivel nacional.
La realidad pudo observarse en el día del comicio. Con una participación del 77,82% del electorado, la presidente logró sumar la extraordinaria cifra de 50,07%. El segundo puesto estuvo compartido en un "empate técnico" entre Alfonsín y Duhalde, que sacaron un poco más del 12% cada uno. Esto significó un importante mazazo para la mitad del electorado que no había votado a la opción del Frente Para La victoria.
La atomización de la oposición cuenta con un ejemplo más que evidente dentro de la Capital Federal: allí el kirchnerismo fue el más votado con el 30% (un poco más de lo que había sumado Filmus para la jefatura de gobierno en primera vuelta) pero el 70% se dividió entre los nueve candidatos restantes.
Con estos resultados, Cristina Kirchner prácticamente aseguró su reelección. El Frente Para La victoria supo mantener la unión entre sus miembros y también consiguió sostener la lealtad de los intendentes del conurbano. Por el lado opositor se denunciaron irregularidades tras el cierre de la votación, pero aún no han podido tejer alguna estrategia alternativa de cara a las elecciones de octubre. La continuidad de las divisiones no hace más que alimentar la idea de otro claro triunfo de la presidente en las elecciones del 23 de octubre próximo.
La oposición entró a un laberinto del cual no sabe cómo salir. Y lo peor es que los diferentes miembros que la componen no pretenden localizarse para concertar una salida conjunta. Prefieren seguir perdidos en la incertidumbre de un camino que amenaza con mantenerse hasta octubre del año 2015.
Jonatan Brunetti
Política Wi-Fi