Después de la descomunal demostración de ineptitud de todas las fuerzas de seguridad en la búsqueda de la tristemente célebre familia Pomar, la desmaterialización del helicóptero comandado por un experto piloto y, tantas otras muestras de falta de capacidad y profesionalismo en la prevención e investigación criminal, el caso Candela constituirá sólo un eslabón más en la interminable cadena de desaciertos de los ministerios de seguridad nacional y bonaerense.
La gran diferencia, es que en el caso Candela se mezclan siniestros personajes marginales que actuaron al amparo de funcionarios corruptos, lo cual conllevará incertidumbre e impunidad, por lo menos en la identificación de los verdaderos responsables, mediatos e inmediatos.
La degradación ética y moral que viene creciendo desde mayo de 2003 al amparo de un kirchnerismo cleptómano, muestra ahora su cara más perversa poniendo en evidencia el descontrol familiar que arrastró al fango y la desaparición a una inocente niña de apenas 11 años.
El uso político que aviesamente se le dio al tema Candela, con especial audiencia en la Casa de Gobierno a una lumpen de dudosa catadura por parte de la Presidenta, prueba una vez más la abyecta hipocresía en procura de votos que aseguren la reelección sin reparar en miramiento alguno.
Hoy, a la luz de las delicadas aristas que muestra este lamentable suceso, muchos asesores de imagen deben estar lamentándose de tanta torpeza y ligereza.
La nueva cortina de humo del caso Candela oculta la debilidad de nuestra economía y neutraliza el escándalo de la ilegítima apropiación de fondos públicos en la fundación Madres de Plaza de Mayo, desdibujando al mismo tiempo los tímidos reclamos de la oposición por el ostensible fraude electoral en los comicios del 14 de agosto pasado.
Mientras esto acontece, para la tribuna, se muestra un mundo idílico con aumentos de asignaciones clientelares, pretendiendo ignorar la fuga de capitales, el deterioro del poder adquisitivo de nuestro signo monetario, la escasez de combustibles y el inexorable crecimiento de la pobreza.
Ocho años y medio de sostenido robo de fondos públicos y destrucción de la calidad institucional, han convertido a nuestro país en una verdadera ciénaga para los ciudadanos de a pie que no compartimos el festín oficial y ni siquiera podemos alcanzar una pequeña rama que nos permita detener tan abismal caída.
Eso sí, para satisfacer el hambre de justicia, con velocidad extrema ya aparecieron varios “responsables” por el crimen de Candela, con resultados de análisis de ADN en tiempo récord incluidos.
Como sociedad ansiamos se esclarezca el crimen y paguen los verdaderos culpables, y no los perejiles que se están amontonando.
Enrique Piragini