La historia del Siglo XX en la Argentina, más precisamente a partir del quiebre que dio origen al peronismo, contiene en su devenir un grado de complejidad tan rico de análisis que no deja de sorprender y de hacer aparecer renovadas miradas sobre los hechos que moldearon nuestro presente. El Peronismo, como movimiento Nacional y Popular conducido por Juan Perón y Eva Duarte de Perón, sentó las bases de la inclusión social y económica incentivando la participación masiva en el accionar político del país. Este proceso iniciado en 1945 quedó trunco una década después por el odio incontrolable de una clase dominante que no estaba dispuesta a compartir beneficios con las mayorías, y que pretendía continuar con la vieja idea de un “Darwinismo Social” que mantuviera la riqueza en “los más aptos”, “pocos pero los mejores”.
El accionar de la dictadura instalada a partir del derrocamiento de Perón, intentó, represión mediante, disciplinar a la sociedad en busca de restablecer el “orden” anterior a la transgresión del peronismo. No pudo. Frente al resentimiento de la oligarquía representada por las camarillas golpistas que asolaron al país desde 1955, el movimiento obrero, los estudiantes y el resto de una sociedad movilizada protagonizaron la resistencia a los intentos de sometimiento político. Esta lucha hizo explosión con el “Cordobazo” y de allí en más derivó en una radicalización nunca imaginada que confluyó en objetivos comunes tales como terminar con las dictaduras, las proscripciones y demandar la construcción de una mayor democracia a través de lograr un socialismo nacional. Si se observa con atención este fragmento de la historia de nuestro país, se puede visualizar que los enemigos más temibles del Movimiento Nacional y Popular no fueron los que descaradamente mostraron su odio del ’55 en adelante, por el contrario, los disidentes más peligrosos fueron los que estaban instalados en el propio movimiento.
A pocos días de una aplastante victoria del kirchnerismo en las urnas, la miopía política de ciertos representantes de una perimida y falaz identidad peronista, pasó a defender sus intereses sectoriales mostrando un egoísmo que solo ayudó a sostener los objetivos tácticos de los enemigos más poderosos del gobierno elegido. El conductor circunstancial de la C.G.T. criticó duramente a la actual conducción del Movimiento Peronista y pretendió con su limitado discurso, dar clases sobre un “supuesto verdadero peronismo”, advirtiendo a un gobierno, también peronista, sobre la capacidad de presión que tienen los sindicatos que hipotéticamente aél responden. No fue esta actitud la primera vez que el sector sindical se enfrenta a un gobierno peronista. Para quienes desconocen la historia puede sorprender, pero lo cierto es que lo hicieron siempre, con el propio Perón en los años ’50, como lo hacen hoy con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Es la clase obrera la que se opone? ¿Son los trabajadores que la votaron los que se declaran en su contra?
Nadie puede cuestionar el derecho a la petición y a la lucha por las reivindicaciones de la clase trabajadora, Nadie que se precie de sostener una identidad nacional y popular puede cuestionar los objetivos de mayor distribución y más igualdad. Sobre lo que sí se puede dudar y/o reflexionar, es sobre los fines políticos que persigue cierta estructura sindical burocrática poco acostumbrada a la democracia y muchas veces cuestionada por su historia de alianzas con gobiernos autoritarios y represores. No se puede ni se debe olvidar que durante la historia del sindicalismo hubieron quienes se jugaron la vida y la libertad por la dignidad de sus representados, y hubieron otros, burócratas ambiciosos que solo buscaron mantenerse con poder aún al costo de la traición de sus propios compañeros que decían representar. Las comparaciones suelen ser odiosas pero a veces clarifican los hechos del pasado a través de la conducta de sus protagonistas. No tuvieron la misma estatura moral y política, la misma honestidad y coherencia, personas como Tosco y Ongaro que dirigentes tales como Vandor y Rucci.
El actual conductor de la CGT y representante de los camioneros, pugna por espacios de poder. ¿Qué concepción de poder tendrá Moyano? Si se siguen analizando los hechos pretéritos tal vez se puedan deducir incógnitas del presente. El movimiento sindical, así como el propio peronismo, siempre se caracterizó por conllevar en su seno dos lineamientos. Una corriente, la que aparece con el “ritual iniciático” del peronismo el 17 de octubre de 1945, fue y es la que contiene la esencia revolucionaria de su origen. Es transgresora y confrontativa, es la que sienta las bases en la utopía que conduce a un proceso de transformación y perfeccionamiento constante. La otralínea, construida a partir de los beneficios obtenidos por la acción originaria del peronismo, fue, es y será conservadora y reaccionaria. Solo levanta como bandera un peronismo contextualizado en una sociedad de los años cincuenta en donde el mito de la quietud y la tranquilidad por las mejoras logradas eran la máxima expresión de la calidad de vida. Falsa idea de peronismo ya que este fenómeno social y político se identifica con una voluntad colectiva siempre inquieta y nunca conformista.
Ahora bien, teniendo en cuenta el contenido discursivo moyanista, es bueno responder a sus interpretaciones sobre peronismo histórico desde las expresiones del propio Perón y desde las veinte verdades justicialistas que condenarían las expresiones del conductor actual de la CGT. En primer lugar, y con la ironía que caracterizaba al viejo caudillo, Perón señaló que el Movimiento Obrero Organizado era “la columna vertebral” del peronismo, con mucha gracia se deduce que la “columna” es lo que mantiene erguido a un “cuerpo” pero no lo conduce, el órgano que lo guía es el cerebro que está en la “cabeza”. En segundo término, en el contenido de las veinte verdades encontramos que primero está la Patria, luego el Movimiento y por último los Hombres, cuestión que el camionero parece haber invertido. Para terminar, otro de los argumentos de dichas verdades nos indicaba que cuando un peronista se cree más de lo que es y no se pone al servicio del Movimiento se convierte en un oligarca.
La actitud moyanista está tan alejada del peronismo histórico que dice defender, como del actual peronismo kirchnerista. Se reconoce su lucha en la década del noventa contra el neoliberalismo, se reconoce la conducción de los dirigentes de la CGT, pero lo que no se puede aceptar es la alianza o el acercamiento potencial a sectores que se disfrazan de peronistas escondiendo su verdadero rostro fascista y cómplice del Terrorismo de Estado.
La reflexión de Moyano y de los dirigentes sindicales queda a la espera de todos los peronistas, confiando en que no serán alcanzados por la tentación de los enemigos del pueblo. El contexto actual difiere mucho del pasado reciente, no permite jugar en la tibieza de las ambigüedades, el presente exige definiciones, se está a favor y se acompaña el voto popular, o se está en la vereda de enfrente vaya a saber con que oscuro grupo de alianzas e intereses. La Confederación General del Trabajo tiene tiempo de reflexionar, de todos modos es hora de acabar con "la burocracia sindical”.