Pese a que la batalla luce como ganada por parte del ejecutivo nacional gracias a la profusa propaganda oficial, la puja local entre el Banco Central y la divisa norteamericana —dólar vs. Tasas— no ha concluido, y en consecuencia, va enfriando la economía, lo que a la larga se traduce en reducción de reservas y menor actividad.
La profundización de un modelo heterodoxo y pragmático, con medidas que incluyen temerarios controles sobre el mercado cambiario, drástico recorte de subsidios y mayor proteccionismo, no parece aproximarse al ideal de mejora en las cuentas fiscales.
En la nueva era K, entonces, versión cristinista pura, con las políticas descriptas —trabas a las importaciones y restricción de billetes verdes a los particulares y empresas—, posiblemente sigan incrementándose los costos internos y esto empuje al alza a precios para la adquisición de dólares que haga el BCRA, hasta que en marzo, se dinamicen las exportaciones de productos agropecuarios.
Pero las medidas adoptadas por este Estado omnipresente, regulando precios, salarios, sistema cambiario, importaciones, inmiscuyéndose en todo, una vez mas, colisiona contra la realidad cotidiana de desaceleración del crecimiento de la economía y el costo de los servicios públicos afectados por la inflación.
Los resultados esperables pueden ser entonces, la exacerbada presión sobre el BCRA como fuente de financiamiento al tesoro y un incremento del déficit fiscal.
Frente a este escenario, la única salida es la de volver a tomar deuda externa, lo cual implica ni más ni menos que contradecir el propio discurso sostenido desde 2003 dado que tomar nuevamente deuda externa implica incurrir en elevadas erogaciones en concepto de servicios financieros a organismos de crédito internacional. Pero fundamentalmente “depender”, dejando al desnudo las graves vulnerabilidades del modelo, amén de la permanente falacia discursiva.
Es por todo lo antedicho que en estos días empezamos a ser testigos de las maratónicas sesiones en el Legislativo, donde se sancionan a libro cerrado tamaña batería de leyes. Y este comportamiento, sí que efectivamente se profundizará el próximo año.
Desde el exterior ya han dicho que la Argentina debe sincerar el Indec, sus finanzas públicas, regularizar los pagos al CIADI y su situación con el Club de París.
Para los próximos meses, es esperable que muchos aún sigan creyendo que la macroeconomía sigue expandiéndose, pero esto no será más que una puesta en escena, porque la inflación no para su escalada y la actividad económica está descendiendo. Lo concreto es que, para 2012 el déficit de la Cuenta Corriente de la Balanza de pagos puede superar los 3 mil millones de dólares, a lo que deben añadirse los pagos con reservas de compromisos externos. Aunque se repondrá ese desequilibrio como siempre se hace, préstamos del BID mediante, manotazos al Anses, tomando de otros varios organismos públicos, recorte de subsidios, y todo cuanto se pueda quitar a los asalariados y clase media, que parece ser el blanco del plan general.
Hacia 2013, el cambio de política monetaria de la Reserva Federal de los EE UU, impactará de seguro de manera adversa, empujando más hacia arriba las tasas de interés y el precio del dólar, haciendo descender el de los commodities. Para esa fecha, la Argentina podría no tener más alternativa que abrirse al mercado internacional endeudándose a tasas muy altas, como única forma de evitar el ajuste fiscal.
Asimismo, en breve asistiremos a un tarifazo que se avizora bastante temerario, pese a que —considerando los datos oficiales— el país se encuentra próximo al pleno empleo.
La clase media y alta ya mostraron signos de reducción en el consumo tratando de dolarizar su economía a modo de cobertura, lo cual indica una importante disminución en las ventas.
La inflación sigue su curso y el problema de la fuga de capitales no se ha resuelto. Todo esto incrementa la tendencia al enfriamiento de la economía en el mediano/corto plazo.
Tal como puede observarse el sistema, el crecimiento de la inflación y la reducción de la actividad, agudizaría la puja distributiva. Nada descarta hasta ahora, una nueva fuga masiva de capitales y más emisión monetaria.
Por todo lo expuesto, es sencillo advertir que el gobierno no tendría otra salida más que arreglar con el Club de Paris o hasta endeudar una vez a la Nación con el Fondo Monetario Internacional a efectos de no tener que incurrir en ajuste fiscal.
¿Cabe alguna duda acaso, de que las infructuosas gestiones que llevó adelante el ex ministro Boudou en varias ocasiones no apuntaban precisamente a ello?
Nidia G. Osimani