Dicen que todos los lugares turísticos del país están trabajando a pleno. Debe ser cierto. Pero no es menos seguro que no están tomando sol algunos problemas de la Provincia de Buenos Aires ni las tensiones políticas en el oficialismo.
El 2012 arrancó con la agudización de una sequía que afecta ya al 70% del campo bonaerense, desde el núcleo agrario de mayor productividad —el noroeste—, al eternamente castigado sudoeste, pasando por zonas de mediana y deprimida producción. Ya dañó irreversiblemente la cosecha de maíz y está empezando a afectar a la de la soja.
Puso en crisis a la producción de ganado y los tambos por falta de forrajes. Las pérdidas ya consolidadas —sumando el sur de Córdoba y Santa Fe, también afectados— se calculan en 10 mil millones de dólares, repartidas entre los productores y el Estado vía impuestos que no percibirá. Ha puesto en jaque también, por descenso de las napas, el suministro de agua potable en varias ciudades del interior.
Los problemas financieros de los municipios tampoco están haciendo turismo. Numerosas comunas arrancaron el 2012 con serias dificultades para terminar de pagar sueldos y aguinaldo y, sobre todo, con un pronóstico sombrío sobre la evolución de sus cuentas a medida que avance el año.
Sin ignorar los costos que les generarán, la mayoría de los intendentes está poniendo en marcha ajustes y aumentos drásticos de las tasas. Pero saben que ni siquiera esas medidas alcanzarán para solucionar la asfixia.
Algunos encontraron algún auxilio coyuntural para los pagos de fin de año en la Administración provincial. Pero allí ya les advirtieron que no los podrán asistir de manera sistemática. En la Gobernación ya asumieron que 2012 será "un año muy austero".
Trabajan desde la previsión de que será un ejercicio de estrecheces que podría incluir sobresaltos.
Y tampoco las tensiones políticas en la cumbre del poder —que signaron el cierre de 2011— se tomaron vacaciones. Como para ir mostrando cómo vendrá el 2012, la primera semana del año dejó otra situación de tirantez entre el Gobernador y su vice.
Esta vez fue Scioli quien tomó la delantera. No ignoraba que provocaría enojos en algunos sectores ultra K cuando decidió coorganizar un torneo de fútbol con fines benéficos en el que participara él mismo, con su equipo La Ñata, y Mauricio Macri con la camiseta de Boca.
Cerca de Scioli afirman que el partido con Macri fue parte de una decisión que encontrará más expresiones públicas de ahora en más: profundizar un perfil propio que, en la definición de la Gobernación, tiene que ver con su "condición de hombre de diálogo y consensos".
Afirman, en esa línea, que Scioli "ya no está dispuesto a dejar de hacer o decir lo que piensa o siente, porque eso vaya a ser utilizado luego como excusa por algunos para plantear presuntas deslealtades que no son tales".
Foto y contrafoto
Cualquiera sea la interpretación que le dio a la foto de Scioli con Macri, Gabriel Mariotto mostró que no le gustó. Lo dijo bajo el irónico formato de comentario del partido. "Ni Scioli ni Macri están para jugar en Primera", disparó.
Pero la verdadera respuesta fue la foto que, al día siguiente del match, el Vicegobernador se sacó con Amado Boudou, en ejercicio de la Presidencia, con la explicación oficial de que se habían encontrado "para analizar el problema de la sequía en la Provincia".
El "mensaje" es tan claro como duro. Es ése un tema que, por incumbencias, los jefes de Estado suelen hablar con los gobernadores, no con los presidentes de los Senados provinciales.
Pero algunos referentes peronistas sobrevuelan la política-ficción y se hacen preguntas. ¿Y si Scioli hubiera consultado la opción de un encuentro futbolero con Macri y le hubieran dicho que sí, tras evaluar como positivo que se sostengan y distingan matices en el seno del oficialismo?
Reparan en que ningún vocero calificado de la Casa Rosada hizo cuestionamientos públicos y consideran que, desde sus objetivos para 2015, Boudou y Mariotto coinciden en el escenario de batalla —el distrito bonaerense— y en el adversario interno: Scioli.
Marisa Álvarez
NA