El vicegobernador ya lo admitió en cuanto saltaron las primeras "discordancias". Gabriel Mariotto —como los referentes de La Cámpora y de otros sectores del ultrakirchnerismo y el cristinismo que en diciembre desembarcaron en cargos de mando y manejo en la Legislatura— no piensa ocultar "las diferencias" —fue el concepto que utilizó— con el Gobernador.
El tema es que ahora Daniel Scioli decidió plantar, también, las suyas, a la vista de todos. ¿Qué no harían nunca Mariotto o el diputado camporista José Ottavis? Jugar un partido de fútbol con Mauricio Macri, por ejemplo.
Y no sólo eso fue exactamente lo que hizo Scioli. Sabía que iba a haber reacciones críticas. Las hubo.
Y entonces salió a "contestar" con un planteo que, más allá de las sonoridades con que señaló que no le gusta que le pidan explicaciones sobre su alineamiento con el "proyecto" del kirchnerismo, le sirvió para autodefinirse como un hombre de "diálogo y consenso", como alguien capaz de compartir un partido con fines benéficos con un adversario político. Es decir, le sirvió para explicar sus propias "diferencias".
¿Hasta dónde llegan esas "discordancias"?
En la Gobernación afirman que la decisión de Scioli de manejarse de acuerdo a sus ideas y su estilo, ya sin reprimir actitudes que podrían "molestar", vino para quedarse.
Y que habrá "más partidos con Macri", figuradamente hablando, aunque jamás "una deslealtad" con Cristina. Y no opinan sobre la profundidad de las "diferencias ajenas".
Corren en el Palacio de calle 6 tiempos de alta sensibilidad y desconfianzas, en ese sentido. En la otra vereda, dicen no tener diferencias de fondo con Scioli, salvo —admiten— con su política de Seguridad y con sus "modos", su estilo.
"Molesta la ola naranja, molestan los partidos y los repartos de pulseritas con famosos y toda esa movida del marketing", dicen.
"Pero nada más", juran. Por lo pronto, la administración de Scioli se alineó fuertemente con la Casa Rosada en esta última semana, cuando —por orden directa de la Presidenta— los funcionarios nacionales salieron a plantear que las entidades rurales exageraban la magnitud de los daños provocados por la sequía y a rechazar la definición inmediata de medidas de auxilio para los productores.
Y la relación del Gobernador y el Vice dio, al fin y al cabo, para que se sacaran una foto juntos en un acto, aunque no hayan hablado de nada. Y de lo que nadie habla es de la puja de poder abierta por debajo del juego de las diferencias, que resulta ser, en rigor, sólo un instrumento para esa batalla.
El cristinismo trabaja en una estrategia de instalación en el distrito bonaerense que le permita, ya desde el turno electoral del 2013, ampliar fuertemente su presencia en la Legislatura y que desemboque, en el 2015, en el acceso de hombres propios a las intendencias y la Gobernación; pasando por la conducción del Partido Justicialista.
La Cámpora lo plantea como un trasvasamiento generacional. El resto de los sectores lo define como el fin de ciclo de toda una camada de dirigentes y el dominio de los soldados puros del "proyecto nacional".
Los intendentes peronistas, que hoy gobiernan —muchos desde hace más de una década— un centenar de comunas, saben que, por lo tanto, van por la mayoría de ellos. Algunos referentes ultra K lo admiten, incluso.
"Los Curto no van más", dicen, tomando como símbolo al jefe comunal de Tres de Febrero. ¿Esa avanzada sobre las "viejas estructuras" incluye a Scioli? Pareciera claro que, en todo caso, no comparten el objetivo del Gobernador que, aunque no lo admita, también tiene una anotación en el almanaque del 2015: la Presidencia.
Marisa Álvarez
NA