Es sencillo caracterizar los diferentes gobiernos que tuvo nuestro país desde el nuevo período democrático iniciado en el año 1983. Todos tienen una o más características, que pueden ser positivas o negativas, que sobresalen en su gestión presidencial y definen como un escueto resumen o conclusión, ese período constitucional.
Es así que el gobierno de Alfonsín se caracterizó por el apuntalamiento de las instituciones y valores democráticos y por la hiperinflación. El gobierno de Menem por haber convertido una aldea en un país moderno, con estabilidad económica, insertado en el mundo, pero también por su corrupción y altos índices de desempleo. El de De La Rua por su falta de rumbo y desinteligencias internas y así siguiendo hasta la actual dinastía.
Con respecto a esta última, el período kirchnerista, las características salientes son tan numerosas, la gran mayoría totalmente negativas, que merecería una nota especial el solo hecho de enumerarlas.
Simplemente, quiero mencionar tres de las tantas: la degradación democrática, la alevosa corrupción y la manipulación descarada de la opinión pública. El objetivo de este artículo es precisamente comentar este último punto y el reciente anuncio presidencial sobre la situación del conflicto de Malvinas con el gobierno de Gran Bretaña.
Como ya es habitual el oficialismo generó, sobre el tema, desde varios días antes, mediante trascendidos y otras técnicas, una gran expectativa sobre lo que iba anunciar la Presidenta.
Este ocultamiento atrajo la atención de la ciudadanía en general desde bastante tiempo antes del discurso presidencial, hasta varios días después del mismo.
Para este importante anuncio se armó como siempre, el montaje teatral para lograr el mayor y mejor impacto en el público presente y al resto del país que esperaba intrigado por la cadena nacional, el anuncio presidencial.
¿En qué consistió el esperado anuncio de la presidente? En realidad, en nada novedoso ni ya conocido. Discurso grandilocuente, como es habitual en los de Cristina Kirchner, muchas palabras y temas no muy relacionados y un par de propuestas razonables, pero más que tardías, considerando que su gestión casi entra en una década de gobierno.
Concretamente uno de los puntos más salientes, pero también más opinables o criticables fue la “militarización del Atlántico Sur”, a consecuencia del envío a las islas por parte del Reino Unido del destructor más moderno de la Marina Real británica, que "implica un grave riesgo para la seguridad internacional".
Otro punto fue la disposición, mejor dicho la reiteración de de lo que había anunciado el mes anterior, referente a la desclasificación del Informe Rattenbach, informe que ya había tomado estado público con anterioridad, ya fue publicado en forma completa por la revista Siete Días en el año 1983. Seguramente lo incluyó en su exposición para dar un poco más de volumen a la pobreza y falta de contenido de sus anuncios.
La pregunta que surge de cualquiera mediadamente informado: ¿A qué o a quién sirve revolver la basura y mostrar los errores de los militares en aquella época? ¿Qué sentido tiene el tocar este tema, a treinta años vista, salvo que el objetivo sea profundizar aún más los odios y divisiones de los argentinos y volver descalificar a las FF.AA.?
Como relleno de su vacío discurso, anunció la creación un hospital de salud mental destinado a los ex combatientes en las instalaciones del Instituto Geográfico Militar. Algo absolutamente innecesario ya que infinidad de sanatorios, clínicas y hospitales, incluyendo todos los de las FF.AA., asisten gratuitamente a los VGM. Por otra parte ya existe uno para ese fin.
Probablemente lo único rescatable de esta nuevo show, es que instruyó al canciller para que presente una protesta formal ante el Consejo de Seguridad y la Asamblea de las Naciones Unidas. Obviamente un poco tarde, dado que pasaron casi diez años de gestión de la dinastía kirchnerista.
Lo que debería haber dicho y lamentablemente no dijo, es que iba a dinamizar la política militar para potenciar a las FF.AA para volverlas operativas y sacar al país del actual situación de absoluta indefensión que hace que la Argentina desarmada, sea funcional no solo a los intereses británicos sino a todos aquellos que busquen aprovecharse de nuestra vulnerabilidad.
Otro aspecto que omitió (casi increíble que se le haya pasado por alto) es el reconocimiento a los Veteranos de Guerra y a sus siempre postergadas demandas. Estos fueron convocados al acto pero no pudieron entrar a la Casa de Gobierno, pues la prioridad la tenían los aplaudidores, los obsecuentes y la ya clásica claque.
Nuevamente la oposición que había sido invitada a la Casa Rosada fue utilizada como actores de reparto de esta perversa función.
Todo estos hechos no son más que una verdadera operación de distracción de la opinión pública, una verdadera cortina de humo, que busca nuevamente, como lo hace siempre la presidente, ocultar las crecientes dificultades de su gestión marcada por los salvajes ajustes económicos y tarifazos, pese a que Cristina aseguró cientos de veces que se opondría a cualquier clase de medida de ese tipo.
Seguramente estos ajustes son casi indispensables para evitar el desastre económico que se avecina por la pésima, arbitraria, populista y demagógica distribución de los recursos a lo largo de los casi ocho años de bonanza económica. En otras palabras, “la sintonía fina” de Cristina, oculta ni más ni menos, el “ajuste para todos”.
Como conclusión, Cristina hace exactamente lo mismo que el primer ministro británico: distraer la opinión pública de los graves problemas internos que afectan a ambos gobiernos.
Cruel ironía. Lo mismo que algunos le atribuyen al Gral. Galtieri, cuando tomó la resolución de recuperar las Malvinas para volver a incluirlas en la soberanía argentina.
Alfredo Raúl Weinstabl