El PJ bonaerense asistirá en estos días a un hecho inédito, si se quiere histórico. Una mujer quedará a cargo del partido. Se trata de la ministra de Gobierno provincial, Cristina Álvarez Rodríguez, que llegará allí gracias a los mecanismos de sucesión institucional luego de la renuncia de Hugo Moyano.
Es una formalidad que remarca, en todo caso, el estado actual de las cosas: el camionero se aleja del peronismo oficial porque también inició un proceso de despegue del oficialismo en general. Daniel Scioli hubiera preferido mantener el statu quo hasta el año que viene, ya que a fines de 2012 deben renovarse autoridades.
Pero, ¿cómo haría Moyano para permanecer en un espacio político al que calificó como "una cáscara vacía" hace apenas dos meses? A Moyano, en cierto modo, acaba de darle la razón la Presidenta, en charlas privadas con dirigentes del cristinismo, cuando dejó trascender su intención de liderar un espacio de centroizquierda mucho más amplio de lo que supone el justicialismo. "El peronismo ya fue", dicen que dijo la mandataria.
Un interrogante
Se ha extendido una lectura según la cual la entronización de Alvarez Rodríguez supone la continuidad del sciolismo en el control del justicialismo bonaerense, la estructura política más grande del país. Es verdad que la ministra no es un elemento extraño al esquema que se referencia en el Gobernador, pero su llegada a la presidencia de PJ provincial es una excelente noticia para el kirchnerismo puro, el que reporta a la Presidenta.
En esas filas ven a la sobrina nieta de Evita como un cuadro casi propio. Hay una corriente de empatía entre la ministra y la jefa de Estado, muy poco divulgada. Y está además la ligazón laboral entre su pareja, Miguel Cubero, y el vicepresidente Amado Boudou, de quien es consejero y confidente.
La pregunta surge inevitable: ¿Quién controlará desde ahora el PJ provincial? ¿El sciolismo o el cristinismo en su versión equilibrada, mesurada? La respuesta llegará en un par de meses y habrá que buscarla en el grado de penetración partidaria que logren los conatos cristinistas refractarios a Scioli.
Aquellos que se referencian en el vice Gabriel Mariotto; en la agrupación La Cámpora (aliada a éste pero con aspiraciones que lo superan); en el ministro Florencio Randazzo; en el titular de Diputados, Julián Domínguez y en Boudou, un poco caído en desgracia por el affaire de Ciccone Calcográfica y la impresión de billetes de 100 pesos.
Aquella misma pregunta, la referida a quién controlará de hecho el partido, se hacen varios referentes del PJ, caciques territoriales que a pesar de ser peronistas no están en la lista de amigos del alma de la Casa Rosada. Se trata de esas voces que susurran al oído del Gobernador la necesidad de que se quede él mismo con la conducción del PJ bonaerense para ostentar un elemento de negociación poderoso con el Gobierno nacional de cara al 2015, año de la sucesión presidencial.
Buscan, entre otras cosas, su propia supervivencia dentro de un esquema que no para de lanzarles mensajes a futuro en los que raramente se los incluye. Scioli es, luego de la muerte de Néstor Kirchner, el titular formal del justicialismo a nivel nacional. Una estructura partidaria que, se repite, estaría condenada a la intrascendencia si se cumpliera el supuesto plan cristinista para fusionarlo dentro de un gran armado nacional de centroizquierda.
Por eso aquellas voces del PJ provincial, con obvia ascendencia en el Conurbano, evalúan que es mejor que el Gobernador se repliegue en el peronismo bonaerense y desde allí espere la sucesión de los hechos.
No deja de ser una reminiscencia de la lógica duhaldista. La misma que los K se especializaron en enterrar o, en todo caso, en reciclar.
Mariano Pérez de Eulate
NA