El ritmo y la intensidad que el Gobierno imprimió a la política en los últimos días le permitió recuperar la iniciativa y mantener dispersa a la oposición, aunque al costo de acentuar su perfil decisionista con acciones que dominan la coyuntura pero que tienen una dudosa proyección en el mediano y largo plazo.

De este cuadro de situación se desprenden dos noticias, una buena y una mala. Para ser positivos, comencemos por la primera: a nadie le quedan dudas aquí —y tampoco en el exterior— que la Argentina está siendo gobernada, lo cual representa algo muy significativo para un país culturalmente presidencialista.

La reforma de la carta orgánica del Banco Central votada rápidamente por el Congreso y la persistente embestida contra la petrolera Repsol YPF, orquestada por la Nación y ejecutada por las Provincias, dan cuenta de la fortaleza del Poder Ejecutivo. Pero al mismo tiempo alimentan el personalismo político. Lo experimentó el ministro de Industria español, José Manuel Soria, quien intentó acceder a su colega argentino Julio De Vido para abordar el conflicto de YPF, pero el titular de Planificación se excusó planteando que la reunión no contaría con la presencia de Axel Kicillof, el segundo de la cartera de Economía.

Se sabe que Kicillof actúa como un delegado personal de la Presidenta en el caso de YPF. El joven funcionario, ligado a La Cámpora, viene de ser etiquetado como un economista marxista, aunque su visión es más amplia. Eso sí, su fuerte carácter lo lleva a chocar con otro "soldado" kirchnerista, Guillermo Moreno. El secretario de Comercio también hace culto del personalismo, a tal punto que genera pánico entre los empresarios. Por eso se quejan poco y nada en público de las trabas a las importaciones: "Si hablamos, a los 15 minutos tenemos al Gobierno pidiéndonos un plan de contingencia", deslizó el presidente de un reconocido laboratorio.

No se trata de un tema menor: el 10 por ciento de los remedios importados no tiene un reemplazo nacional y un alto porcentaje de pacientes que acuden a los genéricos asegura que no surten los mismos efectos. Para los laboratorios, en este marco, se trata de evitar condiciones comerciales más desfavorables. Concretamente, temen que el Gobierno implemente una política similar a la aplicada en el sector automotor, al que obligó a equilibrar la balanza comercial y sólo le permite importar un dólar por cada dólar de exportación.

Pese a estos nubarrones que se observan en el horizonte, el contexto económico no presenta un pronóstico de tormenta. El ex presidente chileno Ricardo Lagos acaba de pasar por Buenos Aires y en una disertación sostuvo que se espera que América Latina continúe creciendo al menos por los próximos diez años. En medio de un cuadro optimista, que explicó en buena medida por la demanda de economías gigantescas como China, Lagos dejó un consejo: "Hay que gobernar pensando en la próxima generación y no en la próxima elección", dijo el socialista, considerado uno de los líderes más importantes que dio la región en los últimos años.

Tragedia y desconcierto

La fortaleza que exhibió el Gobierno para avanzar con temas sensibles como la reforma de la carta orgánica del Banco Central, que le permitirá acceder a financiamiento sin necesidad de pedir prestado en el exterior, fue proporcional al desconcierto que lo sigue dominando frente a la tragedia ferroviaria de Once. La mayoría de los analistas coincide en que este accidente —que llevó a la muerte a 51 personas y desnudó las falencias políticas y operativas del sistema ferroviario metropolitano— significó un duro golpe para la Presidenta, que no contó en su Gabinete con alguien capaz de ofrecerle un escudo frente a las críticas.

El descrédito que padece el vicepresidente Amado Boudou ante el avance del Caso Ciccone tampoco ayuda. A tal punto que esta semana tuvo que salir al ruedo mediático el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, un funcionario influyente pero de bajo perfil público. El jefe de Gabinete tocó la gran mayoría de los temas con definiciones cerradas, pero fue lo suficientemente ambiguo —como para ser mal interpretado— cuando fue consultado por la "nacionalización de YPF". De hecho, esa decisión aún no está tomada y depende de una sola persona, la Presidenta.

Llama la atención, en este contexto, la ausencia del ministro del Interior, Florencio Randazzo, un funcionario entrenado para dar el debate en los medios de comunicación. Algunos sostienen que el apartamiento del titular de la cartera política tiene que ver con la interna kirchnerista en la provincia de Buenos Aires. El territorio bonaerense fue siempre decisivo para el grupo gobernante. A tal punto que comenzaron a observarse los primeros aprestos de cara a las elecciones legislativas de 2013. El más visible fue un acto que encabezó la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, a la cabeza de su agrupación, llamada Kolina.

En un plano más subterráneo queda, por ahora, el comentado desembarco de Máximo Kirchner en la primera división de la política argentina. En su caso, Cristina duda si no sería más conveniente que compita en Santa Cruz. Allí, el "heredero" político de la familia presidencial mantiene un duro enfrentamiento con el gobernador Daniel Peralta. "La verdad es que Máximo la tiene difícil. Ni bien ponga la cara en público serán inevitables las comparaciones. Imaginate: el flaco es hijo no de un presidente, sino de dos presidentes", comentó de manera descarnada un diputado oficialista que, sin embargo, confía en sus condiciones políticas.

Mariano Spezzapria
NA