Como dijo el gran Aníbal, el cartaginés de los elefantes que hizo temblar a Roma en su apogeo, hay países en donde siempre el peor gobierno, es el actual.
Como en una especie de condena mítica similar a la que fue penado Sísifo —condena de Zeus, que consistía en vivir levantando, hasta una cumbre, una pesada piedra solo para que esta cayera al llano, y de nuevo, tener que volver a levantarla— los argentinos parece que estamos condenados a levantar una piedra que siempre vuelve a caer, pero no en un peñasco, sino en la desmemoria. Así vamos pagando las hipotecas que volvemos a firmar y tenemos que volver a levantar, sin explicarnos por qué nos vuelve a pasar.
Los argentinos hacemos culto del olvido. No enseñamos la historia a los jóvenes y no hay la mínima voluntad de aprender de estos, que esperan construir siempre su "relato" desde sí mismos, haciendo oídos sordos. Y no solo no lo enseñamos, sino se la ocultamos desde corta edad, ingenuamente, pretendiendo con ello no aumentar los pesares que se sufren en estos 202 años que llevamos chocando contra obstáculos que, no solo son siempre los mismos, sino que nos proponemos esquivar.
Como en la mayoría de las cosas, los jóvenes actuales no conocieron
Así, tenemos jóvenes revolucionarios que hablan pestes de la “república burguesa” desde sus cómodos pisos en Puerto Madero, dirigentes ladriprogresistas que habla de los más necesitados o excluidos, pero viven todos en
Cuando el humor hace política
Ahora bien, entre todas estas cosas, ese enorme 99% de la historia que las nuevas generaciones no conocen y la viejas se empeñan en olvidar, ignorar o desentender, y he aquí la causa de porqué muchos de ellos se han inclinado a abrazar al ilusión kirchnerista, entendiendo por ilusión que se entrega a la ensoñación de una realidad onírica, inexistente en la realidad, de cuento, nos encontramos con que en la historia hubo una caracterización genial que viene y viaja desde allá en el fondo del siglo XX, un personaje querible, que muchos recuerdan: Don Fulgencio, personaje del dibujante y autor Lino Palacios.
Palacios pintaba al Señor Fulgencio con la estampa fina del hombre hiperformal, la cara pública del argentino, pero que en el fondo solo representaba un papel de aceptación, y escondía un niño dentro del cuerpo de un adulto.
Por real, un antihéroe local, de cabotaje, genialmente representado como entrañablemente propio.
Don Fulgencio era el argentino promedio, allende las clases sociales.
El dibujo solía salir como tira cómica en el diario
Don Fulgencio, no había tenido infancia y, en consecuencia, era un constante niño, como los argentinos, era un tímido, un apocado, pero siempre solemne, quedar bien, como todo argentino, no decir nada "que pueda oponerse a lo que, suponía, se "debía" pensar o no iba a incomodar”. Era el "hacedor de lo correcto" no se permitía revelar en público ninguna sensación que lo evidenciara como aspirante a algo que, desde el vamos, lo tenía por renunciado, las macanas, siempre, las decía y las hacía en privado, como en el cuarto oscuro.
Las nuevas generaciones de conformistas y abridores de boca para las moscas entrar, se siguen (y seguirán) engordando lindo en la Argentina.
Siempre habrá un vivillo director de cine que les indique, como al ganado que lo pasan por el brete, que los Don Fulgencios pueden pasar varias veces por delante del ataúd de Néstor Kirchner, porque eso le hace bien a la Presidenta y le da imagen o, en otras, los mandarán a pintar "Cobos traidor, saludos a Vandor" y más de uno de esos párvulos se preguntarán quien fue Vandor, sin que les importe demasiado.
En esta tribu del cono sur a la que llamamos República Argentina, le suelen pasar las épocas, le pasan los gobiernos, le pasan las personas, pero siempre, siempre, estarán los Don Fulgencios, para justificar con zonceras y salidas preparadas por los discursos de turno, oficiales, confusos y repetidos, por las propaladoras de siempre, las que repiten y repiten la letanía del momento.
Siempre existirán en nuestro país de cultura circular, los Fulgencios pegadores de stickers con el "Clarín Miente" que mañana podrá ser "Scioli Miente", "Canal A Miente” o "Animal Planet miente". No importa, habrá que pegarlo, en definitiva, si es lo correcto.
¿Para qué generar una discusión innecesaria e inoportuna? ¿No, Fulgencio?
Quizá, desenmascarar al rey desnudo, no sea políticamente muy correcto, ni de votos, seguramente, pero quizá nos enseñe a dejar de creer que todo recomienza en un abrir y cerrar de ojos, y que la doctrina del olvido es abonada, casi en un 100%, por la existencia de nosotros, los queridos Don Fulgencio que anidamos en estas pampas gauchas.
Menos popularidad debe dar desenmascararnos, y asumirnos como verdaderos responsables de los desastres de gobiernos, y que muchos de ellos están por nuestro voto (quizá todos) y que miles de Don Fulgencios fuimos a votar, como no tuvimos infancia ni recuerdos, por los mismos que nos jodieron una y otra vez. Al contrario, es un pelotazo en contra asumir, pero vale la pena. ¿No es cierto?
José Terenzio