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Crisis cultural: un problema que va más allá de lo político

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¿QUÉ NOS PASA A LOS ARGENTINOS?
¿QUÉ NOS PASA A LOS ARGENTINOS?

Como dijo el gran Aníbal, el cartaginés de los elefantes que hizo temblar a Roma en su apogeo, hay países en donde siempre el peor gobierno, es el actual.

 

Como en una especie de condena mítica similar a la que fue penado Sísifo —condena de Zeus, que consistía en vivir levantando, hasta una cumbre, una pesada piedra solo para que esta cayera al llano, y de nuevo, tener que volver a levantarla— los argentinos parece que estamos condenados a levantar una piedra que siempre vuelve a caer, pero no en un peñasco, sino en la desmemoria. Así vamos pagando las hipotecas que volvemos a firmar y tenemos que volver a levantar, sin explicarnos por qué nos vuelve a pasar.

Los argentinos hacemos culto del olvido. No enseñamos la historia a los jóvenes y no hay la mínima voluntad de aprender de estos, que esperan construir siempre su "relato" desde sí mismos, haciendo oídos sordos. Y no solo no lo enseñamos, sino se la ocultamos desde corta edad, ingenuamente, pretendiendo con ello no aumentar los pesares que se sufren en estos 202 años que llevamos chocando contra obstáculos que, no solo son siempre los mismos, sino que nos proponemos esquivar.

Como en la mayoría de las cosas, los jóvenes actuales no conocieron la Argentina de antes ni los partidos mayoritarios y populares que ya no existen, ni tampoco tienen recuerdos de alguna cultura que supo existir antes de la convertibilidad, esa que depositó en la psiquis bipolar local, en su fuero íntimo, un deseo vivir, como sea y al costo que sea, como un país capitalista e hiperconsumista, del tipo americano para consumo local, tipo Miami, un "país Shopping". Ahora bien, dicho pensamiento íntimo, válido para el que lo quiera, en los “malditos 90” y en los “malditos 2003/2008”, no va acompañado por nuestro infantil pueblo con un discurso acorde, todo lo contrario: existe pavura por desentonar con el discurso oficial del correctismo cultural de nuestro pueblo infantilizado. Este discurso debe ser bien "progre" antes que nada, quedar bien es la típica hipocresía y el cinismo argento exacerbado al máximo en las generaciones más jóvenes, que solo conocieron el "sálvese quien pueda" con que nuestra maravillosa democracia nos viene azuzando desde 1983 a la fecha, o quizá desde antes.

Así, tenemos jóvenes revolucionarios que hablan pestes de la “república burguesa” desde sus cómodos pisos en Puerto Madero, dirigentes ladriprogresistas que habla de los más necesitados o excluidos, pero viven todos en la Recoleta, Barrio Norte o Caballito. País cínico la República Argentina, un país matarife siempre administrado por porteños y aporteñados locales y endosados, que hacen fe de conversos, peores que los locales a veces, siempre dispuesto a mandar a cualquier al frente con tal de salvar los privilegios, esos privilegios de una clase que nunca se mueve de los sillones, al calor de una representación que ya exagera de rancia.

 

Cuando el humor hace política

 

Ahora bien, entre todas estas cosas, ese enorme 99% de la historia que las nuevas generaciones no conocen y la viejas se empeñan en olvidar, ignorar o desentender, y he aquí la causa de porqué muchos de ellos se han inclinado a abrazar al ilusión kirchnerista, entendiendo por ilusión que se entrega a la ensoñación de una realidad onírica, inexistente en la realidad, de cuento, nos encontramos con que en la historia hubo una caracterización genial que viene y viaja desde allá en el fondo del siglo XX, un personaje querible, que muchos recuerdan: Don Fulgencio, personaje del dibujante y autor Lino Palacios.

Palacios pintaba al Señor Fulgencio con la estampa fina del hombre hiperformal, la cara pública del argentino, pero que en el fondo solo representaba un papel de aceptación, y escondía un niño dentro del cuerpo de un adulto.

Por real, un antihéroe local, de cabotaje, genialmente representado como entrañablemente propio.

Don Fulgencio era el argentino promedio, allende las clases sociales.

El dibujo solía salir como tira cómica en el diario La Razón, desde antes de los años 40 (1938 para ser más preciso).

Don Fulgencio, no había tenido infancia y, en consecuencia, era un constante niño, como los argentinos, era un tímido, un apocado, pero siempre solemne, quedar bien, como todo argentino, no decir nada "que pueda oponerse a lo que, suponía, se "debía" pensar o no iba a incomodar”. Era el "hacedor de lo correcto" no se permitía revelar en público ninguna sensación que lo evidenciara como aspirante a algo que, desde el vamos, lo tenía por renunciado, las macanas, siempre, las decía y las hacía en privado, como en el cuarto oscuro.

La Argentina K, en definitiva, es un país guionado como para un set de televisión. Parece real, es lo formal, pero nadie cree que lo sea, aunque todos lo simulan. 

La Argentina actual está construida a la medida de las formalidades y de los discursos correctos, para los Don Fulgencios eternos admirados de chucherías, asustados de tonterías, acorralados por cuatro petardos y un juez "alegre" que, muy circunspecto como Don Fulgencio, pone cara de "tema preocupante" por cuatro petardos puestos en serie y por servicios de inteligencia lectores de “Que les Pasó”, título ridículo que intenta interrogarse sobre déspotas que, en realidad, nunca cambiaron, ni van a cambiar, un título que solo define el estado mental, o de deseos, del que interroga, y no sobre los reales hechos.

Las nuevas generaciones de conformistas y abridores de boca para las moscas entrar, se siguen (y seguirán) engordando lindo en la Argentina.

Siempre habrá un vivillo director de cine que les indique, como al ganado que lo pasan por el brete, que los Don Fulgencios pueden pasar varias veces por delante del ataúd de Néstor Kirchner, porque eso le hace bien a la Presidenta y le da imagen o, en otras, los mandarán a pintar "Cobos traidor, saludos a Vandor" y más de uno de esos párvulos se preguntarán quien fue Vandor, sin que les importe demasiado.

En esta tribu del cono sur a la que llamamos República Argentina, le suelen pasar las épocas, le pasan los gobiernos, le pasan las personas, pero siempre, siempre, estarán los Don Fulgencios, para justificar con zonceras y salidas preparadas por los discursos de turno, oficiales, confusos y repetidos, por las propaladoras de siempre, las que repiten y repiten la letanía del momento.

Siempre existirán en nuestro país de cultura circular, los Fulgencios pegadores de stickers con el "Clarín Miente" que mañana podrá ser "Scioli Miente", "Canal A Miente” o "Animal Planet miente". No importa, habrá que pegarlo, en definitiva, si es lo correcto.

¿Para qué generar una discusión innecesaria e inoportuna? ¿No, Fulgencio?

Quizá, desenmascarar al rey desnudo, no sea políticamente muy correcto, ni de votos, seguramente, pero quizá nos enseñe a dejar de creer que todo recomienza en un abrir y cerrar de ojos, y que la doctrina del olvido es abonada, casi en un 100%, por la existencia de nosotros, los queridos Don Fulgencio que anidamos en estas pampas gauchas.

Menos popularidad debe dar desenmascararnos, y asumirnos como verdaderos responsables de los desastres de gobiernos, y que muchos de ellos están por nuestro voto (quizá todos) y que miles de Don Fulgencios fuimos a votar, como no tuvimos infancia ni recuerdos, por los mismos que nos jodieron una y otra vez. Al contrario, es un pelotazo en contra asumir, pero vale la pena. ¿No es cierto?

 

José Terenzio

 
 

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  1. Buen articulo. Se llama ingeniería social. A nuestro país, mucho antes de quebrarlo política y económicamente, se lo quebró culturalmente. Al día de hoy algunas personas siguen pensando que nuestro país debería ser un apéndice del ya extinto imperio británico. Los cipayos de siempre en lugar de construir unión entre los argentinos obedecen los designios del exterior y siembran la división en todos los ámbitos. Los argentinos, como un todo, necesitamos un punto en común en el cual todos (el 100%) estemos de acuerdo. Tenemos uno que es CASI unánime: no queremos más dictaduras militares. Esperemos que el siguiente sea que no queremos más democracias virtuales que se dedican al saqueo y a la mentira en forma sistemática. De alguna manera el que tenemos hoy es el más burdo, opresivo y abiertamente deshonesto gobierno de todos los tiempos. Que nos sirva de lección.

  2. Hoy estaba en el estacionamiento de un supermercado y observaba que los compradores cargaban su auto y el carrito lo dejaban en el box lateral, no el pasillo frente al auto para tales efectos. Recordé como se paran en el medio de la calle, con balizas, aunque hay lugar 5 metros mas adelante o atrás junto al cordón. Las balizas no evaporan al vehiculo, ni evitan accidentes, solo avisan que hay que meterse en la línea de otro auto. ¿Estamos capacitados los argentinos para pensar en las causas-consecuencias? ¿Pensamos ante cada acción? Y si es así ¿nos interesa el prójimo? Será consecuencia de años de “no te metas” y del “¿yo?... argentino” terminando en la creencia que “Dios es argentino” No solo manejamos por el medio de la calle, sin importarnos el tapón ocasionado, sino que manejamos en la vida con la misma irresponsabilidad. Así los gobiernos dejan de regalo sus problemas al que sigue. Así la democracia es solo votar, no analizar a quien lo merece por estar capacitado. Después vienen las justificaciones, las chicanas, las excusas y las mentiras. Porque… “¿yo? Yo no fui.” EL HUARPE

  3. Veo que algunos le echan la culpa a los KK. Son delincuentes, pero... y la oposicion? Todavia hay quienes culpan al golpe del 30, al peronismo, al Proceso... que infantilismo y falta de inteligencia!!! Despues son los mismos que hablan de unicato, dictaduras, etc. No conciben el juego democratico como de varios participes necesarios.

  4. ESTE ANALISIS NO TIENE DESPERDICIO, QUE TAL SI SE LO PONE COMO MATERIA DE ANALIS DE LA REALIDAD DE LOS ARGENTINOS EN EL SECUNDARIO,QUE LO LEAN Y LUEGO QUE DEN UN RESUMEN VERVAL AL PROFESOR ESO SI TODO EN LA ESCUELA SIN PASAR POR OTRA OPINION QUE SEA INDIVIDUAL.FELICITACIONES EXELENTE

  5. Excelente análisis del Sr. terenzio, al que yo agregaría que el argentino es un niño malcriado al que sus papas le han hecho creer que es perfecto, genial, inteligente, lindo, además nadie juega al fútbol como el. Los argentinos salvo honrosas excepciones somos un pueblo mediocre. Mucho premio Nobel de la paz y poco de ciencia, incluido un caso en el que el científico se desarrollo en el exterior. Aquel que se cree perfecto, jamás va a mejorar. Para colmo hay una demente en el poder que sabiendo esto, manipula el ego de millones de cabezas huequitas, mostrándoles un pais potencia que no lo es. Llevara muchos años de profunda autocrítica como pueblo, superar este status de pais bananero cuyo principal mérito para el exterior parece ser haber dado a luz a Maradona y a Messi.

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