Según el sitio web Carta Financiera, la Argentina está entre los 10 países con riesgo de default.
Se ha repetido, por parte de voces autorizadas en materia económica, que la situación actual dista mucho a la del año 2001; ello comparándola con su correlato de crisis socio-económica y política posterior.
Es cierto, pero, como todo análisis político o económico, es una verdad puntual, es una foto, una instantánea de un momento. Si se pudiera “medir” en el tiempo, y comparar los hechos, que nunca son iguales, también se podría establecer o afirmar que algunos desencadenantes de aquella crisis tienden a repetirse; o sea, el desenvolvimiento futuro de los acontecimientos pueden desarrollarse peligrosamente como lo que pasó en 2000 y 2001: corte de la cadena de pagos, cambio en el giro de los negocios de cereales, etc.
Respecto de esto último, de medir las consecuencias y desenlaces, en política siempre se habló de la famosa “iniciativa”. Esa iniciativa que se usa como instrumento de poder anticipar los hechos y torcer los rumbos que se pretenden torcer. También enseña la política que, muchas veces, existen profecías autocumplidas cuando se toman las iniciativas equivocadas.
En referencia a profecías autocumplidas, puede ver cómo hace unos días, en su discurso de máxima crispación encarado, la primera mandataria lejos de contemplar la crisis, decidió, simplemente, tirarle nafta al fuego: sería muy bueno que se escuche a sí misma, y se dé cuenta de que son ellos, los gobernantes, los sindicalistas y los empresarios los que en su afán de poder y lucro, se viven picoteando en mitad del río los unos a los otros, y que los picotazos caen a los simples gobernados y mal administrados. Siempre les pasa a los de a pié, que el circo romano en que ellos transforman el escenario público, sin comerla ni beberla, y sin ganas de aplaudir tampoco.
La Argentina, otra vez, en definitiva, está entre los países que van incrementando su deuda, y encima medios inoficiosos del Gobierno dicen que “no importa, es en “pesos”, la inflación la licúa. Se manifiesta ello con un cinismo y perversidad mayúscula, una impunidad impensada y brutal, dado que esa misma inflación —que va tomando carrera—está corroyendo los salarios y ahora, sin moneda “dura” a mano, los ahorros y los de nuestros hijos.
Así, nos enteramos de buenas a primeras que la deuda pública creció, durante 2011, en más de 17.000 millones de pesos —sí, de esos que la inflación se los come— casi un 10%. Una enormidad para un gobierno que dice ser “eficiente”, aunque también es toda una contradicción.
Por otra parte, puede verse cómo se licitan desesperadamente títulos públicos a 19% en dólares y que las provincias están hipotecando su futuro de manera silenciosa, también en moneda dura. Todo esto pasa, al mismo tiempo, en el cual a España le dan “en default” crédito al 6,75%.
El vecino pequeño, Uruguay, con una economía 13 veces menor al PBI argentino, refinanció el 90% de su deuda exterior a 30 años y en pesos uruguayos, al 4% anual y con tres años de gracia.
Otro síntoma de la mala praxis de gestión del gobierno federal argentino que ya tocó fondo, no solo en cuanto a despilfarro, sino también a presión impositiva.
En el informe reciente, antes mencionado, se coloca a la Argentina como segundo país con mayor riesgo de default, léase: no poder pagar sus compromisos a sus deudores —el tesoro soberano—. Respecto a dicho informe, el Tesoro está desde hace dos años en default: primero se exprimió a la Anses, luego se saquearon las reservas denominadas “de libre disponibilidad” —que no existen más— porque las “otras reservas” son los encajes bancarios, que, desde el 1 de octubre de 2011 se fugan en un 40% de lo que había a lo que ya no hay, ¿le pegarán un manotazo?
No es 2001, pero ¿no se está haciendo todo lo posible para que lo sea?
En octubre de 2011 se opinaba, iure et de iure, que la situación del país no era la de 10 años atrás. Se implementó el corralito cambiario, lentamente, mediante restricciones que no pasaron desapercibidas. No fue una medida ideológica, sino que se acabaron los billetes de libre venta y hubo que sentarse sobre los remanentes.
Un conjunto de medidas se fueron dictando, día a día, como el famoso trabajo de zapa, o la larga marcha de Mao. La orden superior y la mayor política de estado —hasta hoy— del gobierno nacional es: “No salen dólares”. Pero resulta que el flujo de divisas, en un mercado de capitales, es rítmico, como la respiración. Para poder respirar aire, hay que poder exhalar aire.
El collar de medidas restrictivas fueron destruyendo, no solo los superávits —que ya venían dibujados por la “comida de cajas”— sino la actividad. De por sí, hoy el paçis está “amesetado”, sin crecimiento en los dos trimestres últimos de 2012; no es esto una desaceleración, sino un verdadero “parate” de la denominada economía real.
Ni que hablar del mercado inmobiliario, virtualmente muerto, amén que se perdió confianza en los negocios. Hasta empresarios argentinos en China relatan que, a nivel dirigencial, consideran a la Argentina como un país poco serio y se inclinarían solo a comprar alimentos y tierras porque no están seguros ni siquiera de la eficiencia productiva del país.
La posición brasileña tampoco debería asombrar: se trata de un país que desgasta a sus empresarios y que cae, virtualmente, a escuchar las peroratas y absurdos de Guillermo Moreno, un neófito económico. El real brasilero, como lo anticipaban los medios serios, es una moneda en camino a ser devaluada y sus efectos perfectamente controlados. Todo lo contrario del peso argentino, que no se devalúa convenientemente —y al ritmo del paupérrimo desempeño de la economía local— siendo el dólar oficial, o a estas alturas comercial, una verdadera fantochada.
Crisis del petróleo: un setentismo bien logrado
La crisis energética local, anunciada desde hace años, es un jalón aparte del descalabro local. 2012 entregará un panorama desolador: U$S13.000 millones de “rojo” del sector, algo que muy difícilmente podrá sostenerse en 2013 —y financiarse, lógicamente—.
La virtual confiscación de YPF no otorga soluciones en el corto plazo, por más que el señor Miguel Galuccio aplique todos sus supuestos conocimientos y artes. Difícilmente los chinos inviertan en Vaca Muerta, un yacimiento descubierto en 1974 —la YPF estatal de verdad— y no ahora, como reza el credo del relato.
La soja: no por poca, insuficiente
Por otra parte, los récords históricos en el precio de la soja no logran completar la enorme necesidad —y voracidad— fiscal del elefante estatal prebendario que montó el kirchnerismo, a la postre un golem que parece querer devorarse a sus propios engendradores.
En este panorama, y aún a sabiendas de que no estamos ante otro 2001, las particularidades de renta ficticia que se fueron creando, que todos conocen y, sumados a la crisis de crecimiento, falta de inversión, de reposición de material rodante ferroviario y de trasporte, de rutas, puertos, trenes y caminos, la estanflation a la vuelta de la esquina y la conflictividad de un país que se ha vuelto caro en dólares —por no reprimir la inflación en dólares— ha transformado el escenario no solo económico, sino, político.
Así, puede tenerse un fin de año con el siguiente panorama negativo:
- Si no se devalúa, un país muy caro en dólares y con trabajadores que, aún pagando impuesto a las ganancias, a duras penas paguen un alquiler y no alcancen la canasta básica. Peligro de descalce y “Gran Rodrigazo”.
- Si se devalúa, el riesgo de una corrida inflacionaria atroz, frente a un estado que no se resigna a gastar “sin límite y sin control” —apotegma K del ejercicio del poder—.
- En cualquiera de los escenarios anteriores, el modelo no tolerará bajar el gasto público —y la emisión de moneda— lo que incrementará la escalada inflacionaria, que se les puede salir de control.
Así, solo queda esperar que los “patitos” económicos se acomoden solos —a la baja— y se tendrá contracción económica, por más que dibujen los números.
Ya la caída de la recaudación tributaria, calculada sin inflación, muestra un quebranto de las cuentas públicas a corto plazo, con las consecuencias anunciadas.
Y el Gobierno, al que no le gustan las malas noticias, seguirá negado, fugando hacia delante, reprimiendo todo lo que puede las protestas, que cada vez, se irán incrementando, al punto que, la realidad, como el sol, no se podrá tapar con las manos.
Cristina ya tuvo su 17 de junio de 1975. Que alguien le cuente todo lo que vino después.
Así estamos.
José Terenzio