Scioli y Peralta hoy son rehenes del esquema K. Cuando se cae en desgracia el costo no tiene límites. A los dos los aqueja el mismo mal, el centralismo de la caja que hoy flaquea los deja a expensas de los humores del Ejecutivo. Ni siquiera está Néstor para salvarlos Como en espejos enfrentados la provincia de Buenos Aires y Santa Cruz pueden mirarse mutuamente y reconocerse a sí mismas en la imagen que tienen enfrente.
Las dos provincias son peronistas y forman parte de los estados miembros del eje nación-provincia. Sus gobernadores estamparon sus nombres en la lista sábana que encabezó Cristina en la última elección.
Por distintas razones en las últimas décadas, ambas fueron generosamente susbsidiadas por nación. Hoy, sus gobernadores padecen el mismo destino, el centralismo de la caja que hoy flaquea, los deja a expensas de los humores del Ejecutivo. Ni siquiera está Néstor para salvarlos.
Buenos Aires con el fondo del conurbano, amasó unos 750 millones de pesos, y Santa Cruz con el impuesto del 6/1000 ingresó a sus arcas más de 800 millones de pesos para construir obras del interconectado, las que finalmente se hicieron con fondos nacionales.
Fueron beneficiarias permanentes de frondosa obra pública financiada y dirigida por el presupuesto nacional.
“En 2011, los fondos nacionales transferidos a la provincia de Buenos Aires por coparticipación, obras públicas, jubilaciones, subsidios, todo lo que significa ejecución del presupuesto nacional, fue de $ 136.296 millones, un 130% más que el presupuesto total de la provincia”, le refregó Cristina al gobernador Scioli por cadena nacional.
Hasta el 2011 Santa Cruz recibía el mismo trato, los fondos nacionales para Obra Pública sumaban un presupuesto provincial paralelo, y el envío de fondos para cubrir el déficit previsional aún hoy representa un 20% del monto destinado al pago de jubilaciones.
El centralismo es la matriz del modelo K. Un gran paraguas protector de los descalabros financieros de las provincias amigas y sobre todo, una palanca indispensable a la hora de ganar elecciones. Pero después y como es natural en toda transacción de compraventa de almas, el diablo siempre se cobra la parte que le corresponde.
Daniel Scioli y Daniel Peralta hoy son rehenes de este esquema, donde la lealtad es altamente recompensada pero solo hasta que dura la ilusión. Cuando se cae en desgracia el costo no tiene límites.
A los dos los aqueja el mismo mal, el centralismo de la caja que hoy flaquea los deja a expensas de los humores del ejecutivo, y ni siquiera está Néstor para salvarlos.
El gobernador de Buenos Aires ya decidió cuotificar el aguinaldo a estatales, que sus funcionarios no lo cobren, y frenar las obras públicas que ya no tendrán asistencia nacional. En penitencia por sus pecados capitales: haber sacado mas votos que Cristina, tener pretensiones presidenciales, y jugar al fulbito con Moyano.
Daniel Peralta no quiere saber nada con el líder camionero ni mucho menos sueña con imposibles presidenciales. Apenas se conforma con llegar a fin de mes “es una sentencia de muerte” confiesa, con los policías acuartelados marcándole la agenda salarial, el resto de los estatales haciendo cola, los intendentes esperando cobrar el dinero prometido, y sus adversarios internos haciéndole la vida imposible escondiéndole la alcancía. Obreros de la construcción ya incendiaron la primer camioneta ante la paralización de una obra de viviendas contratada directamente por el intendente José Córdoba y financiada por el Ministerio de Julio de Vido.
Mientras tanto Cristina pontifica, humildemente: “todos tienen que aprender a gestionar los recursos de la misma manera que lo hace la Presidenta”.
Héctor Barabino
OPI Santa Cruz