Del almuerzo que compartió con Gabriel Mariotto el lunes último, el gobernador Daniel Scioli se llevó la certeza de que una de sus principales necesidades legislativas, la aprobación en el Senado del nombramiento de Nora de Lucía como futura Directora de Cultura y Educación de la Provincia, se concretaría "lo más rápido posible". Algo que ocurrió ayer.
También, que no obligarán a renunciar a su banca a la senadora por la Octava Sección, sino que se le concederá un pedido de licencia, como ella misma y Scioli reclamaron desde el principio. De Lucía mantiene un velado enfrentamiento con Mariotto -del que se recuerda un célebre encuentro a los gritos en uno de los pasillos de la Cámara alta- precipitado cuando la lógica binaria que impera en el ultrakirchnerismo se apoderó del oficialismo del Senado.
Trazada una imaginaria línea política, la futura ministra quedó, por elección propia, del lado que reporta al gobernador; del otro lado, alineados con el vice, se alistaron los que sólo reconocen autoridad en la Casa Rosada y que se han convertido en usinas hipercríticas de la gestión de Scioli.
Necesidad
Luego de la salida precipitada de Silvina Gvirtz, denunciando un ajuste allí donde el sciolismo habla de revisar gastos excesivos, Scioli necesita recuperar iniciativa política y mostrar que puede solucionar esa sucesión con cierta autoridad. Desconfiada por los gremios docentes, que vienen ejerciendo un lobby silencioso en su contra en el Senado, De Lucía simboliza un nombramiento despojado de kirchnerismo. Parte de un "gabinete propio", que ya tuvo otras promociones con destino de mensaje.
Como el ascenso a la secretaría general de Eduardo Camaño, un exponente cabal del viejo peronismo bonaerense muy crítico del modo de conducción de la Presidenta. Camaño, que fue efímero presidente de la Nación en la saga de los múltiples mandatarios de fines de 2001, es de esos dirigentes que la corporación peronista respeta pero que la nueva camada dirigencial simbolizada en el mariottismo y en La Cámpora, rechaza y combate.
Le sucede algo parecido al ex titular del Senado, Federico Scarabino, a quien Scioli aprecia y pretende cuidar. Se sugirió la posibilidad de que ocupe el cargo de fiscal de Estado pero la idea duró menos que un suspiro ante el veto que anticiparon desde la Cámara Alta, manejada por el vicegobernador. En aquella comida -frugal por cierto- Scioli se llevó el compromiso de Mariotto de que, aún contradiciendo la letra constitucional y justamente porque la prioridad parece ser el nombramiento de De Lucía, el Senado no meterá presión para que el Gobernador apure el envío de una propuesta para reemplazar al fallecido Ricardo Szelagowski en la Fiscalía.
El reemplazo debe ser aprobado por ese cuerpo a propuesta del Poder Ejecutivo. Scioli desoyó así a parte de la propia tropa, como por ejemplo algunos legisladores de La Juan Domingo, que le dicen que haga un gesto de autoridad y, sin permiso previo, traslade a la Cámara alta su propuesta para que allí sea consensuada, negociada. Una tarea que le correspondería a esos alfiles legislativos del Gobernador. Scioli querría ver allí al ministro de Seguridad y Justicia, Ricardo Casal, rechazado en forma oficiosa por voceros del ultrakirchnerismo del Senado. La construcción de un gabinete con más pureza sciolista activó rumores de cambios que estaban dormidos.
No está muerta -acaso demorada- la tesis según la cual Scioli podría negociar ese espacio con Mariotto y sus muchachos a cambio de que el reemplazo de Casal surja de un entendimiento con la Casa Rosada, previa división de la cartera en dos nuevos ministerios: uno de Justicia y otro de Seguridad. El viceministro a nivel nacional de ese área sensible, Sergio Berni, que por otra parte es senador provincial en uso de licencia, se estaría autocandidateando en los corrillos K.
Dudas y rumores
Según fuentes nacionales, Berni anunció en la intimidad que estaría dispuesto y se encaminaría a hablar del tema con Cristina Kirchner. Pero las mismas fuentes explican que la Presidenta, en verdad, no estaría del todo convencida de que sus emisarios se hagan cargo de la mayor problemática que tienen los ciudadanos bonaerenses. En cierta forma es "comprar" un problema, cuya resolución es realmente incierta, que ella cree que hoy no la salpica, explican en Balcarse 50.
El cambio en Educación y la construcción de un gabinete con más dureza sciolista en el ADN de sus integrantes, activó algunos rumores de cambios que estaban dormidos. Pero oficialmente en la Gobernación niegan que por ahora se piense en modificaciones. Retoque o no la grilla, lo que no hará Scioli es entregar la cabeza de Cristina Alvarez Rodríguez, titular del ministerio de Gobierno, como le pidió hace no mucho la propia Presidenta en una charla telefónica que tuvieron a propósito del desdoblamiento del medio aguinaldo de los empleados públicos.
Sorprende el dato porque se sabe de cierta afinidad entre las dos mujeres. Es que la Rosada inicialmente culpó a la sobrina nieta de Evita por aquella filtración de una disertación del intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, en la que contaba dichos descalificantes sobre Scioli, que teóricamente le había trasmitido la Jefa de Estado a él mismo y a otros jefes comunales.
Fue un mini escándalo que no trascendió y que incluyó un llamado de Díaz Pérez a la ministra, jurando que él nada tenía que ver con la versión que llegó a oídos presidenciales, y otra comunicación, esta vez entre Alvarez Rodríguez y un funcionario muy cercano a la Presidenta, que sirvió para apaciguar las sospechas. Lo que nunca supo Scioli es quién llevó ese chisme maldito, premeditadamente erróneo, a la Quinta presidencial de Olivos.
Mariano Pérez de Eulate
Agencia NA