Una bandera con la leyenda "Mariotto golpista" fue desplegada desde uno de los balcones del astillero Río Santiago, durante una visita reciente de Daniel Scioli. La imagen, captada por cámaras fotográficas y de televisión, sintetiza el clima político que se respira en la provincia de Buenos Aires.
El principal distrito del país entró en zona de vértigo desde hace varias semanas, pero en los últimos días se agudizaron los síntomas de esta afección, dominados por una creciente sensación de inestabilidad. De más está decir que si la cabeza se marea, el cuerpo deja de hacer movimientos en forma coordinada.
El reto público de Cristina Kirchner a Scioli no hizo más que agravar este trastorno: la Presidenta desgranó estadísticas que comprueban la importancia del territorio bonaerense en la generación de riqueza a nivel nacional, pero no dijo ni una sola palabra sobre el problema crónico de la coparticipación.
La mandataria parece decidida a hacerle pagar a Scioli el costo del ajuste en la Provincia: "Los números (de encuestas) que nosotros manejamos le dan ocho puntos abajo", deslizó a este columnista un dirigente kirchnerista, mientras iniciaba una serie de visitas repentinas a distritos del interior provincial.
Scioli, por su lado, recibió el apoyo de Hugo Moyano, que lo mencionó en el acto de su reelección al frente de la fracturada CGT, e indirectamente también contabilizó como positivas declaraciones de gobernadores provinciales que comienzan a pedir un replanteo de la coparticipación federal de impuestos.
La reacción opositora
El enfrentamiento entre las dos principales figuras del oficialismo no sólo puede esmerilar la figura de Scioli, sino también profundizar la caída de la imagen de la Presidenta. Eso es lo que entienden los principales dirigentes de la oposición, que buscan una oportunidad para recuperar posiciones perdidas.
Uno de ellos es Mauricio Macri. El jefe de Gobierno porteño ya empezó a desandar el camino hacia las elecciones presidenciales de 2015 con un armado más prolijo a nivel nacional. Pero su obsesión radica en Buenos Aires, provincia a la que asigna una importancia determinante de cara a los comicios legislativos de 2013.
El resultado de esa elección de medio término será clave para la construcción política futura de Macri. Por eso se los podrá ver cada vez más seguido a los dirigentes del PRO recorriendo los distritos del Conurbano, como lo hicieron días atrás los ministros Guillermo Montenegro y Néstor Grindetti en Lomas de Zamora.
No será casual, en este escenario, que el Gobierno sciolista salga a cuestionar a Macri en las próximas horas a raíz de la controversia que mantienen la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia por la problemática basura de la región metropolitana.
También los radicales consideran que las elecciones de 2013 serán fundamentales, pero por razones menos personalistas que las de Macri. Por eso se reunieron en San Miguel de Tucumán y avisaron que se opondrán a cualquier intento de reformar la Constitución para habilitar un tercer mandato de la Presidenta de la Nación.
El partido de Yrigoyen cuenta con la reaparición del ex vicepresidente Julio Cobos, quien será candidato a diputado nacional por Mendoza. Una postulación similar pero por Santa Fe encararía Hermes Binner, el líder del Frente Progresista. La oposición comenzaría a entrever un nuevo escenario político.
Distintas posiciones
Mientras tanto, el derrotero de los diputados Francisco De Narváez y Felipe Solá es seguido con atención por el mundillo dirigencial: a ambos se les reconoce un afilado sentido de la anticipación política, pese a sus traspiés más recientes. De Narváez luce más condescendiente con Scioli, mientras que a Solá se lo vio entre los invitados a un acto que Cristina encabezó en General Rodríguez, el día del reto público al Gobernador.
El que ya definió con claridad de qué lado quiere estar es Hugo Moyano, quien se ubicó definitivamente en la vereda de la oposición al Gobierno nacional. Para ser justos, habría que decir también que el jefe Camionero fue prácticamente empujado a tomar esa dirección, desde que la Presidenta le bajó el pulgar político.
La fragmentación de la representación sindical no parece una buena noticia para el Gobierno ni para los empresarios. "Hay cada vez más interlocutores y encima no se ponen de acuerdo entre ellos", se quejó un importante hombre de negocios. Así las cosas, se vendrían tiempos de decisiones menos consensuadas.
Por caso, será muy difícil que este año pueda sesionar el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, dado que la Casa Rosada no estaría dispuesta a "regalar" el escenario a sindicalistas que con seguridad criticarán duramente a la Presidenta. La salida elegante sería fijar el aumento por medio de un decreto.
La coyuntura, no obstante, sigue desplazando a los problemas de fondo, como la inflación y la inseguridad, que afectan a la población en su conjunto. En el medio, perdura una furibunda batalla comunicacional que no contribuye a clarificar los hechos y que le inyecta a la política un vértigo peligroso a poco más de ocho meses del último recambio presidencial.
Mariano Spezzapria
NA