La reunión comenzó 20 minutos después de lo esperado en un amplio salón del Banco Ciudad cuando una asistente de Yamil Santoro pudo conectar una computadora para transmitir la charla a todo el mundo. Por si no lo recuerdan, Santoro es un joven profesor de ciencias políticas que, el pasado 13S quedó en calzoncillos junto con la exuberante actriz y conductora de un canal porno, Natacha Jaitt.
Fue uno de los señalados, junto con periodistas de Tribuna de Periodistas, Seprin, Urgente 24, Jorge Lanata y personas vinculadas a Biondini, Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Elisa Carrio de estar detrás de la convocatoria más grande desde 1983 a la fecha en la avenida 9 de Julio.
A Santoro, los medios cercanos al gobierno, (hoy más que medios de comunicación son una especie de Gestapo que busca trapitos sucios de ciudadanos, periodistas críticos y políticos opositores) buscaron vincularlo con un partido que integró hace años, el Libertario. El viernes pasado, en el programa radial que conduzco, Ahora es Nuestra la Ciudad armamos una mesa con víctimas del gobierno nacional y supuestos referentes del cacerolazo para hablar del fenómeno.
Víctimas de la tragedia de Once, cara a cara, le señalaron al joven Santoro que no se sentían representadas por las manifestaciones pues, nadie se acordaba de ellos. Laura Elías, ex mujer golpeada del diputado K José Ottavis y Paula de Conto, amenazada por el secretario de comercio todoterreno, Guillermo Moreno, también formaron parte de un programa inolvidable. Intercambiaron teléfonos, propuestas, ideas y se juntaron para contestar la indiferencia de la legisladora María José Lubertino a quien la producción del programa llamó para lograr un contrapunto.
Durante la semana, Santoro se comunicó con el resto de los invitados al programa y les pidió a Laura Elías y a Paula de Conto que fueran moderadoras de un encuentro con otros caceroleros previsto para el pasado jueves 15.
De Conto desistió a último momento por un problema personal. Elías se presentó, temerosa, pero con la convicción de la verdad, se paró frente a los presentes y relató en 5 minutos su historia personal y los motivos que tuvo para salir a la calle el pasado 8N. Los únicos que se interesaron por su presencia fueron los medios gráficos, Tiempo Argentino, y los televisivos, el noticiero de CN23 y el programa de canal 9, Duro de Domar. Recordemos que el diario y el canal son propiedad de Sergio Spolzsky, uno de los empresarios más beneficiados con la pauta oficial mientras que Duro de Domar es conducido por Daniel Tognetti, un ex CQC y Punto.Doc y lo produce PPT de Diego Gvirtz, otra dichosa empresa que está bañada en pauta del Estado.
Es cierto que el debate fue pobre, que no hubo un acuerdo en las propuestas o medidas a tomar pues, es imposible que 50 supuestos iluminados puedan decidir sobre 2 millones de personas. También se notaron las divergencias internas y los infiltrados de partidos políticos, ya sea un duhaldista que llegó tarde y corrió a Santoro con aquello de que las revoluciones no se hacen detrás de una computadora y por personas vinculadas con Bullrich y el macrismo. También estaba presente una organización del conurbano bonaerense que lucha contra la inseguridad que parecía más preocupada por el autobombo, difundir sus disputas con otros movimientos sociales y recibió un enfervorizado aplauso cuando dijo que “nos matan todos los días” y “somos el coto de caza” de la política.
Durante las reuniones de grupo aproveché para charlar con Santoro, Elías y los periodistas de Duro de Domar. Ellos fueron a provocar a los asistentes y se llevaron su merecido premio luego de 2 horas y media de esperar “cazar” a algún ingenuo entrevistado. ¿Deben tener los ciudadanos de a pie las soluciones a los males económicos, sociales y políticos que nos aquejan? Ahora bien, ¿cuál fue el objetivo del encuentro? ¿Existe una interna entre los referentes del cacerolazo?
Al igual que el fenómeno posterior a los sangrientos días de diciembre del 2001, las asambleas barriales fueron infiltradas por los partidos intransigentes de izquierda. El resultado fue que Eduardo Duhalde fue presidente de la Nación como él mismo se había encargado de pronosticar desde el exterior. Las buenas intenciones de Santoro, por escuchar a todas las voces, chocaron con la realidad. Los que estaban presentes no son capaces de representar a nadie. Ni siquiera a ellos mismos. Su deseo por salir en televisión o figurar en algún portal K y conseguir su minuto de gloria, contrasta con lo que pregonaban: sentirse silenciados y sin derechos. Víctimas de un modelo exclusivo somos todos pero, los que sufren puntualmente aprietes, censuras y amenazas, son los excluidos del relato. ¿Por qué Duro de Domar no se animó a entrevistar a Laura Elías? ¿Qué le quiso decir el cronista de CN23 a la víctima del diputado cuando le aclaró que era mejor que no apareciera delante de la cámara para evitar que después “la matasen en la edición”? ¿Puede ser tan cínico el joven enviado de Tiempo Argentino que le explicó a Elías que la iba a dejar “bien parada en la redacción” pues “no me banco al gordito de Ottavis”?
En fin, el mercenario de Tiempo Argentino se río de la víctima y publicó una operación con frases inventadas ridiculizando a los allí presentes.
¿Por qué tanta bronca contra 50 personas que no representan a nadie? ¿Cuándo alguien mencionó la palabra molotov o habló de Cristina como una “yegua”? Así se monta una operación para dejar contento a los funcionarios del gobierno que leen, gratis —pues no pagarían un centavo por ese pasquín— que la tarea fue cumplida. El contexto es otro, no existe dictadura en el mundo occidental que sobreviva al mundo de las comunicaciones para desaparecer personas por miles, pero, en un punto, el sistema actual se parece: señala con el dedo al disidente, lo humilla o lo ningunea.
También debo aclarar que algunos caceroleros dijeron algunas barbaridades que me causaron gracia: “Debemos usar una cinta roja o un escudo para que nos identifiquemos” (…) “Si el gobierno hace algo el 7D tenemos que estar atentos para comunicarnos entre nosotros y armar cacerolazos espontáneos”. Por dentro, recordé la oscura Ciudad Gótica y la batiseñal. Un hombre, infinitamente más sensato, explicó que, “si el gobierno entra con Gendarmería a Cablevisión o cierra Canal 13, solitos millones saldrán a las calles”. Es así. ¿Por qué les preocupa tanto la batalla contra Clarín que, en parte es contra la libertad de expresión, pero que no debería pertenecerle al ciudadano común?
A la salida, luego de que las personas más “llamativas” eran llevadas a un pasillo lateral para ser ridiculizadas por el móvil de Duro de Domar, le pregunté a uno de ellos, ¿para qué hablan con esos medios? ¿No se dan cuenta que, con la edición o con su simple falta de experiencia, saldrán perdiendo? “No, no, hay que hablar con fundamentos y le dije varias cositas”. Al hombre mi silencio, le molestó.
En mi crónica del 8N teoricé que, cuando los miles que salieron a protestar tomen conciencia de que existen millones de excluidos, que están atados a un sistema que no les da opciones y que apoyan a este gobierno, no por simpatía ni fanatismo, sino por necesitad; que lo hacen porque no conocen otro, no tienen otra; tal vez, el país cambie. Nos falta conciencia social. Los periodistas presentes se preocupaban por conocer la trama de cómo se conocieron Santoro y Elías, pero nadie le dio la voz a la mujer golpeada. A veces es mejor quedarse con la duda, pensaron, de esa forma una buena historia no arruina la verdad.
Tal vez, un error de los organizadores no haya sido aclararlo en un comienzo. De regreso a casa pensé, ¿qué pasaría si 15 mil, 20 mil o solo unos miles fueran caminando, en masa, a un barrio carenciado de la ciudad o de la provincia de Buenos Aires, solo para escuchar, conversar o llevarles una propuesta de trabajo genuino? Imagínense el impacto que significaría para el sistema político. En vez de la solución golpista y antidemocrática que proponen sectores del PJ más tradicional de que los olvidados vuelvan a saquear supermercados, que las clases medias se acerquen a acompañar durante una tarde a los olvidados rompiendo con la lógica del puntero y el capanga del barrio. En masa, con las cámaras de las redes sociales, transmitido en vivo por algún canal de televisión. O que el próximo jueves, a partir de las 8 de la mañana, 10 mil personas esten presentes acompañando a los familiares de la tragedia de Once. Esos sí que serían actos revolucionarios.
Luis Gasulla
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