Anoche, a las 21 horas y diez minutos, a poco de comenzar a hablar la Presidenta de la Nación por cadena nacional, los ratings de los principales canales argentinos reflejaban grandes pérdidas de audiencia con respecto a similar horario de la semana pasada.
América TV sólo alcanzaba los dos puntos, la televisión pública poco más de tres puntos, canal 9 ni siquiera llegaba al punto de rating, el Trece clavaba apenas tres puntos y Telefé, el más visto, ni siquiera trepaba hasta los cinco puntos.
¿Hacia dónde había fugado casi la mitad de la audiencia televisiva? Hacia el cable, por supuesto.
El caso más increíble fue el de Disney Channel, que sumó desde que comenzó a hablar Cristina guarismos inéditos con su filme "Toy Story 3" que oscilaba entre seis y siete puntos de rating, siendo la señal más vista de todo el país.
A las diez de la noche, todo volvió a la normalidad.
Las propuestas que se quedaron con la fiesta de la Plaza de Mayo vieron sus pantallas poco menos que congeladas y Jorge Lanata, con su Periodismo para Todos, sumaba durante la primera hora de su programa, entre 17 y 19 puntos de rating, duplicando a la película del canal de las pelotas (Transportador 2).
El “gordo” se convertía en lo más visto de la jornada gracias a distintos informes que denunciaban al ejército mediático armado gracias a las generosas pautas publicitarias desde la Casa Rosada.
Estos mercenarios nos cuestan a todos los compatriotas casi dos mil millones de pesos por año.
Si le sumamos las publicidades que estos pseudoperiodistas consiguen también en gobernaciones y municipios K, la suma se duplica, llegándose al ridículo que, con ese mismo dinero, se podrían construir mil km de autopistas por año, para abaratar costos de transporte y terminar con las frecuentes tragedias que soportan nuestras angostas y vetustas rutas de una sola cinta asfáltica.
Un prestigioso sicólogo social me explicó en una ocasión porqué el kirchnerismo necesita de estos “ejércitos” mediáticos.
Más de una vez le había preguntado si los K eran sicópatas (gente que delinque sin sentir remordimientos, gracias a que interactúan con las demás personas como si fuesen un objeto) o bien sicóticos (sujetos que tienen una pérdida de contacto con la realidad y, a menudo, terminan resultando inimputables).
Este profesional amigo me explicaba que los K son ambas cosas a la vez.
“Hitler era un sicótico que pensaba que todos querían atacar a Alemania. Se vuelve luego un sicópata cuando crea su propio ejército, rearma la marina y la Luftwaffe para desatar luego la segunda guerra mundial tras invadir Polonia. A modo de ejemplo, salvando las siderales distancias, lo propio ocurre con Néstor y Cristina: imaginaron permanentemente movidas destituyentes a cargo de los medios adversos y de sus enemigos políticos y salieron, en consecuencia, a crear sus propias Fuerzas Armadas comunicacionales para desatar esa lucha. Pasaron ellos también de la sicosis a la sicopatía”.
En más de una ocasión hemos dicho que la única manera de enfrentarse a este tipo de enfermos es aislarlos, dejarlos en evidencia, no seguir enrollados en sus propios juegos perversos. Ya van diez años de kirchnerismo.
Es necesario que la oposición, de una vez por todas, se junte para ganar los comicios del 2015 y generar en ese momento un gobierno de emergencia hasta el 2019, al menos, cómo hizo la Concertación chilena, ante el riesgo concreto del pinochetismo.
Es imperioso desarticular la tenebrosa e ilegal red de corrupción política, social, económica y comunicacional que se ha generado en esta “década perdida”.
La gente ya se decidió a cambiar y lo reafirma, como anoche, cada vez que le dan oportunidad.
Marcelo López Masia