Cristina Fernández intervino con un discurso en "El festival que perdió el Lema". Afortunadamente, ella, no perdió del todo la razón, al menos esta noche.
Dejando de lado la obvia conclusión inicial, del kirchnerismo, apropiándose de un acto de todos para beneficio partidario, Cristina se mostró tibia, fue un cuadro combativo diet, con ciclamato.
Estuvo rara. Como encendida.
Obertura con “relato”
Una de las maravillas del "relato" consiste en culpar a los demás de lo mismo que hacen ellos.
Comenzó hablando sobre "mucho tiempo de odios y enfrentamientos estériles". Caramba, como si esa juventud maravillosa de los 70 que ella tanto pondera hubiera sido el movimiento hippie en pleno flower power.
Se olvidó de los caños, se olvidó de los secuestros, se olvidó de las cárceles del pueblo y de los fierros. Los propios. Esta parte del discurso estuvo claramente dirigida a aquellos muchachos que ven a Bombita Rodríguez y piensan que así eran... Relato más, historia menos. Default de la memoria. Pensar que Dante Gullo y Carlos Kunkel andaban por ahí, disimulando.
Como si está década kirchnerista no fuera, ya, reconocida, como "La década del Odio".
Sería intelectualmente ventajero hacer mucho hincapié en la gaffe de los 29 años de democracia en 100 años de historia. Se olvidó de Arturo Frondizi, de Arturo Illia, se olvidó hasta de Perón, y de su propia precursora, la bailarina del cabaret de Panamá.
Cortando con la Corte
Sabíamos que en su discurso, Cristina, allanaría el campo para la victimización inminente, la de la semana que viene, cuando la corte falle.
Pero volvió a equivocarse. Porque intentó elípticamente equiparar a la actual Corte Suprema, su gema, con la del ´30 cuando aquellos jueces avalaron el derrocamiento de Yrigoyen.
La épica la hace caer en el absurdo, de pretender que la Constitucionalidad de una ley la diriman los legisladores que la sancionan, y no los Constitucionalistas con carnet.
Pero omite, con elegancia, aclarar, que los legisladores que sancionaron La Ley Clarín eran soldados votadores. Tema menor dentro de tanta épica.
Como el legislativo sancionó una ley de la democracia entonces la corte debe ratificarla, porque es la voz del pueblo. Si es inconstitucional no importa, detalle nimio.
Es, como decíamos ayer, la exacta misma idea que Hebe de Bonafini propuso en su histórico discurso de 2010, una página notable intitulada “Esos turros de la corte”. Hebe decía que el que decide es el pueblo y no los jueces. No hace falta aclarar, en este punto, que para el neocomunismo “el pueblo”, siempre son ellos.
Los Fierros y Él
No podían faltar las alusiones al prócer de la 1050, y la Presidente se embretó preparando un chimichurri de dudoso sabor.
Dijo que Él había decidido nombrar una Corte ejemplar, que antiguamente para derrocar gobiernos se usaban los fierros (aludiendo al equipamiento militar) y que actualmente los fierros son mediáticos, y aludió a jueces que están en connivencia con esos fierros. Una especie de Renar Judicial. Portación legal de firma y sello. Lorenzetti es Harry el Sucio y tiene licencia para abolir, (relatos).
Y cometió otra gaffe que, esta vez sí, no le podemos dejar pasar así nomás. Habló de la “democratización de los tres poderes del Estado”.
A ver, señora. Los tres poderes del estado no se deben ni se pueden “democratizar” sino ejercer y respetar. Y son los poderes de la República. Usted no ha democratizado nada, ni puede arrogarse el derecho de haber concedido algo que, la Constitución Nacional, nos concedió hace casi 160 años. Y yendo un poco más allá, es absurdo que justamente usted hable de democratización de tres poderes, cuando desnaturalizó el judicial sobornando opositores, y cuando el ejecutivo que usted preside es más personalista que el de los propios militares que gobernaron ilegalmente. Hasta Agosti ha llegado a firmar algo; Amado Boudou firma autógrafos.
Hipocresía 2.0
El mayor registro de la noche, 8.3 en la escala de Kirchner —la que mide el nivel de hipocresía de un discurso— se obtuvo cuando la Presidente dijo “que la gente estaba cansada de esos jueces que liberan a los delincuentes”.
Uno de los legados más siniestros que el kirchnerismo nos dejará es, precisamente, el garantismo judicial para con los delincuentes.
¿A quién se habrá referido la Presidente cuando dijo eso? ¿A Zaffaroni, que anda por ahí diciendo que no se debe aumentar la pena al reincidente?
Hace casi exactamente un mes, más de un millón y medio de personas protestaron en las calles del país con reclamos donde la inseguridad estaba a la cabeza de casi todas las listas. El garantismo lo instaló la izquierda postmarxista de Laclau, ideólogo del Kirchnerismo, pero Cristina no se enteró. Estaba ocupada siguiendo las elecciones del Partido Comunista chino.
La Cámara, Los Salieris de Griesa
No tenía forma de salvarse el veterano juez yanqui. Algún foulcito se tenía que comer. La patada tempranera del Chicho Serna, el codazo nacional de Passarella.
Esta vez, le tocó ser iconizado como el emblema de la justicia antipopular, cuando la Presidente dijo que había “Griesas de afuera y Griesas de adentro”. Se refería a la Cámara y, en una de esas, a la propia Corte, si es que se confirma el fallo adverso.
Lo usó para arrojar sus dardos contra los que se alegran por los fallos judiciales adversos para la Argentina. Como con la Fragata. Nada dijo de la impericia del Centro de Estudiantes Secundarios Héctor Timerman.
Y terminó la Griesamanía pidiendo a Dios que nos libre de los hombres y mujeres que puedan firmar sentencias en contra de sus intereses. Los de ella. Ni jueces les dijo esta vez. Vamos por todo.
Consideraciones Finales
Se asistió a otra derrota del gobierno. Unas 50.000 personas, traídas desde todo el país, concurrieron a un acto que cambió varias veces su lema hasta que lo perdió del todo, y al final terminó llamándose "Festival Patria Popular", otro dechado de imaginación neocomunista.
Con la bajada de 5000 almas desde Jujuy —los que son buenos—, con las movilizaciones del Movimiento Evita de Pérsico, de algunos barones del conurbano, de Kolina, todos adecuadamente recolectados y transportados en anaranjadas y espontáneas unidades, la máxima concentración que hoy el Kirchnerismo es capaz de realizar reunió a menos del 10 % de los ciudadanos que se manifestaron en contra del gobierno el 8N en el Obelisco de Buenos Aires.
Actuaron innumerables artistas como Páez (El Profeta del Asco), Teresa Parodi, y algunos otros aún menores, si esto fuera posible.
Contó con la producción integral del acto del Bicentenario y del velorio de ya sabe quien, la exitosa ilusión de la fila india de dos tipos.
Esther Goris se rompía las manos aplaudiendo, Federico Luppi no fajó a ninguna mina, Sabbatella parecía Piñón Fijo firmando autógrafos en un pelotero de Villa Pueyrredón, y un tal Carlos Vives, colombiano, reivindicó nuestro origen cumbiero, latinoamericano, popular, y chantapufi.
Hizo Play Back. Pocho La Pantera fue más digno.
Lo mejor fue que Copani abrió el show y se fue pronto.
Lo peor fue que perpetraron una versión del Himno Nacional Argentino con tamboriles y percusión, apto para mover antes el culo que el alma.
Nos siguen faltando el respeto. Están haciendo una Revolución Cultural que no me gusta. Y que, casi siempre, me subleva.
Fabián Ferrante
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