A fines de diciembre de 2011, fui convocado por la editora General de Tribuna de Periodistas, Eliana Toro, para que me ocupara de hacer una columna que defendiera los intereses de los lectores respecto de la información que se publicara allí.

Fue una negociación complicada, ya que mi trabajo como abogado me insume gran cantidad de horas cada día y casi no tengo tiempo para ninguna otra cosa. Pero me ganó la insistencia de Eliana, quien cordialmente me aseguró que en caso de que no pudiera cumplir con mi cometido, dejaríamos de lado la idea de que TDP tuviera un Ombudsman.

Para avanzar sobre mis dudas, agregó que yo no tendría la obligación de una determinada perioricidad, la que sí tienen los trabajadores del sitio. “La idea es que sea una columna semanal y, cuando no pueda, usted no escribe nada”, me dijo Eliana. Al final, me convenció y empecé con la interesante tarea.

Al principio me costó un poco, pero luego me fui acostumbrando. Tuve que interiorizarme con el sitio en sí, sus lectores y su manual de Estilo. Leí cientos de artículos periodísticos, de los publicados de 2003 hasta ahora, para conocer más profundamente el espíritu del portal y tuve reuniones con casi todos los periodistas que escriben allí.

Pronto conocí los defectos y las virtudes de TDP. A favor puedo decir muchas cosas, pero principalmente que existe una decisión editorial de dar total independencia a sus periodistas: todos y cada uno de ellos me dijeron que jamás le fueron censuradas ninguna de sus columnas. Jamás, ni una sola vez, aún cuando muchas veces chocaban con los intereses de los anunciantes del sitio.

En contra tengo una objeción concisa: existe en la redacción de Tribuna una especie de anarquía que no permite que haya coordinación entre sus periodistas. He visto que se duplican esfuerzos para investigar ciertos temas, solo porque nadie se toma el trabajo de prestar atención a lo que cada uno hace.

He visto en una oportunidad a tres cronistas trabajando en el mismo tema y al mismo tiempo. Si hubieran aunado esfuerzos, podrían haber hecho una excelente nota de investigación, pero nadie los coordinó y terminaron haciendo tres columnas mediocres.

A pesar de esto, TDP demostró ser un sitio de información confiable, siempre atento a las sugerencias de sus lectores y, lo más importante, permeable a las críticas de los que me escribieron a lo largo de este año.

Sus editores y director Ejecutivo soportaron mis constantes críticas sin decirme jamás nada al respecto, al contrario. De hecho, mi contrato con Tribuna es anual y acaban de notificarme que seguiremos adelante durante 2013. Ello es ilustrativo de cuál es su espíritu.

En momentos en los que la información está tan devaluada, es una gran iniciativa que los medios puedan contar con un Defensor del Lector. La mayoría de ellos —especialmente los grandes grupos— no se atreven porque creen que la crítica a su propio trabajo conspirará contra su propio espíritu, pero no es así.

En el caso de TDP, mi función fue muy bien valorada y redundó en el crecimiento de las visitas al sitio.

Quiero decir antes de terminar, que la mayoría de las cartas que me llegaron no fueron publicadas porque se trataron de felicitaciones y adhesiones al trabajo que se hace en TDP. Es muy valorable que haya gente que lo destaque, pero no tiene nada que ver con mi trabajo profesional de defender a los lectores.

Me despido de todos esperando que tengamos, ustedes y nosotros, un excelente fin de año y un mejor comienzo de 2013. Una cosa más: todas mis columnas pueden verlas acá: https://periodicotribuna.com.ar/ombudsman.html