“¿Buscado vivo o muerto?”, le preguntamos al viejo sabueso policial que nos inquiere por el paradero de un personaje que se denomina apadrinado por Alberto Fernández.

“Lo buscan vivo, porque lo quieren matar ellos”, nos dice con voz afónica como el trueno, típica del fumador empedernido. “Lo de Sebastián Forza va a parecer la muestra de un botón al lado de Sebastián Cantero”.

La comparación asusta, y ahora vamos, al estilo Mostaza Merlo, paso a paso, a develar el enigma.

Tribuna de Periodistas publicó cuando Alberto Fernández aún era kirchnerista (hombre panqueque siempre abandona en barco antes que se hunda, desde Menem hasta Néstor, siempre lo hizo), y en su Jefatura de Gabinete tenía dos hermanas secretarias privadas históricas, Viviana y María Cantero, quienes manejaban ese cargo con holgura y habilidad de quienes se sienten protegidas.

La pulcritud con que hoy habla sobre corrupción Alberto Fernández, no condice con el comportamiento que les permitió a las Cantero. Las niñas salían de shopping e iban a la peluquería utilizando los vehículos de seguridad —incluso patrulleros a disposición de dicha Jefatura— y policías que le hacían de remiseros todo terreno. No faltó en su momento el regalo a la entonces Primera Dama, Cristina Fernández, de una cartera de marca (ya se sabe cuál marca, no hace falta que lo mencione) para mostrar que ellas pertenecían al “Club de amigos del poder”.

Detrás había otros personajes también nefastos, con los cuales iba y venía dinero y favores: la familia Santa María, el papi y el nene, ambos multimillonarios como cualquier portero de la Argentina.

Eran tiempos felices. Alberto comenzaba a merodear a escondidas a la hermanita de Aníbal, no del Fernández, sino de Ibarra. Vilma le había echado el ojo y, al igual que su brother, la niña no era de hacer asco a nada.

El Jefe de Gabinete estaba aún casado, su mujer tenía buena imagen en los círculos de abogados y el rumor molestaba.

Entonces, para protegerse del escándalo, hasta que no hubo más remedio que blanquearlo, al Alberto lo protegían las hermanas Cantero. “Alberto está con Néstor”, decían si la esposa oficial lo llamaba a la privada si el celu estaba apagado. Y ahí comenzó a frecuentar el Quincho el personaje de nuestra historia: Roberto Sebastián Cantero, el otro hermano de las chicas, quien entró en confianza con el jefe y, sintiéndose protegido por el poder, salió a hacer de las suyas.

¿Y cuáles son “las suyas”? Negocios inmobiliarios oscuros con dinero también oscuro (en realidad blanco, proveniente del narcotráfico), y a creer, como Sebastián Forza que tener un poco de dólares aunque fueran sucios, y un contacto en la agenda que presumiblemente le garantiza impunidad, alcanza para andar por la vida joven y millonario.

Primero fue a costa de gente confiada que le daba sus ahorros porqué Seba Cantero le prometía reintegros de intereses suculentos. A veces hay personas que por exceso de ambición entregan dinero a cambio de promesas de tasas de interés que no existen. Todo estafador de alta gama siempre cuenta a su favor con ese pecado capital de su potencial víctima: la codicia.

Habíamos escrito esa historia de las hermanas Cantero, y cuando en la grilla policial saltó una escucha telefónica que anticipaba un futuro a lo Forza en el oráculo de Cantero, el investigador nos preguntó si conocíamos su paradero.

Quieren encontrarlo antes que los chicos malos de Henry “Mi sangre” y compañía. Ya se sabe que esas bandas de criminales nunca pretenden recuperar el dinero que les sacaron con malas artes, prefieren la venganza sangrienta para que quede el testimonio que con ellos no hay que portarse mal.

Roberto Sebastián Cantero tiene registrado varios domicilios y en todos está desaparecido o prófugo, aunque la Justicia no lo busca oficialmente.

Se fue con cerca de 5 millones de dólares del local inmobiliario que usaba de pantalla en Callao 678, y de otros dos en Rivadavia 2207, Rivadavia 2067, Callao 559, Federico Lacroze 1935. Rasgo elemental de quien entra en el negocio ilegal: proveerse de domicilios alternativos para evadirse de unos y otros. Hizo lo mismo que Forza, pero también dejó la huella digital de esas direcciones. Por ahora no está en ellas ni salió del país.

Sigue pagando la tarjeta OSDE, así que la información que se cuenta es que aún permanece en la Argentina.

Nacido en Trenque Lauquen en 1978, Cantero comenzó a llamar la atención cuando su modo de vida ostentoso no encuadraba con el accionar de su pequeña inmobiliaria en el barrio de Congreso.

Alquiló un piso en la torre Quartier Sinclair (Juncal 4676/90), donde chapeó en el vecindario presentándose como “socio de Alberto Fernández” en el negocio inmobiliario. Y obvio, también operador del ex jefe de Gabinete.

Aunque no se registran bienes a su nombre, su estilo de vida no es de alguien que solo tiene un pasar holgado. Hay bienes a nombre de testaferros y una cadena de presta nombres que los investigadores estudian antes de dar el salto final en la Justicia.

Viajes a New York, Texas y Miami… y por ahí nacieron sus primeros contactos con operadores narcos.

Para presentarse como un operador todo terreno, también hacía hincapié que si bien su protector, Alberto Fernández, ya no es oficialista, en el Gobierno también cuenta con los auxilios de su suegra, Ana Titaferrante, una subgerente en la Superintendencia de Salud de la Nación. Carpeta de hombre influyente no le faltaba, solo que en sus salidas nocturnas se iba de boca más de los que dictan las reglas de seguridad de todo tipo que incurre en terrenos criminales.

“Gugleando” “Sebastián Cantero estafa”, aparece la nómina de perjudicados “oficialmente” que se le atribuye. Los otros no se quejan por las redes electrónicas. Son los que lo buscan para arreglar cuentas de otro modo.

Paradójica es la justicia argentina. Si el tipo estafó a gente bienintencionada no actúa nunca salvo denuncias firmes, pero si lo buscan por izquierda para una vendetta al estilo narco, se esfuerzas en hallarlo antes para evitar un escándalo social si trasunta los vínculos de los negocios inmobiliarios con el narcotráfico.

Y el último dato por hoy, para no cansar con la historia de un protegido de Alberto Fernández al que ya no puede proteger nadie:

Un fideicomiso, “Tango Work and Live”, que tomaba dinero para construir propiedades que nunca se construyen. En ese nombre figura el dinero que tomó de esa gente socia de Henry “Mi Sangre” por el que lo están buscando desde varios sectores, cada uno con fines diferentes. Vender varias veces una misma propiedad que al final nunca se va a construir es como tomar de bobo dos veces a la misma gente. Y gente peligrosa por demás.

No hay Alberto Fernández ni poder ni oposición que le salve el alma a estos personajes que tanto abundan en la fauna político-delictiva de la Argentina.