Los trenes, y en especial la Línea Sarmiento, es una cuestión con la que la sociedad siempre ha estado relacionada estrechamente, entre otras cosas, porque es el principal medio de transporte de los que viven en el oeste del Gran Buenos Aires.
Al usarlo diariamente, con el tiempo, se genera un vínculo casi sentimental ante tan noble medio de locomoción, y es por eso la bronca de los millones de usuarios que viendo su tren descuidado a diario reacciona ante la más mínima falta de tacto de aquellos encargados de que funcione correctamente.
En los últimos días, ha llegado un SMS a los celulares de los habitantes de Buenos Aires, con remitente del Ministerio del Interior y la consecuente firma de Florencio Randazzo, invitando a descargar una aplicación para los aparatos con respecto al funcionamiento de la Línea Sarmiento de trenes.
La misma se utiliza para saber el tiempo que tardará el tren en llegar a la estación en la que el usuario se encuentre en ese momento. A su vez, en cada estación de la Línea Sarmiento (TBA), se han instalado pantallas con la misma función, es decir que en ellas se puede visualizar el tiempo que tardará en llegar el próximo tren y el subsiguiente al andén correspondiente.
Es necesario indicarle al Ministro, que saber cuánto tardará el próximo tren no hará que funcione bien y que no haya accidentes, que en definitiva es el pedido de todos los usuarios del Sarmiento. Además, si el servicio funcionara correctamente, no sería necesario saber en cuánto llegará el próximo tren. Una vez más, el gobierno ostenta un triunfo que no hace más que desnudar una falencia.
Cabe destacar que las formaciones y los durmientes de las vías han sido renovados, y si bien la Presidenta anunció el fin de las obras en la línea, falta la más importante, que es la del soterramiento. En definitiva será aquella que permitirá que no haya más accidentes y que los trenes lleguen a horario a su destino.
Pero yendo más allá, la defensa del tren como sistema de locomoción es indiscutible. En primer lugar porque es el de mayor carga de todos los transportes, esto a fines sociales o económicos termina siendo beneficioso para todos. En segundo lugar, es considerado el medio de transporte más seguro, a pesar que en los últimos años las líneas aéreas han invertido millones de dólares para que las agencias de estadísticas de accidentes cambien de parecer, es destacable la baja cifra de accidentados en relación a la cantidad de pasajeros o mercadería que un tren traslada. Por último, lo ventajoso en términos de medio ambiente que puede resultar un tren, ya que se puede prescindir de los combustibles convencionales para su funcionamiento, y se han inventado infinidad de variantes ecológicas que permiten el correcto funcionamiento de una formación.
Ahora bien, con el vasto territorio de la Argentina, que no haya trenes a todas las provincias del país en el siglo XXI, es verdaderamente vergonzoso. La falta de criterio que denota no comunicar las provincias entre sí, es de un país retrógrado que no comprende que el progresismo es también, federalismo.
‘’Ramal que para, ramal que cierra’’, decía el expresidente Carlos Menem al expresar la ignorancia e imprudencia que puede llegar a tener la clase dirigente en el país.
Más allá de eso, se suma el poder de las empresas de micros de larga distancia, que durante mucho tiempo “invirtieron” para que los trenes nunca despertaran de su letargo; esto, claro está, con la ayuda de muchos legisladores que poseen demasiado interés en la proliferación de las empresas de micros; casi como si fueran dueños de estas firmas.
En la última década, y con el fin de tener aliado al poderoso Hugo Moyano, el Gobierno fue cómplice del desmantelamiento de los trenes, incluyendo tácitamente a los buses dentro del sindicato de camioneros, y así formar parte del gremio más poderoso del país.
Hay que recordar el elevado costo de los pasajes de larga distancia, y la diferencia que hay con un pasaje de tren al mismo destino (cuando existe ramal que haga el mismo recorrido), convirtiéndose en un monopolio de transporte en zonas donde el tren no llega.
También causa estupor cuando, llegado fin de año, se producen grescas a golpes de puño para conseguir pasajes de tren y pasar las fiestas con los familiares del interior del país. En el ramal que llega a Tucumán, suelen verse familias enteras acampando un mes antes para conseguir boletos; un espectáculo verdaderamente triste e indigno.
Con el divorcio Gobierno-Moyano, sería una buena oportunidad para el Gobierno sacarle poder a los camioneros, invirtiendo en un tendido vial que ocupe la mayor parte del territorio nacional, y así también se evitarían infinidad de accidentes de tránsito producidos en las rutas atestadas de tráfico de la Argentina.
Sería prudente que, en vez de gastar millones de pesos en publicidad vial, se invierta verdaderamente en obras concretas que correspondan a la prevención de tantas muertes inútiles. Mientras no se tome al tren en serio, la barrera seguirá baja para las expectativas de progreso en el país, que como un sueño siguen viajando en el furgón de cola de los anhelos.
Nicolás Cavanna