La provincia de Buenos Aires experimenta el momento anunciado desde hace años. Cuando el kirchnerismo viera en riesgo su permanencia en el poder, el caos se desataría, ineluctable.
Con los asesinos libres, asesinando; con los rentados militantes sueltos, operando; con las supuestas fuerzas de supuesta seguridad negando aún hasta su presencia, CFK trata de disciplinar a Daniel Scioli incendiándole el distrito.
Sale humo de la propia cocina electoral del PJ, la provincia de Buenos Aires, y Cristina Kirchner le arroja nafta. No tiene reparos en demoler la provincia de Buenos Aires para ganar la elección… de la provincia de Buenos Aires.
La insoportable levedad de Scioli
En una democracia republicana, en un país serio, el presidente ya tendría su alfil para intentar la continuidad en el poder, y ninguna de estas cosas ocurriría.
Pero la ególatra y demencial necesidad de perpetuidad del cesarismo mueve a situaciones impensadas como la de Buenos Aires, donde el PJ le hace al PJ lo mismo que le hizo siempre a la oposición: impedirle gobernar.
CFK busca desesperadamente que Scioli juegue en octubre para el FPV, ya que es la única chance que tiene de hacer una buena elección en la provincia y seguir soñando con la reforma constitucional para continuar con el poder mandando, ya que, (lo ha demostrado de manera elocuente), gobernar no sabe.
El método kirchnerista es tan básico que aterra. “O venís por las buenas o venís por las malas, pero venís”. “Te demuelo la provincia para ganar esa misma provincia, total sé que igual van y, entre las humeantes ruinas, te votan”. “No sólo te corto partidas de dinero, sino que te mando a mis sindicalistas a pararte la provincia, y a mis militantes a prendértela fuego. Total, los asesinos que matan a tu gente ya son dueños de tus calles”.
En este juego siniestro, Scioli se muestra como siempre: insoportablemente leve.
Aquí es dable preguntarse cómo es posible que los bonaerenses voten y quieran seguir votando a un gobernador que deja que los roben y asesinen cada día. Cómo puede ser que un político sistemáticamente vapuleado y que jamás brindó respuesta alguna sea, al mismo tiempo, un baluarte electoral.
Lo que se está presenciando es la interna del PJ, desatada y despiadada. Cruel, desde el cartel que muestra a la gente, al hombre de la calle como un mero rehén del poder. Descartable. Un rehén al que asesinan, al que violan, al que vejan cotidianamente desde la llamada función pública. Un rehén que no le interesa absolutamente a nadie que tenga un carnet o reciba un sobre de dinero para "militar".
A esta altura de la cosa, cuando se dice que “son ellos o nosotros”, el “nosotros” también incluye al 54% que los votó. Tampoco les importan.
Los seguidores del kirchnerismo no lo advierten, y siguen adquiriendo el absurdo relato. No se dan cuenta de que también irán por ellos.
Lo único medianamente positivo de este lío, es que muchos tienen la chance de empezar a comprender que Daniel Scioli no es ni un tiempista, ni un estratega, ni nada de lo que se supone que es. Daniel Scioli es, lisa y llanamente, otra nulidad política. Un polifuncional candidato a la nada. Otra fotografía con absurda intención de voto.
Scioli redibuja a Reutemann. El que cuidaba el auto para llegar. Consuelo muy menor, por cierto, para quienes siempre lo supieron.
Impúdicamente desnudos
Cada día quedan más desnudos los ardides de CFK y su banda.
El totalitarismo del “vamos por todo” quedó limitado a consignas para su clientela. La del plan, la de la jubilación sin aportes, la del empleo público, la del kiosco, la del izquierdista veterano que ve en Cristina al Che Guevara. La del pequeño soldado del pingüino.
El mensaje es exclusivamente para ellos, y cuando se hace referencia a “exclusivamente” es, con precisión, porque excluye a todo el resto. A las mentes y bolsillos no colonizados.
La Argentina carece de un gobierno; no hay un ejecutivo, no hay gestión.
De las tres responsabilidades básicas del estado —salud, educación y seguridad— el gobierno kirchnerista no cumple con ninguna.
Recorriendo el espinel, lo único que se aprecia es a un grupo de bandoleros que busca desesperadamente perpetuarse en el poder para evitar rendir cuentas por su pasado, y para continuar llevándose en sus alforjas lo que haya. Lo que quede, como para ser más claro.
Esa gente está demostrando que no observa el menor escrúpulo a la hora de conseguir lo que quiere. Son capaces de cualquier cosa, yendo cruelmente incluso sobre aquél al que necesitan. El escorpión y la rana, ya sabe.
Debe el decente entender que esto ya no es una compulsa política. Esto es una guerra a todo o nada desatada por el kirchnerismo contra una sociedad que está inerme, sin representante ni defensor alguno. Por mejor decir: no es contra los adversarios, es contra todos. La situación de la provincia de Buenos Aires es la interna del PJ.
Se intuye de lo que puedan ser capaces ante una elección nacional esquiva, y con dos años de gobierno por delante. Cristina Kirchner dice: “Yo o el caos”. Aunque el caos sea ella misma.
Fabián Ferrante
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